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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Bruselas (Reloaded)

Cuando estuve en octubre en Bruselas, además de unos días de reunión disfruté de unos días de vacaciones. Los viajes de trabajo que se convierten (antes o después) en viajes de placer con amigos son una de esas curiosidades bastante esporádicas de las que hay que disfrutar.

Ahora que he vuelto a Bruselas, me ha parecido buen momento de rescatar algunas fotos de aquellos días, que en su momento no compartí, por pereza o falta de tiempo. Así que aquí estamos, de nuevo en Bruselas, recordando momentos anteriores en Bruselas, pero también en Brujas y en Gante, ciudades a las que hicimos una rápida visita. Fue un viaje de volver a lugares que ya conocía (Le Grand Place, el Manneken Pis y su equivalente femenina, el Atomium, Brujas) y conocer sitios nuevos (como el Parlamentarium, Gante o algunas zonas de Bruselas).

Bruselas en diciembre es tan fría como Bruselas en octubre. Estos días hace sol como entonces (aunque también nos llovió), pero no lo vemos en todo el día: cuando llegamos al edificio de la reunión es aún casi de noche; cuando salimos es ya noche cerrada. Pero Bruselas estos días tiene un curioso encanto navideño del que ya hablaré otro día.

Hoy toca recordar imágenes de un viaje de hace tres meses. Con frío. Con amigos. Con faringitis.

 








 

 

sábado, 30 de noviembre de 2013

Día de las librerías

Ayer fue el día de las librerías.

No soy yo mucho de celebrar los “días de…” aunque en realidad me parecen la excusa perfecta para llamar la atención sobre un tema que el resto del año pasa prácticamente desapercibido.

Pensando en librerías, me he dado cuenta de que no tengo una librería predilecta en mi ciudad. Antes, de adolescente, sí, pero era un sitio que cerraron. Ahora compro los libros (casi) en cualquier parte: en el hipermercado, en centros comerciales o en aeropuertos. Cuando veo un libro que quiero y me gusta, lo compro. Sí que hay una librería que visito con más frecuencia (Agapea), pero es porque me pilla de paso de camino a mis clases de inglés y, como siempre voy con unos minutos de sobra, suelo entrar a dar una vuelta y ver qué novedades hay. Hace poco descubrí Come In, una librería inglesa con multitud de títulos y me gusta bastante. Pero ambas son en realidad franquicias, no tengo ninguna librería en mi ciudad, de esas “de verdad” a la que vaya con mucha frecuencia.

Curiosamente, sí que tengo librerías favoritas en otras ciudades en las que he estado. Creo que se debe a que en mi ciudad, cuando voy al centro voy a cosas concretas. No suelo deambular por el centro como sí hago en los lugares a los que viajo.

Mi librería favorita en Dublín es, sin duda, Hodges Figgis. Es una librería grande y confortable, con un escaparate que invita a entrar y un interior que invita a quedarse. Estuvimos al menos dos veces y allí me compré unos cuantos libros.

En Swakopmund tengo no una sino dos librerías que me gustan. Una es Die Muschel, la primera que descubrí y de la que me gusta todo, incluyendo la terracita que tiene en la que puedes sentarte a tomar zumos naturales de la cafetería de al lado. La segunda es Swakopmunder Buchhandlung, que a simple vista no es tan atractiva como la anterior, pero su interior sí.

Ahora que ya he estado varias veces en Bruselas, empiezo a tener lugares a los que me gusta volver. Uno que descubrí en mi último viaje (y al que volveré) es la librería Tropismes, en las Galerías de la Reina. Es una librería preciosa en la que hasta ojear libros en idiomas que no conozco es agradable. Me encanta.

Y como bonus track de esta entrada, un lugar que no es una librería. O sí. El café Paludan en Copenhague. Buena comida a buen precio en un lugar acogedor, animado y en pleno centro de la ciudad. En la próxima visita (si la hay) tendré que inspeccionar las librerías de la ciudad.

La foto es de la librería Tropismes, en Bruselas.

Y el segundo bonus track de la entrada, un listado de librerías con encanto.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pre-Navidad perturbadora

Probablemente, lo más perturbador de mi última visita al Tívoli en Copenhague fue un árbol de Navidad de ositos de peluche.

Terrorífico.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Copenhague

Éste ha sido mi segundo viaje a Copenhague. Estuve por primera vez allí hace dos años, en un curso. Entonces estuve en el Tívoli, un parque de atracciones antiguo y retro, di un paseo en barco por sus canales, hasta llegar a la Sirenita y hasta pasé una tarde en Malmö, Suecia. Ésta vez ha sido un viaje más corto, con poco tiempo libre, mucho frío y poco turismo y pocas fotos (y no muy buenas). Volví al Tívoli, eminentemente navideño y poco más.

Copenhague es una ciudad que me gusta. Me gustan sus calles, me gusta su ambiente, me gustan sus canales y me fascina (mucho) la torre de su ayuntamiento, de la que no tengo ninguna foto medianamente decente. Es una ciudad que tiene un punto especial, un ambiente agradable y tranquilo. Y tiene bicis, tiene muchas bicis. Pero también es una ciudad que aún me confunde, en la que no me oriento y que creo que me gustaría conocer un poco más. Tal vez tenga algún día esa oportunidad.












martes, 5 de noviembre de 2013

Marsella

Aunque tengo pendiente de colgar fotos de mi viaje anterior por Bélgica, pero prefiero acabar con mi serie de entradas sobre Marsella.

He dicho muchas veces que Marsella es una ciudad que no me gusta. Ahora diría que es una ciudad que no me gusta demasiado. Pero por fin he descubierto cosas que no conocía de ella. Y que me han gustado. De Marsella me ha gustado:

Las vistas desde Notre Dame de la Garde. Y su interior bizantino. Y las placas de agradecimiento.

Le Phalais du Pharo del que ya hablé aquí y las vistas que tiene del Puerto Viejo y de la Catedral.

El mercado de pescado que se monta por las mañanas en el Puerto Viejo.

El pabellón de espejo en el Puerto Viejo. Y las palabras bajo él escritas al revés que, vistas a través del espejo, te recuerdan que tienes el mar, justo ahí delante.

Las tablas de quesos para postre con tal variedad de quesos que es imposible saberse sus nombres. A no ser que seas francés.

El atardecer desde el Puerto Viejo. O desde le Phalais du Pharo.

Los jabones.

El casco antiguo, con miles de detalles interesantes, tiendas curiosas y rincones inspiradores.




















miércoles, 30 de octubre de 2013

Le Palais du Pharo


Estas son las vistas que tenemos desde Le Phalais du Pharo, la sede del congreso en el que estoy esta semana, justo a la entrada del Vieux-Port, el puerto viejo de Marsella.






Éste es Le Phalais, uno de los edificios en los que se desarrolla el congreso.


Y ahí están todos nuestros pósters, toda nuestra ciencia.
 

Y yo no quería venir.

lunes, 28 de octubre de 2013

Alberto

El día de San Juan de 2010, estábamos a bordo del B/O Cornide de Saavedra, trabajando en nuestra campaña de investigación anual. Era un caluroso día de principios de verano, uno de esos días de mar en calma y sol radiante. Trabajábamos tranquilamente al sur de Mallorca, en aguas cercanas al Parque Nacional del Archipiélago de Cabrera. No recuerdo si estábamos en mitad de un muestreo o navegando entre estaciones, pero juraría que era esto último, cuando avisaron al Capitán de que tenía una llamada del responsable de los buques en nuestro instituto. Instantes después, me avisaron a mí de que tenía una llamada en el teléfono del barco desde Madrid. Fui al teléfono y me encontré al otro lado de la línea a una persona responsable del departamento de comunicación. La conversación fue más o menos así:

-  Hola, te llamo del departamento de prensa. Nos han llamado varios medios de comunicación para que les confirmemos una noticia sobre Alberto de Mónaco, vosotros y Greenpeace, sobre una recepción que habéis organizado en Cabrera.
-  ¿Perdona?
-  No, si está muy bien que hagáis una recepción con Alberto de Mónaco, pero ya sabes que todos los asuntos de prensa deben pasar por nosotros.
-    Ya, pero yo no sé nada de eso.
-    En serio, está muy bien, pero todo tiene que pasar por prensa en Madrid. ¿Está Alberto de Mónaco a bordo?
-    …
-    De verdad, esto lo tenéis que avisar, porque no puede ser que en prensa nos enteremos por medios de comunicación que nos llaman y nosotros sin saber nada. No puede ser, tendríais que habernos avisado.
-    Ya, pero es que yo no sé nada ni de Alberto de Mónaco, ni de Greenpeace, ni de Cabrera.
-    Pero, ¿no estáis haciendo una campaña por Cabrera?
-    Bueno, sí, estamos acabando la campaña y llevamos varios días cerca de Cabrera.
-    ¿Y Alberto de Mónaco? ¿Está ya a bordo?
-    …
-    ¿Me lo confirmas o no?
-    Te confirmo que NO está a bordo (pero bueno, podemos buscarlo a ver si lo encontramos) y que no hemos celebrado ninguna recepción con él. Ni pensamos hacerla.
-    ¿Seguro?
-    Seguro.
-    ¿Me confirmas que Alberto de Mónaco no está a bordo? Está muy mal que hagáis cosas sin avisarnos…
-    Te aseguro que Alberto de Mónico no está a bordo y que no vamos a hacer ninguna recepción con él… Bueno, a no ser que vosotros montéis algo, claro.
-    No, no, si a nosotros nos ha llegado la información por varios medios de comunicación. No sabemos nada más, por eso yo te llamaba. Entonces no está a bordo, ¿no?
-    Sí, te lo confirmo.
-    ¿De verdad?-    Que sí, prometido. Si aparece por aquí, serás la primera en saberlo.
-    Vale, pues muchas gracias, ¿eh?-    De nada…

Cuando colgué, descubrí que al Capitán le habían llamado por el mismo motivo.

Fue la noticia del día, nos pasamos horas y horas hablando del tema, entre incrédulos y divertidos por la extraña y absurda situación.

Poco después descubrimos que Alberto de Mónaco acababa de anunciar su compromiso y de que ese mismo día se hallaba en aguas de Cabrera, rodando. Probablemente, llegó a algún sitio ambas noticias, junto con alguna información sobre nuestra campaña. Alguien juntó cabos y nos dio tema de conversación para varias horas. Y muchas risas.

Me he acordado de esta anécdota hoy, ya que Alberto II de Mónaco ha formado parte de las personalidades que han inaugurado el congreso en el que estoy. Es el Presidente de la Comisión internacional para la exploración científica del mar Mediterráneo, que organiza este congreso, y, como tal, ha estado por aquí. Y también ha estado en la recepción de esta tarde-noche, entre nosotros aunque, eso sí, en la zona VIP.

En la foto, Alberto II de Mónaco, hoy en la inauguración.

domingo, 27 de octubre de 2013

Aquí

Estoy en Marsella, una ciudad que no me gusta para participar en un congreso al que no quería venir.

Pero aquí estoy, he venido.


Tengo una presentación de 3 minutos (¡¡tres minutos!!) y un póster que cuenta lo mismo que la presentación (bueno, un poco más).

Encima, soy la moderadora de mi sesión. Veréis qué risas. Hacer una introducción sobre un tema que hasta un rato no tenía ni controlado, vigilar que otros 5 científicos locos sólo hablen 3 minutos de sus locuras científicas y dirigir un debate de otros 20 minutos. Repito: veréis qué risas. Eso será el martes por la tarde. Ja, ja, ja. Si es que me río sola. ¿A quién se le ocurre hacerme moderadora? A alguien que no me conoce, claro.

Esta tarde he ido al lugar de la reunión, para inscribirme y colgar el póster.

Primera sorpresa: han escrito mi nombre mal en la identificación.




Bueno, el real también. Ahora casi me llamo como una mala de Harry Potter. Hmmmm, me mola.
Segunda sorpresa: el lugar  donde se celebra el congreso es una pasada, con unas vistas increíbles.



No, si al final también me reconciliaré con Marsella, como ya me pasó con Bruselas.

Tercera sorpresa: colgando mi póster (que ha llegado sucio y arrugado), me encuentro a un colega griego, con el que compartí despacho durante mi exilio cretense, hace cinco años. Genial.

De vuelta al hotel, cuarta sorpresa: mi reproductor de mp3 (se llama Blauet, porque es azul –blau- y pequeñito) estaba en el bolsillo de mi cazadora. Ayer tuve un momento de pánico porque no lo encontraba por casa. Ni ayer ni esta mañana. Así que me resigné a viajar sin música. Y resulta que Blauet ha hecho todo el viaje conmigo, en un bolsillo de una cazadora que he llevado en la mano, tirado por cualquier lado, metido en la mochila, puesto en el compartimento de equipajes e incluso he llevado encima. Y ni se ha caído. Y ni me he enterado hasta volver al hotel. Increíble. Y maravillosa sorpresa.

A ver qué nos depara esta semana. Un congreso con más de 800 participantes. Supongo que reencuentros con colegas, estudios interesantes, vida social y disfrutar de esta ciudad que, cuando la visité por primera vez hace año y medio, no me gustó demasiado. Ya veremos.

Intentaré actualizar estos días, pero quién sabe cómo irá esto.

Bonne nuit.