Ésta es una ciudad curiosa, en un país curioso, en un continente curioso. Es diferente a todo lo que había conocido hasta ahora, diferente a todo lo que conocía de nuestro continente europeo e incluso diferente de lo poco que había visto del norte del continente africano. Pero, en el fondo, esto es exactamente igual a cualquier otro lugar. La gente de aquí es igual que la de cualquier otro sitio. Sus vidas, nuestras vidas son muy similares: queremos tener comida en nuestra mesa, gente que nos quieran y un techo bajo el que dormir.
Hay cosas concretas de aquí que me llaman la atención. Bueno, me llaman la atención muchas, muchas cosas, pero hay algunas tonterías que me hacen especialmente gracia. Por ejemplo, el canal de televisión de predicadores: durante todo el día (supongo, porque sólo pongo la tele un rato muy de vez en cuando) un tipo delante de una gran audiencia proclama las bondades del Dios Creador y de la religión. Y puedes enviar SMS con la plegaria que quieres que tengan en consideración. Lástima que el canal se vea con mucha niebla desde mi hotel, creo que sería una interesante experiencia escucharlo un poco.
Otra cosa curiosa es un letrero que hay en la pared de uno de los restaurantes del centro, el Kücki’s Pub. Es un restaurante en el que he estado dos veces, tiene buena comida y buen ambiente. Pero en una de sus paredes exteriores hay este letrero:
¿Cerveza caliente, comida horrible, mal servicio. Bienvenidos. Que
tengas un buen día”. ¿Es una broma? Tal vez, pero queda muy raro. ¿Una
inscripción de un cliente insatisfecho? Lo dudo, no es un pintarrajo
espontáneo hecho con nocturnidad y alevosía, sino algo muy bien currado.
Hay otro letrero, en otro restaurante que me encanta. Me encanta el sitio (el Village Café) y me encanta el letrero:
“Abrimos cuando llegamos. Cerramos cuando nos vamos”. Más claro, agua.
Y
sigue impresionándome encontrarme a las mujeres himba sentadas en el
paseo, con sus ropas y peinados tradicionales, con sus pechos al aire y
su piel cubierta de barro, vendiendo abalorios. Aquí, en mitad de la
ciudad, crean un contraste tan sorprendente como curioso.
Pero
sin duda, lo que más, más curioso me parece, lo que más me sigue
llamando la atención, a pesar de las veces que ya he venido aquí, de los
días que llevo aquí es ver las dunas del desierto al final de la calle. La foto nunca hace justifica pero es, de verdad, impresionante.
Rebonica y los hombres qué tal?
ResponderEliminarNada interesante, doña Antoñita...
EliminarPues sí que es curioso, sí.
ResponderEliminar¡Y lo que me queda aún por contar!
Eliminar