Mostrando entradas con la etiqueta chorradas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta chorradas. Mostrar todas las entradas

jueves, 25 de septiembre de 2014

Va de meme

Llevo un par de semanas con un ritmo blogueril lento, muy lento, no sólo de escribir, sino también de leer. Tengo entradas propias pendientes de publicar, de redactar y hasta de pensar y tengo entradas ajenas pendientes de ojear, de leer y de contemplar. La vida es así, el cansancio es así y la pereza es así.

Echando un vistazo por encima a las entradas de los blogs que leo normalmente, me he encontrado un meme en el blog de Gordipé que también ha hecho mi hermana la gafapasta, así que me ha parecido una buena manera de quitarme la pereza blogueril.

¿Qué sería yo si fuera…? (Ojo, voy a poner lo que creo que yo sería, no mis cosas favoritas).

Un animal. Un oso, porque en invierno tiendo a hibernar.

Un libro. Uno de papel, de esos que pasan desapercibidos en las estanterías, pero que te sorprenden cuando los abres. Por ejemplo, “La isla de los cazadores de pájaros” de Peter May.

Un coche. Un utilitario, sencillo, útil, austero, pero con un par de detalles graciosos.

Una película. "Amelie" de Jean-Pierre Jeunet. Porque me gusta sonreír. Y por el gnomo viajero.

Un árbol. Una higuera. Sí, sí, la respuesta obvia hubiera sido un ginkgo, pero no creo que sea tan fuerte como ellos. Yo soy más higuera.

Una canción. Depende del día. Así, en general, he sido durante bastante tiempo “High Hope” de Glen Hansard, soy a menudo “La luz de la mañana” de Facto Delafé y las Flores Azules y ahora creo que soy “Song beneath the song” de Maria Taylor (y no porque salgan ginkgos en el video).

Una bebida. Agua. Clara y transparente.

Una comida. Una ensalada de lechuga y con todas esas cosas tan sanas, coronada por queso de cabra y maíz tostado.

Una prenda de vestir. Unos zapatos, más cómodos que bonitos. Pero un poco bonitos también.

Un cuadro. Un cuadro de Edward Hopper, pero no sé cuál. Puede que éste, éste, éste o, más probablemente, éste.

Un edificio. La Hundertwasserhaus de Viena. O igual la Casa Danzante de Praga.

Y con estoy y un bizcocho, se acaba el meme por hoy. No nomino a nadie. Imaginad si nomino a alguien y no lee esto y no lo hace y yo me siento fatal y… y… Vamos, que quien quiera, que lo haga y que se lo pase tan bien como yo haciéndolo.


En la foto, el faro del puerto de Águilas (Murcia), que no tiene nada que ver con la entrada, pero me apetecía ponerlo aquí.

jueves, 3 de julio de 2014

C2

Creo que no he dado suficiente importancia a un acontecimiento muy significativo en mi vida en las últimas semanas: he aprobado el nivel C2 de inglés.

Para el que no lo sepa, el nivel C2 es un nivel muy alto, es un nivel de “sé mucho inglés”. Así que aprobarlo ha sido todo un reto. Un reto que me ha llevado tres años.

Llevo mucho utilizando el inglés de manera habitual en mi vida. Viajo a menudo al extranjero por trabajo y las reuniones son siempre en inglés. También lo uso en el día a día, en la lectura y redacción de informes y artículos científicos, en la correspondencia con colegas. He ido a curso de formación en inglés e incluso he dado yo cursos en ese idioma. Antes solía leer de manera esporádica en inglés, pero desde hace algo más de un año, suelo tener siempre un libro en inglés en marcha. Veo series y películas en inglés, no todas, pero sí bastantes. Y hace bastantes meses que tengo por costumbre llevar puesta una emisora inglesa en la radio del coche.

Vamos, que se podría decir que sé inglés.

Eso no quita que tenga momentos de crisis, tampoco implica que entienda todo lo que está escrito en inglés y, sobre todo, todo lo que oigo. Tengo un inglés aprendido en colegios y escuelas de idiomas. Nunca he vivido ni he pasado un período medianamente largo en un país anglosajón. Pero he aprendido inglés, me mola aprender y me molan los idiomas.

Decía que he tardado tres años en aprobar el nivel C2. El primer año, no me lo tomé muy en serio. Aún estaba con la sorpresa de haber aprobado el C1 sin haber estudiado nada, así que no creía que fuera a aprobar el C2 a la primera. Encima, la semana del examen de junio fue una de las semanas más horribilis de mi vida: tenía que depositar la tesis, mi padre tuvo un desprendimiento de retina y alguien que creía importante en mi vida resultó que no lo era tanto. Fui al examen pero ni lo acabé: mi padre entraba en quirófano esa misma tarde y me pareció absurdo estar allí, examinándome de algo para lo que no estaba ni remotamente preparada.

El segundo año fue aún peor. Empezó el curso el día que defendía mi tesis doctoral y, aunque me ha costado tiempo darme cuenta, caí en un bajón intelectual importante. No tuve una depresión post-tesis ni nada eso, sino que le había dedicado tantos años, tanto esfuerzo, tanto de mi misma a esa tesis que me quedé vacía. No tenía energía para seguir dedicando mi tiempo libre a estudios. Eso, unido a alguna crisis sentimental me llevó a abandonar el curso cuando faltaban varios meses para que acabara. Me disculpé con el profesor, para que no creyera que era culpa suya, y decidí postergarlo todo el tiempo que hiciera falta.

Y llegó el tercer año. El último con derecho a clases presenciales. Dudé si matricularme o no, no sabía si tendría la energía que necesitaba para seguir el curso y, sobre todo, aprobarlo. Pero me sentía fuerte, animada y me lancé. Y esta vez, sí, gané. Ha sido un curso largo, intenso. He tenido el mismo profesor que los años anteriores, un profesor que me ha gustado mucho y que cada año ha dado las clases de manera diferente. He ido a clase siempre que mis viajes laborales me lo permitían. No he faltado ni un solo día por pereza, aburrimiento o porque prefería quedarme en casa. Y a eso, no lo voy a negar, ha colaborado que en mi clase hubiera un chico mono. El chico mono de inglés, como lo llamaba yo. Era simplemente eso, un chico mono y majo y un aliciente para obligarme a ir a clase. No ha sido más que eso. He hecho los deberes siempre que he podido, incluso a horas intempestivas de la noche. He leído bastantes libros. He convertido el inglés en parte de mi vida. Y he aprobado. Haciendo el examen, no estaba muy segura de haber aprobado pero sí que lo disfruté, disfruté de lo que estaba haciendo, no me resultó un examen pesado ni terrorífico. Me resultó natural hacerlo.

Debo admitir que no he tenido notas espectaculares, de media menos de 7. Pero he conseguido hacer algo que tenía empezado. Por una vez, no he dejado una cosa a medias.

Me llena de orgullo y satisfacción.

Je.

La verdad es que no creo que sepa más inglés del que sabía antes de aprobar este examen. La verdad es que no creo que sepa mucho inglés. De hecho, la semana en el curso en el que estuve, tuve momentos de crisis lingüística de no entender nada. Pero estoy contenta de haber superado este reto. Ya tenía ganas de poder superarlo y dedicar el tiempo de clases y estudio de inglés a otras cosas. Ya veremos a qué.

Ayer me matriculé en el nivel básico de francés.

En la foto, un gato en Moni Chrisoskalitissis, un monasterio en el sudoeste de Creta, la última vez que estuve allí, hace ya demasiado. No tiene nada que ver con la entrada, pero es parte de la foto que tengo ahora mismo de fondo de pantalla. Y me gusta.

viernes, 27 de junio de 2014

Azul

Tengo una pequeña mancha azul en el pie izquierdo, en la cara interna, justo al lado del (excesivo en mi caso) puente y no muy lejos de mi lunar del talón. Es una mancha de pintura. Hace ya varios días que la tengo y no se acaba de borrar. Debo admitir que no he puesto mucho empeño en eliminarla. Es pequeñita, casi medio centímetro de largo y un par de milímetros de ancho, pero no tengo ganas de que desaparezca. Es uno de los pocos recuerdos físicos que conservo de los últimos días de mar. Otro es una anilla metálica que era circular y, por un golpe mal dado, se volvió elíptica. Y el tercero es una pegatina de un local que alguien pegó bajo un asiento de mi coche en una última noche de copas (y botellón, ¡a mi edad!) en tierra.

En el mar, todo se degrada por el salitre y, de vez en cuando, hay que picar la pintura de los barcos y volver a pintar. En nuestros días de mar, hubo tiempo también para eso. Algunas gotas de pintura azul cayeron dispersas por el exterior de la cubierta del puente. Yo, que tenía que salir fuera a ponerme mis zapatos de seguridad de suela en desintegración, me debí manchar con esas gotas en algún momento. Fueron manchas diminutas, casi sutiles: una en uno de mis calcetines, una en el pie.

Mi mancha en el pie me recuerda que, no hace tantos días, yo estaba en el mar. Con todo lo que eso significa.

Volver a tierra fue toda una vorágine, no sólo de sentimientos, sino también de eventos. No todos agradables. Los escasos días en casa, antes de volver a coger un avión, fueron mucho más frenéticos de lo esperado, con algún susto hospitalario familiar incluido. Así que, casi sin tener tiempo de pensarlo, pasé del barco a casa, de casa al hospital y del hospital al avión. Sin tiempo para digerir como se merece los días de mar, engullida por una nueva vorágine viajera, con sus propias complicaciones digamos que personales de las que tal vez, sólo tal vez, algún día hablaré.

Por eso, esta mancha azul me ayuda a recordar el mar, las cosas buenas del mar. Es un vínculo sutil y extraño, no es bueno añorar cosas que sólo han pasado unos días antes, pero tampoco quiero desprenderme de esta conexión tan bruscamente. Los días de mar deben desaparecer sutilmente, no a golpe de un nuevo viaje que elimine lo anterior, sino diluirse poco a poco, como los restos de pintura azul en mi pie izquierdo. Y así, un día, cuando desaparezca la pintura, desaparecerá también ese vínculo invisible, esa conexión que aún perdura.

Pero la anilla y la pegatina seguirán ahí.

En la foto, mis zapatos de seguridad, con sus suelas desintegrándose y algunas gotas de pintura azul rodeándolas.

martes, 24 de junio de 2014

Deshaciendo el equipaje

Por motivos varios y diversos, voy con un poco de retraso en publicar cosas escritas en los últimos días. Esto está escrito desde el jueves pasado y tenía que haberlo publicado entonces, pero bueno, aquí está.

Deshaciendo la maleta de la campaña. Ahora sí que lloro. De verdad. Quince días en el mar. Dan para mucho, mucho. Hay mil y un momentos, mil y una anécdotas, mil y un instantes vividos, sufridos, disfrutados. Momentos que se grabarán para siempre en mis retinas, momentos que ya he olvidado, momentos que no quisiera olvidar, momentos que quisiera que no hubieran pasado jamás.

Siempre lo digo, siempre. Cada campaña es única y diferente, totalmente nueva. De cada una tengo recuerdos claros y precisos. Otras muchas cosas las he ido olvidando, claro. Otras las mezclo ya. Pero siempre hay algo, algo, que hace que cada campaña sea especial, única.

¿Qué recordaré de esta campaña en el futuro? ¿Qué es lo que recuerdo ya ahora?

Un fin de semana terrorífico, con muestreos nulos, enganches, roturas y destrucción de aparejos ajenos. Una tecla de uno de mis portátiles que se salió de sitio. Un amanecer desde el portillo de mi camarote en el puerto de Maó, con una sonrisa en los labios, yendo a dormir después de una noche genial. Una partida de futbolín entre risas incontrolables. El desayuno en mi sitio de siempre, junto al mercado, unas pocas horas después. Los delfines que vimos. Los atunes que nunca capturamos. Los pulpos asados en popa. Trabajar en el parque de pesca hasta las once de la noche con los colegas, tras la única noche de copas en tierra y habiendo dormido sólo tres horas. La cara de ilusión de la gente que llegó asustada a la campaña y te da las gracias por haberles invitado. Tener la sensación de no querer estar, en ese momento, en ningún otro lugar. Salir del puente después de la una de la mañana, después de más de 18 horas trabajando allá arriba. Subir y bajar escaleras, subir y bajar escaleras, subir y bajar escaleras. El pinzamiento del gemelo de mi pierna derecha. Algunos pinchazos de dolor y no en el gemelo, precisamente. Abrazos con las colegas en los días en los que necesitas abrazos. Las divertidas conversaciones en el puente. También las serias. El trabajo duro, durísimo. Las toneladas de muestras analizadas. El color de los muestreos a poco fondo, con kilos y kilos de algas e invertebrados de preciosas tonalidades. La bajada en zodiac a desembarcar a un científico y embarcar ensaimadas, con caña de por medio y un motor que casi no responde. Hablar con amigos pescadores por la radio. La niebla que nos rodeó completamente algunas mañanas. La luna llena que tanto juego dio. Los cafés que me tomé, creo que más que en toda mi vida anterior junta. La sensación de que por las noches no dormía, sino que caía en coma profundo. Mi rincón favorito en el barco, en popa, junto a la amura de babor, en el momento que llegaba el lance a bordo. Mis botas de seguridad desintegrándose, esperándome fuera, en la cubierta del puente. La gente.

Ah, la gente.

El personal científico. Mis chicos, los míos. Desde becarios a jubilados, pasando por técnicos e investigadores, incluyendo gente de otros países. Se ha hablado español con numerosos acentos (incluyendo mejicano), catalán también con varios acentos, gallego e incluso inglés y francés. La tripulación del barco. También son ya mis chicos. Eu falo galego. Aunque aún no sé si que me traten como a uno de ellos es bueno o malo (“A veces creo que no os dais cuenta de que soy una chica”, les dije un día). Sus palabras amables, sus charlas agradables, su respeto sereno, sus historias increíbles. A veces se me hace difícil agradecer el trabajo de todos ellos, científicos y tripulantes. Una ronda de cervezas en tierra y unas ensaimadas a bordo me siguen pareciendo poco. Ha sido duro, mucho, no lo voy a negar. Y, en general, ha habido más sonrisas, agradecimientos y enhorabuenas que quejas y caras largas. De esas también hay, claro.

Y yo, como soy tonta, me olvido de todo lo malo, que lo hubo, y bastante. Supongo que estará por ahí reflejado en alguno de los diarios de a bordo que escribí. El oficial, de trabajo y las notas tomadas a lápiz que compartí aquí (I, II y III). Ya se me ha olvidado eso que dije una y mil veces estos días de “Yo no vuelvo a ser jefa”. Sí, se me ha olvidado ya. Lo sabía. Ja. Y el año que viene, me volveré a quejar de no cumplir la promesa que hago en los días malos. Porque sólo recuerdo los días buenos. Porque el mar es lo que tiene: es mágico, es especial, es increíble. Es casi irracional. Y vivirlo es una experiencia tan enriquecedora y sorprendente que nunca te deja indiferente. Para bien o para mal.
Volver a tierra siempre es un momento duro, difícil. De melancolía contenida por lo que dejas atrás, de alegría sincera por reencontrarte con lo que tienes en tierra. Son días de ruleta rusa de emociones. De sonreír con recuerdos, de llorar de añoranza. Es difícil de explicar y es difícil de entender para quien no lo ha vivido.

De verdad, lloro. Literalmente. Se me pasará, no os preocupéis.

En las fotos, algunos de estos momentos.











domingo, 22 de junio de 2014

Palabras escritas a lápiz (y III)

Con un poco de retraso, llega la última entrega de palabras escritas a lápiz desde el mar. El último día, actualicé desde un barco en mitad del mar. Hoy actualizo desde un avión en mitad del cielo. Maravillas del mundo moderno.

Lunes, 16 de Junio
 Hoy vemos tres islas a la vez: Mallorca, Cabrera y Dragonera. De verdad.
En el mar, también hay días de silencio.
Casi me duermo de pie.
Crisis total de sueño.
Sopor absoluto en el puente.
En esta campaña, estoy tan cansada que creo que por las noches no duermo, sino que entro en coma.
Llevo tanto en este barco que cuando suena la alarma del radar, ya sé quitarle el sonido yo misma.
Me paseo descalza por el puente (pero con calcetines, ¿eh?).

Martes, 17 de Junio
 Acumulación de jerséis en mi silla en el puente.
Ayer, simulacro con Salvamento Marítimo.
Hoy, último día en el mar. Entre la risa y el llanto. Bueno, igual no tanto.
Me encanta esta estación de muestreo pegada a Dragonera.
Sé que esto se acaba pero la verdad es que no tengo la sensación de que esto se acaba.
Último café de la campaña.
Voy a echar de menos estos cafés a media tarde.
Today, open air BBQ (on the deck).

domingo, 15 de junio de 2014

Palabras escritas a lápiz (II)

Seguimos en el mar, escribiendo a lápiz.

Miércoles, 11 de Junio
Hoy, en el puente, Pink Floyd.
Cuando quiero ser borde, puedo ser muy borde.

Jueves, 12 de Junio
“Desde el cielo con amor, dígame”, contesta al teléfono el capitán desde el puente. “Desde el laboratorio seco con más amor”, le contesto yo desde el susodicho laboratorio.
Maó da resaca.
Anoche despertamos a un oficial con nuestra charla. Mejor dicho, esta mañana despertamos a un oficial con nuestra charla.
Una campaña no es campaña sin galletas Príncipe.
Tercer café de la campaña. Creo que he tomado más estos días que en todo el año pasado.

Viernes, 13 de Junio
No hay nada como empezar el día con una buena bronca del jefe.
Qué bonita es la costa norte de Mallorca desde el mar.
Se me ha montado el gemelo derecho. Ay, qué dolor.
Ver una pareja de delfines surcando un mar en completa calma es un auténtico regalo para los sentidos.
Peces voladores. Aquí y allá. Surcando los aires a ras de mar.
Qué bonita es mi isla.
Hoy es uno de esos días en los que me enamoro de mi trabajo.

Sábado, 14 de Junio
El mar es ahora mismo una balsa de aceite.
Hoy he tenido uno de esos sueños que hacen que te levantes con una sonrisa triste en los labios. Ah, la amargura de los sueños imposibles.
Quiero un abrazo.
Trabajar con este barco vale 9000 euros al día. Y lo pagamos entre todos. Trabajar horas infinitas me parece casi una obligación moral.
Hoy, en el puente, suena The Boss.
Qué largos son los fines de semana de trabajo.
Otro café.
Manchando los estadillos de chocolate.
Ahora que ha pasado la luna llena, los temas de conversación en el puente se han diversificado: comida, política, idiomas, fútbol, pesca, sexo.
“¡Atunes por babor!”. “¡Atunes  por babor!... ¿Eso son atunes? ¿No son delfines?”. “¡Delfines por babor!”. “¡Delfines por babor!”.
Eu falo galego.
Ahora que se están instaurando ya algunas rutinas, se acerca el final.
Hoy he visto un atardecer que soy incapaz de describir. Zodiac. Barco. Dragonera. Rojos y naranjas. Palabras clave para recordarlo.
Me dice el capitán: “Estás mejor ahora que cuando te conocí hace 11 años” y le contesto “Eso es que llevas muchos días de mar y me miras con buenos ojos”. Y salta un oficial “No, ¡si el otro día ya me lo había comentado!”.

Domingo, 15 de Junio
Qué grande ayer el momento zodiac.
Según llega el momento de volver a tierra, te das cuenta de que las coas que dejaste allí pendientes siguen esperando tu regreso, no han desaparecido en este tiempo, aunque tengas la sensación de que se han diluido.
¡¡Delfines!! ¡¡Delfines!! ¡¡Delfines!!
Hoy tenemos vientos de hasta fuerza 7 y fuerte marejada. Y esto casi no se mueve. Una pasada.
Qué bordes pueden llegar a ser algunos cuando son bordes.
En el mar, cada días es un día largo, único, diferente. Nunca hay dos días iguales. Siempre pasan mil cosas. Hoy tenemos a una cuarta parte del personal embarcado con diarrea.
Acabo de ver que he apuntado con lápiz una misma cosas dos veces. No diré cuál. Ni siquiera la reproduciré.
El fin de semana pasado fue un infierno laboral. Éste, una delicia. A pesar del viento y la fuerte marejada.
Anoche me tomé una manzanilla para relajar mis músculos contraídos (gemelo, espalda) bajo una luna espectacular.
Hoy hemos desayunado cruasanes. De cena, pizza, huevos, patatas y lomo fritos. Quedan 50 minutos. Estoy salivando.
De postre hoy ha habido ensaimadas, traídas ayer desde tierra.

miércoles, 11 de junio de 2014

Palabras escritas a lápiz (I)

Palabras escritas a lápiz desde el mar.


Jueves, 5 de Junio
En el mar, no hay dos atardeceres iguales. Cada uno es único y especial.
Veces que he pensado que no quiero volver de jefa el año que viene: 2 ó 3 ó 4.
Veces que me he preguntado cuántos días llevo ya a bordo: 1 ó 2. Cuántos días llevo a bordo: 1.
Poner la lista de reproducción de tus canciones favoritas y que salga justo la que quieres oír.
Necesitar una goma de borrar y no saber si subir dos cubiertas o bajar dos cubiertas para conseguir una.
A veces, el aislamiento tecnológico tiene sus ventajas.

Viernes, 6 de Junio
En un día de mar pasan miles de cosas y pasas por miles de estados de ánimo diferentes.
Días que necesitas que te tonteen. Días que necesitas que te ignoren. Días que te volverías a casa. Días que alargarías momentos hasta el infinito. Y todo, todo, en un solo día.
Que alguien le diga a mi jefe que deje de llamarme tanto.
Que alguien les diga a los hombres que dejen de tontear con chicas con las que no quieren nada.
Hablar con un miembro de la tripulación de la novia y ex novias de alguien que fue tu ex algo. Y percibir en su mirada que él lo sabe. O igual no.
Como estoy parte del día sin cobertura, en vez de escribir en twitter, escribo mis pensamientos a lápiz sobre papel.
Hola, soy la que lleva ya dos días en el mar y sólo ha hecho una foto.
Nadie se lee las notas a pie de página.
Necesito que pase algo muy bueno hoy.
Necesito que pase algo muy bueno en mi vida.
Tiempo que han tardado en el puente en hablar de sexo: dos días. Conversaciones sobre huevos pajilleros: infinitas.
Hacer un muestreo nulo a las 9 de la noche es una putada, sobre todo si llevas muestreando desde las 8 de la mañana.
Capricho o no capricho, that’s the question.

Sábado, 7 de Junio
Temas habituales de conversación en el puente: sexo, comida, alcohol y sexo.
Hoy no he tenido tiempo de ir a comer, sólo un bocadillo de agujas. El capitán le ha puesto a su bocadillo chorizo del cocido.
No sé si tendré tiempo de cenar.
Se me están deshaciendo las suelas de los zapatos de seguridad.

Domingo, 8 de Junio
Ayer, además de armar un desastre, en el último lance cogimos una ánfora.
He dormido 5 horas. O menos.
“Desde el cielo con amor”, respuesta habitual cuando suena el teléfono en el puente.
Hoy me he tomado mi primer café de 2014. Con leche y canela.

Lunes, 9 de Junio
Son las 10 de la mañana y aún no se ha hablado de sexo en el puente.
Nuevos temas de conversación: política y coches.

Martes, 10 de Junio
Estoy a punto de quedarme dormida de pie.
Hace dos días que se habla poco de sexo en este puente. Eso sí, por la radio escuchamos declaraciones sexuales entre patrones de arrastreros que trabajan por la zona.
Hoy he soñado que volvía a Etosha, pero no podía entrar porque todo estaba inundado.
Momento broma “¡Eh! Que desde aquí se ven tres islas: Mallorca, Menorca e Ibiza”. Alguno se lo sigue creyendo.

miércoles, 4 de junio de 2014

Gone fishing. Second Round

Aquí estamos. De nuevo preparada para volver al mar. A un nuevo Festival de Primavera.

De nuevo, podría decirse que voy de pesca. Gone fishing (o no). Second round.

Quiero pensar que no estoy nerviosa, ni preocupada, ni estresada. Pero el pasado fin de semana, el último libre en varias semanas, me desperté cada día a las 7:30. Habiéndome ido a dormir a la 1. Con las tripas revueltas y mal cuerpo.

Sí, estoy nerviosa.

Mucho, mucho.

Este año, he tenido pocas pesadillas antes de empezar. Las primeras, hace más de un mes. Supongo que de las últimas hace menos, pero tampoco lo recuerdo.

Así que allá vamos, al mar.

De nuevo, la vida en tierra queda parada. Dejo apartada mi vida, los libros y, muy probablemente, el blog, al menos de manera parcial. La vida en el mar arranca y, cuando por fin me habitúe a ella, se acabará, habrá que dejarla apartada y retomar la vida en tierra.

Quince días.

En la foto, el mismo recuerdo namibio que ya puse en la entrada de la primera ronda del Festival de Primavera. Con el color de fondo cambiado, para variar y tal.

Nos vemos.

domingo, 1 de junio de 2014

Favoritos

De pequeños, siempre teníamos conversaciones como “¿Cuál es tu color favorito?”, “¿Cuál es tu animal favorito?” o “¿Cuál es tu día de la semana favorito?”. No sé por qué, cuando nos hacemos mayores, dejamos de hablar de eso. Y también de pensar en ello. ¿Dejamos de tener cosas favoritas? Supongo que no. Pero estamos más ocupados en cosas supuestamente importantes y nos olvidamos de las pequeñas cosas.

Yo no recuerdo qué respondía yo a esas preguntas, la verdad. Sé que de más mayor, adolescente o post-adolescente, decidí que mi animal favorito era el oso. No sé por qué. Pero todo cambia con la edad, hasta los gustos.

Ahora mismo, mi animal favorito es la jirafa.

Creo que la primera vez que lo pensé fue en el viaje de estudios de la carrera, allá por el 2001. Estuvimos en Praga y en Budapest y en esta última ciudad visitamos su zoo. Fue entre curioso y terrorífico. No entraré en detalles, pero recuerdo que allí me enamoré de las jirafas que había. Eran tan… especiales. Entonces aún llevaba cámara de carrete y con un carrete en blanco y negro le hice ésta foto a una de ellas. Una jirafa de ojos tristes, tras unos barrotes.


La jirafa es un animal precioso.

Vi por primera vez una jirafa en libertad en septiembre, de camino a Etosha. Íbamos por la carretera, con el sopor que te da hacer cientos de quilómetros por el desierto, cuando vi una allí, junto al arcén. No reaccioné, cuando vas a ciento y pico quilómetros por hora, no te da tiempo a reaccionar mucho. Y tampoco es lo habitual, al menos en mi vida, ver jirafas junto al arcén de una carretera. Pero había visto una jirafa en libertad.

Una jirafa fue el primer animal que vimos cuando entramos en Etosha. Luego, vimos más, muchas más.

Las jirafas son altas, elegantes, esbeltas y muy, muy asustadizas. A veces salen en los documentales corriendo a toda pastilla pero, en general, son lentas de narices. Y muy miedicas. Recuerdo un grupo numeroso de jirafas de camino a Okaukueju, una de las pozas de agua de Etosha. Tardaron tanto, tanto, tanto en llegar que parecía que nunca llegarían. O que iban de coña. Y una vez delante del agua tardaron tanto, tanto, tanto en decidirse a beber que parecía que nunca beberían. Esa actitud, esa parsimonia, ese “miro por allí a ver si viene alguien, miro por allá a ver si hay algún peligro, ay, qué susto, hay un par de cebras ahí al lado” no la había visto yo nunca en un documental. Y tiene su gracia.

Son una pasada, las jirafas.

Desde que fui por primera vez a Namibia, sabía que me iba a comprar un “algo” de jirafa. Una escultura, una imagen, algo. Creo que fue en el segundo cuando me compré un busto de jirafa monísimo. Luego me compré una postal. Ambas ocupan un lugar destacado en el rincón namibio de mi salón.



Y las fotos. Les hice miles de fotos cuando las vi en Etosha. Ya colgué algunas aquí, pero ahí van algunas más.

Sí, son una pasada, las jirafas.

¿Cuál es tu animal favorito?






jueves, 15 de mayo de 2014

Nisi

Cientos y cientos de vosotros me paráis por la calle preguntándome qué significa mi nombre, Nisi.

Mentira. Nadie me lo ha preguntado nunca.

Eso me lleva a pensar varias cosas. O la gente sabe qué significa Nisi o a nadie le importa un comino. Es un mote, así que no tiene por qué significar algo, ¿verdad?

Me alucina que alguien sepa qué significa. Aunque igual no sería tan raro: hay mucha gente lista ahí fuera.

Porque sí, significa algo que en seguida contaré. Hace cosa de un año, leyendo “A Short History of Tractors in Ukrainian” descubrí que significa más de lo que me pensaba. En este libro, aparece la expresión decree nisi que por lo visto es un término jurídico. Según el traductor de google, nisi es latín y significa “pero”.

Pero nisi también es una palabra en otra lengua, en griego. Nisi en griego significa “isla”. Y en realidad se escribe así: νησί. Es una palabra aguda, así que se pronuncia “nisí”.

Hace un tiempo, yo tenía un blog. Otro blog. Era un blog de fondo negro y letras claras. Y en ese blog yo era Illa, Isla en catalán. Era un blog en ese idioma que, por motivos que no vienen al caso, decidí convertir en privado. Así, el número de gente que lo visitaba era muy, muy limitado, claro. Y no tenía gracia, ninguna.

Así que, tras la entrada 500 de aquel blog, Illa decidió reinventarse, convertirse en Nisi y crear este blog. Y la primera entrada del blog de Nisi era, en realidad, la entrada 501. De ahí la dirección del blog.

Y con esto, niños y niñas, una lección muy importante en la vida: habéis aprendido cómo se dice “isla” en griego. Algún día puede seros muy útil.

Y me he acordado hoy de esta tontería porque estoy rellenando en inglés unos formularios que están en griego. Es una larga (e interesante) historia que, si sale bien, contaré algún día. Y ésta es una de las pocas palabras que recuerdo del (poco) griego que una vez supe. Otras cosas que recuerdo son frases tan útiles como “Mi casa tiene tres habitaciones” o “Mi coche es grande”. Imprescindibles para cualquiera, vaya.

Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, os recomiendo un libro que se llama precisamente así “La isla” (Το νησί) de Victoria Hislop, que ya lo recomendé el día del libro del año pasado. Y del que han hecho una serie que nunca he llegado a ver. Y aquí está la foto de esa isla, Spinalonga, un islote situado al este de Creta.


jueves, 24 de abril de 2014

Gone fishing

En unas horas, cojo un avión hacia el sur, para luego coger un barco.

Me voy al mar. Unos días. Bueno, más de dos semanas.

Toca Festival de Primavera.

O podría decirse que me voy de pesca. Gone fishing.

No es exactamente eso, pero bueno.

Voy a medir peces. Sí, eso sería más adecuado.

Intentaré actualizar con mi pinganillo de internet, pero no prometo nada.

Estoy entre la ilusión de salir de mis mares conocidos a mares extraños para mí y el agobio de todo el trabajo que me espera a bordo, más el trabajo que me llevo de tierra, más el examen de inglés que se me viene encima, más la preparación de mi propio Festival de Primavera.

Pero no me estreso, ¿eh?

Ja-ja-ja.

Pues eso, gone fishing.

Si me necesitáis, estaré por el mar.

Sed felices.

En la foto, un recuerdo que me traje del último viaje a Namibia. Me pareció maravilloso. Y hoy me parece totalmente adecuado.

domingo, 13 de abril de 2014

Sin batería

Este fin de semana me he quedado sin batería.

Todo empezó el viernes. Fue un día de mucho movimiento, no el habitual día de despacho y ordenador, sino de ir y venir, recoger material por la mañana, cargar un camión con más material por la tarde. Vale, yo no lo cargaba, era material pesado y de eso se encargaba una grúa. Pero pasamos casi tres horas en un almacén. Luego corriendo a inglés, llegué tarde, claro. Cuando llegué a clase, ya lo noté: dolor de garganta.

Oh.

Oh, oh.

Mi garganta es mi punto débil. Mi faringitis, crónica.

Pero este invierno ha ocurrido algo muy extraño: no he tenido problemas de garganta desde octubre. He pasado los peores meses del año (de diciembre a febrero) sin ponerme enferma.
Y eso es extrañísimo. Y estupendo.

A lo que iba: el viernes llegué a casa con dolor de garganta. Cosa mala, teniendo en cuenta que había quedado el sábado para ir a la playa. Antes de irme a dormir me tomé un antiinflamatorio.

El sábado seguía mal y cancelé todos los planes del día.

Jo.

Me pasé y el sábado vegetando en el sofá: series, películas, libros, agujas. Un día entero de no hacer nada. No podía. Estaba sin batería.

Hoy mi batería estaba un poco mejor, pero no mucho. He sido capaz de poner lavadoras, limpiar el baño. Y poco más. He echado una siesta de más de dos horas de la que no me podía despertar. Hoy estaba con la batería baja.

A última hora, he tenido que ir al puerto, a cargar unas cajas en el camión que se lleva el material a la península. A pesar de la baja batería, lo he hecho, he ido y he vuelto.

Y ahora, ¿qué?

Se ha acabado el fin de semana. Un fin de semana de eucaliptos hervidos y chocolate caliente. Tengo la sensación de que el fin de semana se me ha ido de las manos, como la arena que se desliza entre los dedos. Se ha ido, se ha perdido.

Me da rabia estos días así, en los que el cuerpo dice basta y la batería parece que no es capaz de recargarse. Pero también creo que es un toque de atención del propio cuerpo, te obliga a parar, a decir basta. Te obliga a no hacer nada, a quedarte horas tumbada en el sofá, a dormir, a descansar.

Me alegro mucho de que la semana que viene sólo tenga tres días laborales. Necesito volver a parar, estar tranquila, recuperarme de faringitis y del cansancio acumulado.

Parar. Reiniciar.

A ver si logro cargar la batería a tope.

En la foto, cargando material el viernes.

martes, 11 de marzo de 2014

Sorry

Aunque debería sustituir “LIVE” por “WORK”.

El curro namibio durante el día. El curro habitual durante la noche.

La foto, de aquí de Swakopmund (Namibia), claro.

jueves, 30 de enero de 2014

La gafapasta

Hoy mi hermana la gafapasta cumple años. Y me pilla a bastantes cientos de quilómetros de distancia.

El año pasado, me curré una entrada chulísima para felicitarla. Yo a veces tengo esas cosas.

Esta vez, me puede el cansancio de la reunión en la que estoy. Y, sí, podría hacer un esfuerzo y contar muchas otras cosas sobre ella, pero tampoco es plan que se mosquee si cuento demasiado.

Así que esta vez, mi regalo, va en forma de fotos. No sé si las conoce: son algunas de las que días atrás estuve escaneando, de formato diapositiva a digital.

Os presento a mi hermana la gafapasta, en el que supongo fue el primer verano de su vida.



Mona, ¿eh? Pues ahora está igualita. Bueno, aunque lleva gafas. Y se ha echado un par de años más, aunque no se le notan demasiado.




Y no puedo evitar colgar esta otra foto. Es taaaaan ella. Con esa carita tan acuario, tan en plan “hoy estoy de buenas, soy feliz, así que quiéreme”.
 

Sí, sí.

No os fiéis, os lo digo yo: no os fiéis de ella. Cuando es buena y ella quiere, es un encanto. Pero cuando está de malas… cuando está de malas, acabarás tú cabreado. Y ella, feliz. La muy cabrona.

En fin, que esta entrada va para mi hermana la gafapasta, que hoy cumple años y no puedo celebrarlo con ella. Sí, sí, viajar mola muchísimo, pero no mola cuando te pierdes cosas importantes. Y te aleja de quien quieres.

¡¡Muchas felicidades, sis!! Disfruta de tu día. Ya lo celebraremos a mi vuelta.

Muaks.

jueves, 23 de enero de 2014

Uy

En facebook está todo. El facebook lo sabe todo. En los últimos meses, de manera repetitiva, aparece en mi cuenta de facebook este anuncio:

Uy.

¿Qué sabe el facebook de mí? ¿Cómo sabe que aún no me he reproducido? ¿Cómo sabe que soy una hembra en edad reproductora?

¿Acaso ha hablado el facebook con mis padres para que me sienta presionada?

Y no, no me he atrevido a escribir mi edad. Pero la próxima vez que me aparezca, la escribo. Os lo juro. Ya veréis las risas de mis amigos cuando salga en el muro “Nisi sólo tiene un porcentaje-muy-bajo de reproducirse porque ya tiene una edad”.

Juas.


domingo, 5 de enero de 2014

Reyes Magos



Esta noche vienen los Reyes Magos.

Y por mi casa van a pasar, seguro.

¿Cómo lo sé? Porque llevan varios días subiendo por el balcón.

Ja.

miércoles, 1 de enero de 2014

1 de enero de 2014

El año nuevo es como un árbol de hoja caduca en pleno invierno, un Ginkgo biloba, por ejemplo. Así, a simple vista, es una cosa seca, esmirriada, sosa, pero en su interior guarda toda su sabia, toda su energía, que irá mostrando tal vez poco a poco, a lo largo del año, tal vez de golpe, en algún momento en concreto.

Un año nuevo es como un árbol de hoja caduca en pleno invierno, sabes que lo que traerá, lo que vendrá es más o menos similar al año anterior… o no. Porque puede sorprenderte, para bien o para mal: nuevas hojas, nuevas ramas, nuevas sorpresas, nuevos problemas. Cosas agradables o desagradables.

Un año nuevo es como un árbol de hoja caduca en pleno invierno, aparentemente muerto y vacío por fuera, absolutamente vivo por dentro, preparado para estallar en toda su vitalidad a partir de ahora, en cualquier momento.

En la foto, mis ginkgos (casi) sin hojas, hoy, primer día de 2014.

Feliz día. Feliz año.

martes, 31 de diciembre de 2013

13 de 2013


Yo antes, cuando tenía otro blog, cada año me dedicaba a hacer un resumen de los viajes que había hecho ese año, de las noches que había pasado fuera de casa, de los aviones que había cogido y de los países que había visitado. Pero era un poco agobiante, la verdad, y a veces hasta angustioso. En los últimos tiempos, ya ni lo hice. Desde que tengo este blog, sólo ha habido un final de año antes que éste y admito que he tenido que ir a la entrada correspondiente para ver qué había escrito.
 
Éste ha sido un año bastante mierdoso en general, pero si miro atrás, en mi caso, no ha sido tan malo. Qué va. Con la historia de GordiPé de las trece cosas que nos hacen sonreír o ser felices o llenarnos de buen rollo, empecé a pensar a ver si era capaz de encontrar trece cosas de mi año que me provocaran eso. Y flipé. Porque me salían más de trece. Eso sí, tengo que admitir que algunas de ellas las he recordado mirando el blog, porque las había olvidado. Creo que pongo tanto empeño en olvidar algunas cosas malas que, sin querer, algunas buenas desaparecen misteriosamente de mi mente. Es así, esta cabecita mía.

Ahí van algunas de las cosas que me han hecho feliz este año. Trece para ser exactos.

1. Las agujas. Esto debe sonar a marujeo total, pero tejer me hace feliz. Aunque empecé en 2012, ha sido este 2013 en el que me he lanzado más. Gorritos, cuellos, faldas, mantitas. Ahora ya me lanzo a todo. Aunque ahora mismo sufro una pequeña crisis tejedora, ya que estoy a punto de deshacer el que iba a ser mi primer jersey, cuando ya está casi, casi listo. Pero es que es demasiado grande. Y ya que hacemos las cosas, las hacemos bien.
 
2. Una carretera costera en Irlanda del Norte. Porque, a pesar de todo, fue una pasada.

3. Una cerveza y un libro en el Cap de Creus. Uno de mis lugares a los que volvería siempre. Siempre.

4. Namibia. Con todo lo que significa. Siempre me da una pereza mortal ir: demasiadas horas de avión, demasiado trabajo, un lugar tan fascinante como extraño. Pero Namibia tiene algo mágico, especial. Horas y horas de trabajo se compensan viendo lobos marinos, paseando por el desierto, comiendo junto a flamencos, visitando Etosha, comprando telas o presumiendo de mis trencitas namibias. He pasado cinco semanas de este año allí, más una el año pasado. Tras mi isla natal y Creta, es el tercer lugar en tierra firme en el que más tiempo he estado en mi vida. El mar va aparte.

5. El mar. Siempre el mar. He pasado un mes este año, con momentos más o menos buenos. Me quedo con la primera semana en el mar, en un barco que no conocía, una campaña compacta, tranquila, curiosa e irrepetible.
 
6. Una velada con Joseph Fiennes. Uff. Qué momento.

7. Mi coche nuevo. Vale, sí, esto es materialista total, pero comprarme CocheCapricho fue lo que necesitaba en ese momento. Y estoy encantada de haberlo conocido. Muy encantada.

8. Las albonquetas. Por el momento risas que conllevaron. Y todos los momentos de risa tonta y absurda que he pasado con mi familia, con mis amigos; esas cervezas, vinos o copas compartidas. Esas explosiones de risa en momentos absurdos son lo más de lo más. Esas confidencias delante de un vaso de lo que sea son también lo más de lo más. Ver reír a la gente de tu alrededor. Reír con ellos. Estar con la gente que quieres. Compartir con ellos. ¿Hay algo mejor?

9. El lindy hop. Llevo ya meses escuchando swing y viendo bailar lindy hop. Incluso en verano fui a una clase. Pero con tanto ir y venir de aviones, no me he puesto en serio a aprender a bailar. El otro día, fui a otra clase y flipé. Quiero bailar lindy. ¡Ya! ¡Quiero ser una hopper!

10. El monasterio, el cementerio y Venecia. Cómo un viaje de trabajo se convierte además en un viaje con amigos. Volver a Venecia. Visitar un cementerio mágico. Y volver a un monasterio aislado del mundo en el encontrar esa paz que a veces todos necesitamos. Todo fue genial.

11. El casino de Constanza. No me entusiasmó especialmente el viaje a Rumanía, nada, pero cuando vi el casino de Constanza, a la cálida luz del atardecer, emitiendo toda su magia, caí rendida a sus pies. Sin contemplaciones.

12. Asturias y la supervivencia de las plantas. Me gustó volver a Asturias. El rato que pasamos sentados en un banco en Cudillero es de lo mejorcito del año. Sin duda. Pero hubo muchos otros momentos, como el baño en la playa de San Antolín, el mejor del año. Relacionado con este viaje, me quedo con el montaje que hice para que mis plantas sobrevivieran en mi ausencia. Y hablando de plantas… mis plantas… mis ginkgos… verlos crecer es de lo mejorcito de cualquier año. 

13. El espectáculo navideño de luces y música en Bruselas. Mi relación amor-odio con Bruselas tendió inexorablemente hacia el amor cuando vi en la Grand Place un espectáculo de luces y música que me puso los pelos de punta. Qué maravilla.

Como decía, ha habido más de trece momentos buenos este año, muchos más. Y espero que 2014 traiga todavía más. Para mí y para todos.
 

Feliz entrada de año.