Hoy hace dos semanas que llegué a Copenhague y que fui a ver La Sirenita.
La vi por primera vez de lejos, en octubre de 2011, en mi primer viaje a Copenhague, en un paseo turístico en barco, desde el canal. Pero tenía ganas de verla desde tierra y fue en este tercer viaje a esta ciudad cuando, por fin, la vi.
Todo el mundo dice que es muy pequeña, que el largo paseo hasta llegar a ella no (siempre) vale la pena. Blablablá. Tonterías.
Yo divido las cosas que veo en los lugares que visito en dos: las que hacen que me pare unos instantes a saborearlas, a disfrutarlas y las que no.
La Sirenita entra en el primer grupo.
Llegamos con una bonita luz pre-crepuscular. Me pareció un lugar único, una escultura única, un momento único. Y, con la (paciente) complicidad de mi compañero de paseo, me senté allí un buen rato, contemplándola, haciéndole fotos, a ella y al cisne que llegó a saludarla, ignorando a los (muchos) turistas que la rodeaban, por tierra y por mar, disfrutando de esa luz, de ese momento, de ese lugar.
Fueron las únicas fotos que hice con la réflex en todo el viaje.
Endevé...que rebonico. FIN ¿verdad? ;-) :*
ResponderEliminarNi principio ni fin. La Sirenita es la Sirenita. Y punto.
Eliminar