jueves, 25 de abril de 2013

Hormigas namibias paseando por mi escritorio

Son mi única compañía, en las tardes-noches de estos días, las hormigas namibias. No me caen muy bien, me dan bastante repelús. Pero están ahí y, por mucho que haga para evitarlas, de vez en cuando aparecen: una solitaria, unas cuantas juntas, de distintos tamaños y (juraría) formas. Se pasean por encima de mi escritorio, en la habitación del hotel, mientras trabajo un rato por las noches, respondo correos o simplemente leo noticias o blogs. Son unas impertinentes: se pasean sin reparo por el cargador del portátil, por mis cuadernos, por el teclado. Son pequeñajas pero valientes, acercándose a mi sin temor a que las machaque; son intrépidas, subiendo por paredes verticales sin dudarlo ni un segundo. Aparecen cuando menos me lo espero, donde menos me lo espero: dentro del armario, junto a la tele, en una pared, recorriendo una puerta, en el baño. Pero cada noche, sí, cada noche, alguna de ellas se pasea, impune, por mi escritorio.

Si tengo que escoger una palabra que defina África, al menos lo poco que conozco de África, es melancolía. Este lugar, esta ciudad, estas tierras, me provocan melancolía. Calles enormes casi vacías, espacios amplios y abiertos, el inmenso océano, el interminable desierto. Melancolía. ¿No hay una peli que se llama así? Tendré que verla.

Ayer sentía eso, melancolía, de camino a este gimnasio, donde fui una clase de yoga. Un gimnasio en teoría en mitad de una ciudad, pero en realidad en mitad de un descampado inmenso. Un gimnasio nuevo, moderno, muy europeo en mitad de África. Son curiosos los contrastes de este país. También sentí melancolía a la vuelta al hotel, a las 8 de la noche, noche cerrada ya desde un par de horas antes, calles más que desiertas, totalmente abandonadas, hasta la entrada del hotel cerrada a cal y canto como si fueran las tantas de la madrugada.

Hacía mucho que no hacía yoga. Me vino genial. Incluso las agujetas de hoy no son demasiado insoportables.

En la foto, hormigas namibias paseando por mi escritorio (bueno, en este caso, huyendo del escritorio pared arriba), con cable de portátil en primer (y borroso) plano.

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