Políticamente, las Islas Baleares son un archipiélago formado por cuatro islas principales y varios islotes. Geológicamente, el archipiélago está formado por dos grupos de islas, las Gimnesias (Mallorca, Menorca y sus islotes) y las Pitiusas (Ibiza, Formentera y sus islotes).
Aunque no os lo creáis, he pasado más de 30 años viviendo en las Gimnesias y nunca había ido a las Pitiusas. Es lo que tiene la insularidad, sobre la que he estado pensando mucho últimamente y sobre la que escribiré una entrada un día de estos.
Esta Semana Santa, he cubierto un vacío que tenía pendiente: ir a las Pitiusas, concretamente a Ibiza (o Eivissa), la mayor de ellas, la isla de todos los santos, sí esa isla en la que (casi) todas las poblaciones se llaman San o Santa algo. Excepto su capital.
Ibiza es el nombre con el que el mundo mundial conoce a la isla, Eivissa como la conocemos los habitantes de las islas. Eivissa es también el nombre de su capital, aunque, del mismo modo que para los isleños la capital de Mallorca no es Palma (ni mucho menos Palma de Mallorca) sino Ciutat, la capital de Ibiza no es Eivissa (ni mucho menos Ibiza) sino Vila.
Somos así los isleños.
A lo que iba. Me fui seis días (no llegó) a la isla de todos los santos. Pasé la mitad del tiempo sin maleta y la otra mitad con un virus intestinal. Un gran estreno para mi primer viaje vacacional en Semana Santa.
Pero, a pesar de todo, tuve tiempo de pasear, ver cosas, llegar a calas perdidas, visitar mercadillos hippies, hacerme a la idea de la locura que debe ser esa isla en verano, disfrutar de mares cristalinos y flipar con casas blancas. Hasta de ir a Formentera. Pero Formentera se merece entrada propia. Ya llegará.
domingo, 12 de abril de 2015
miércoles, 8 de abril de 2015
Teatro
Contaba el otro día que tenía pendiente reseñar varias obras de teatro que he ido a ver en los últimos meses. Cuatro, para ser exactos. No sabía muy bien cómo enfrentarme a ellas, por miedo a que me quedara un post muy largo, y me llegué a plantear dedicarles un día a cada una, en plan “lunes de teatro”. Mira tú por dónde, así hubiera tenido un post por semana sobre teatro durante un mes. Pero al final, me he rajado y he vuelto a la idea inicial de agruparlas en un único post. Llevo demasiados días sin publicar y, en un par de semanas, voy a pasar casi tres (semanas) sin apenas conexión, así que o publico todo hoy o se queda en el limbo de los borradores.
“80’s. Ombres de dona” de EmbruixArt es una de esas obras de las que no conviene contar demasiadas cosas, porque hay muchas sorpresas dentro. Pero lo que sí que puedo decir es que es un homenaje a las películas de Almodóvar, a sus canciones y a sus mujeres. Música, baile, la atmósfera brillante del cine almodovariano y varias historias de mujeres. Ya hace unos meses que la vi, pero este fin de semana la vuelven a representar, así que la recomiendo y no sólo porque salga un amigo mío, que también.
En el fin de semana largo vacacional de finales de enero, aprovechamos la visita a Barcelona para ir a ver un musical, “Sister Act”. Algunos de los componentes del grupo defrikis amigos que fuimos tienen por costumbre ir al teatro cada año en este viaje, pero para mí fue la primera ocasión. Y valió la pena. La historia es bastante conocida: cabaretera de poca monta, testigo de un asesinato, tiene que refugiarse en un convento de monjas. Las canciones son diferentes a las de la película, pero todo el montaje destila alegría, buen rollo y positivismo por los cuatro costados. Me lo pasé pipa.
Fui a ver la última función de “Hello musik” casi de casualidad. Y no sé muy bien cómo definirla: tenía algo de concierto de un coro (el Mallorca Gay’s Chorus, que ya había visto antes), pero también tiene teatro, es casi, casi un musical, pero no llega a serlo. O sí. Bueno, es todo eso y un algo más. Es también un homenaje a “Sonrisas y lágrimas”, a su historia y sus canciones, pero también a otros muchos musicales. Lo pasamos muy, muy bien. Reímos y lloramos de risa, cantamos y bailamos. No sé cómo, pero acabé bailando en el escenario, como ya pasó la última vez que fui a ver un concierto de música coral, hace un año, allá por el Hemisferio Sur. Y yo tan feliz.
No había visto nunca representada “El método Grönholm”, ni tampoco la película basada en el texto, aunque sabía de qué iba. Me sorprendió mucho, muchísimo y para bien. Quiero decir, me la esperaba buena, pero el texto es fabuloso, me pasé media obra pensando “Ojalá yo fuera capaz de escribir algo así”. Y la versión que yo vi fue maravillosa, con unos actores entregados y con un toque divertido que, por lo que me han contado, no está en todas las adaptaciones. Sublime, de verdad.
Pues no ha sido para tanto. Pero ya lo dicen, lo bueno si breve, dos veces bueno.
“80’s. Ombres de dona” de EmbruixArt es una de esas obras de las que no conviene contar demasiadas cosas, porque hay muchas sorpresas dentro. Pero lo que sí que puedo decir es que es un homenaje a las películas de Almodóvar, a sus canciones y a sus mujeres. Música, baile, la atmósfera brillante del cine almodovariano y varias historias de mujeres. Ya hace unos meses que la vi, pero este fin de semana la vuelven a representar, así que la recomiendo y no sólo porque salga un amigo mío, que también.
En el fin de semana largo vacacional de finales de enero, aprovechamos la visita a Barcelona para ir a ver un musical, “Sister Act”. Algunos de los componentes del grupo de
Fui a ver la última función de “Hello musik” casi de casualidad. Y no sé muy bien cómo definirla: tenía algo de concierto de un coro (el Mallorca Gay’s Chorus, que ya había visto antes), pero también tiene teatro, es casi, casi un musical, pero no llega a serlo. O sí. Bueno, es todo eso y un algo más. Es también un homenaje a “Sonrisas y lágrimas”, a su historia y sus canciones, pero también a otros muchos musicales. Lo pasamos muy, muy bien. Reímos y lloramos de risa, cantamos y bailamos. No sé cómo, pero acabé bailando en el escenario, como ya pasó la última vez que fui a ver un concierto de música coral, hace un año, allá por el Hemisferio Sur. Y yo tan feliz.
No había visto nunca representada “El método Grönholm”, ni tampoco la película basada en el texto, aunque sabía de qué iba. Me sorprendió mucho, muchísimo y para bien. Quiero decir, me la esperaba buena, pero el texto es fabuloso, me pasé media obra pensando “Ojalá yo fuera capaz de escribir algo así”. Y la versión que yo vi fue maravillosa, con unos actores entregados y con un toque divertido que, por lo que me han contado, no está en todas las adaptaciones. Sublime, de verdad.
Pues no ha sido para tanto. Pero ya lo dicen, lo bueno si breve, dos veces bueno.
viernes, 27 de marzo de 2015
Pues claro
Ya lo conté el otro día, estuve en Roma de viaje relámpago. Apenas 48 horas y, aún así, encontré tiempo para cenar en mi restaurante preferido, comprar en mi papelería favorita y para salir de mi zona de confort romana para visitar varias cosas nuevas (incluyendo un cementerio, pero también un museo y una iglesia). Tal vez, sólo tal vez, alguien se preguntará si he vuelto a Piazza di Trevi.
Podría decir que no, que he cumplido mi promesa y no fui a visitar mi adorada Fontana.
Mentiría.
Y, para mi sorpresa, luce así de bella, sin muchos de los andamios que la cubren desde hace meses.
En mi defensa, diré que veníamos de cenar y que algo de alcohol corría por mis venas. Así que decidimos volver al hotel haciendo un rodeo. Un rodeo de hora y media. Recorriendo algunos de los puntos claves (y que ya me conozco de memoria) de Roma. Y comiendo helado. Una maravilla.
Así que sí, lo admito, he vuelto a la Fontana de Trevi.
Pues claro.
Podría decir que no, que he cumplido mi promesa y no fui a visitar mi adorada Fontana.
Mentiría.
Y, para mi sorpresa, luce así de bella, sin muchos de los andamios que la cubren desde hace meses.
En mi defensa, diré que veníamos de cenar y que algo de alcohol corría por mis venas. Así que decidimos volver al hotel haciendo un rodeo. Un rodeo de hora y media. Recorriendo algunos de los puntos claves (y que ya me conozco de memoria) de Roma. Y comiendo helado. Una maravilla.
Así que sí, lo admito, he vuelto a la Fontana de Trevi.
Pues claro.
jueves, 26 de marzo de 2015
Dos de Agatha Christie
Sigo con mi racha de libros de Agatha Christie. Y como llevo un poco de retraso reseñando libros, esta vez tocan dos de golpe, “Asesinato en el campo de golf” y “El secreto de Chimmeys”.
El primero lo protagoniza Poirot y es una historia sí, de un asesinato en un campo de golf, de esas que se van enrevesado de manera que crees que no se llegará a resolver… Pero Poirot es mucho Poirot y es capaz de resolver un crimen más complicado de lo que en principio parece. Me gustó mucho, lo disfruté y de verdad que en algún momento pensé que no se resolvería. Inocente yo, Agatha Christie sí que es mucha Agatha Christie.
Creo que “El secreto de Chimmeys” es el libro de esta autora que menos me ha gustado de momento, lo que no quiere decir que no me haya gustado. Es una historia que se inicia en África y en la que aparecen países imaginarios como Herzoslovaquia y en la que se entremezclan nobles, políticos y personajes variopintos. En realidad me costó un poco arrancarlo, cuando ya llevaba bastantes páginas sí que me animé más y al final lo disfruté mucho. Pero tampoco es cuestión de escribir maravillas de todos sus libros. Bueno, igual sí.
Ahora estoy en un receso de novelas de Agatha Christie. Bueno, estoy en un receso lector, a medias con dos libros que debería acabar y lanzarme a otras cosas. Serán cosas de la primavera.
El primero lo protagoniza Poirot y es una historia sí, de un asesinato en un campo de golf, de esas que se van enrevesado de manera que crees que no se llegará a resolver… Pero Poirot es mucho Poirot y es capaz de resolver un crimen más complicado de lo que en principio parece. Me gustó mucho, lo disfruté y de verdad que en algún momento pensé que no se resolvería. Inocente yo, Agatha Christie sí que es mucha Agatha Christie.
Creo que “El secreto de Chimmeys” es el libro de esta autora que menos me ha gustado de momento, lo que no quiere decir que no me haya gustado. Es una historia que se inicia en África y en la que aparecen países imaginarios como Herzoslovaquia y en la que se entremezclan nobles, políticos y personajes variopintos. En realidad me costó un poco arrancarlo, cuando ya llevaba bastantes páginas sí que me animé más y al final lo disfruté mucho. Pero tampoco es cuestión de escribir maravillas de todos sus libros. Bueno, igual sí.
Ahora estoy en un receso de novelas de Agatha Christie. Bueno, estoy en un receso lector, a medias con dos libros que debería acabar y lanzarme a otras cosas. Serán cosas de la primavera.
lunes, 23 de marzo de 2015
"The Old Vic’s The Crucible" de Arthur Miller
Tengo pendiente escribir sobre varias obras de teatro que he visto en los últimos meses (¡hasta cuatro!) pero tengo hoy muy fresca la experiencia de ayer y me siento obligada a posponer las otras reseñas para escribir sobre “The Crucible”. Es una obra escrita por Arthur Miller, conocida aquí como “Las brujas de Salem” o “El crisol” y basada en los juicios reales que tuvieron lugar en Massachussetts en 1692, en los que se juzgó (y muchos casos se condenó) a bastantes habitantes de este estado acusados de brujería. Conocía la historia y la obra, pero no había visto ninguna de sus adaptaciones. Así que cuando me enteré (gracias a Bichejo) de que en Cineciutat la proyectaban la obra representada en The Old Vic Theatre, en inglés y con subtítulos en el mismo idioma, me pareció una oportunidad única para verla.
Y fue fantástico. Tres horas y media de espectáculo duro, desgarrador y doloroso, con unos actores con una energía casi desmesurada, una ambientación sobria, dura y casi tétrica y una historia tan maravillosa como terrible. Fue un auténtico espectáculo, a ratos con la piel de gallina y que creo que hasta me provocó pesadillas por la noche. La historia es dura y cruel y las interpretaciones son también duras, enérgicas y apasionadas.
Lo de ver teatro en cine me ha encantando. Y la experiencia de hacerlo en versión original la hace doblemente interesante. Me gustó mucho la experiencia y valió la pena desperezarme de una siesta que me había dejado atontada para ir. Y volver a casa casi a media noche (¡en domingo!). Espero tener oportunidad de ver otras obras de teatro así, en cine y con esa calidad.
Ah, y qué interesante Richard Armitage. Muy interesante.
Y fue fantástico. Tres horas y media de espectáculo duro, desgarrador y doloroso, con unos actores con una energía casi desmesurada, una ambientación sobria, dura y casi tétrica y una historia tan maravillosa como terrible. Fue un auténtico espectáculo, a ratos con la piel de gallina y que creo que hasta me provocó pesadillas por la noche. La historia es dura y cruel y las interpretaciones son también duras, enérgicas y apasionadas.
Lo de ver teatro en cine me ha encantando. Y la experiencia de hacerlo en versión original la hace doblemente interesante. Me gustó mucho la experiencia y valió la pena desperezarme de una siesta que me había dejado atontada para ir. Y volver a casa casi a media noche (¡en domingo!). Espero tener oportunidad de ver otras obras de teatro así, en cine y con esa calidad.
Ah, y qué interesante Richard Armitage. Muy interesante.
jueves, 19 de marzo de 2015
Hay cosas
Hay cosas de las que no os puedo hablar, porque nunca sucedieron.
Podría hablaros de luchas encarnizadas entre criaturas de razas imposibles, con pieles de colores tan inusuales como verdes o cobaltos, con números impares de extremidades, con sistemas sensoriales múltiples y con sistemas de comunicación telepático.
Podría hablaros de países tan lejanos como exóticos, habitados por tribus nómadas que, aunque nadie ha visto jamás, hay quien no duda de su existencia; de países tan cercanos como desconocidos, cuyos habitantes evitan por todos los medios ser descubiertos, aunque si lo fueran, nadie creería su existencia.
Podría hablaros de viajes en medios de transporte sorprendentes, cruceros por el Nilo a bordo de cocodrilos de tamaños imposibles, viajes a la luna a lomos de dragones alados, vuelos a los picos más altos del planeta a bordo de helicópteros rosas.
Podría hablaros de excursiones alucinantes a cuevas con formaciones geológicas que parecen esculpidas por el hombre, a profundidades marinas a bordo de pequeños submarinos ocupados por un único tripulante, a ruinas sorprendentes en lugares en los que en teoría nunca ha llegado el hombre.
Podría hablaros de historias de amores imposibles, de amores bellos y puros, de amores dolorosos y terribles, de amores sinceros, de amores falsos, de amores interesados, de amores desinteresados, de corazones rotos y de corazones reparados.
Podría hablaros de guerras que duran tantos años que sus combatientes no recuerdan ya por qué luchan, de soldados heridos de gravedad que sobreviven con la única esperanza de volver a ver los ojos de su amada, de niños perdidos en campos minados de los que, nadie sabe cómo, logran salir milagrosamente.
Podría hablaros de princesas encerradas en torres de alturas imposibles que, cansadas de esperar a su príncipe azul, aprenden a escalar y descienden de sus torres sin ni siquiera un rasguño; de príncipes perdidos en mitad de la jungla, por haber hecho caso a enanitos burlones con los que se encontraron en la última intersección de caminos.
Podría hablaros de camellos que corren a través del desierto a velocidades impensables, de hombres con turbantes y miradas misteriosas a lomo de dichos camellos, de mujeres de ojos profundos, con las que si te atreves a cruzarte en su camino, son capaces de destruirte con su mirada.
Podría hablaros de niñas que piden oscuros deseos a la luna, de lunas que cumplen oscuros deseos de niñas desoladas, de jóvenes que descubren un poder incontrolable bajo la luna, de lunas que se ríen al saberse responsables del descontrol de jóvenes.
Podría hablaros de hadas furiosas, que ponen trampas para los caminantes que osan pasear por su reino; de brujas buenas que velan por el intranquilo sueño de niños enfermos; de enanos saltarines que hacen las delicias de comerciantes borrachos; de curanderos misteriosos cuyas pócimas humean con mil colores diferentes.
Podría hablaros de puestas de sol interminables, de noches eternas, de amaneceres increíbles, de tormentas silenciosas, de nevadas inesperadas, de cielos estrellados, de ríos desbordados y de mares desiertos por la avaricia humana.
Podría hablaros de bancos de peces que saltan bajo la luz de la luna, de delfines soñadores que añoran a los humanos, de gacelas saltarinas que se burlan juguetonas de leones en reposo, de elefantes despistados que se enamoran de rinocerontes, de árboles centenarios que desaparecen bajo las llamas de un incendio provocado, de águilas soñadoras, de erizos valientes y de tortugas corredoras.
Podría hablaros de tantas cosas…
Pero hay cosas de las que no os puedo hablar, porque nunca sucedieron. Aunque precisamente por eso, tal vez exactamente por eso, debería hablaros de ellas.
En la foto, un arcoiris (y un poco más) del otro día. Cuando llueve y hace sol, pasan estas cosas.
Podría hablaros de luchas encarnizadas entre criaturas de razas imposibles, con pieles de colores tan inusuales como verdes o cobaltos, con números impares de extremidades, con sistemas sensoriales múltiples y con sistemas de comunicación telepático.
Podría hablaros de países tan lejanos como exóticos, habitados por tribus nómadas que, aunque nadie ha visto jamás, hay quien no duda de su existencia; de países tan cercanos como desconocidos, cuyos habitantes evitan por todos los medios ser descubiertos, aunque si lo fueran, nadie creería su existencia.
Podría hablaros de viajes en medios de transporte sorprendentes, cruceros por el Nilo a bordo de cocodrilos de tamaños imposibles, viajes a la luna a lomos de dragones alados, vuelos a los picos más altos del planeta a bordo de helicópteros rosas.
Podría hablaros de excursiones alucinantes a cuevas con formaciones geológicas que parecen esculpidas por el hombre, a profundidades marinas a bordo de pequeños submarinos ocupados por un único tripulante, a ruinas sorprendentes en lugares en los que en teoría nunca ha llegado el hombre.
Podría hablaros de historias de amores imposibles, de amores bellos y puros, de amores dolorosos y terribles, de amores sinceros, de amores falsos, de amores interesados, de amores desinteresados, de corazones rotos y de corazones reparados.
Podría hablaros de guerras que duran tantos años que sus combatientes no recuerdan ya por qué luchan, de soldados heridos de gravedad que sobreviven con la única esperanza de volver a ver los ojos de su amada, de niños perdidos en campos minados de los que, nadie sabe cómo, logran salir milagrosamente.
Podría hablaros de princesas encerradas en torres de alturas imposibles que, cansadas de esperar a su príncipe azul, aprenden a escalar y descienden de sus torres sin ni siquiera un rasguño; de príncipes perdidos en mitad de la jungla, por haber hecho caso a enanitos burlones con los que se encontraron en la última intersección de caminos.
Podría hablaros de camellos que corren a través del desierto a velocidades impensables, de hombres con turbantes y miradas misteriosas a lomo de dichos camellos, de mujeres de ojos profundos, con las que si te atreves a cruzarte en su camino, son capaces de destruirte con su mirada.
Podría hablaros de niñas que piden oscuros deseos a la luna, de lunas que cumplen oscuros deseos de niñas desoladas, de jóvenes que descubren un poder incontrolable bajo la luna, de lunas que se ríen al saberse responsables del descontrol de jóvenes.
Podría hablaros de hadas furiosas, que ponen trampas para los caminantes que osan pasear por su reino; de brujas buenas que velan por el intranquilo sueño de niños enfermos; de enanos saltarines que hacen las delicias de comerciantes borrachos; de curanderos misteriosos cuyas pócimas humean con mil colores diferentes.
Podría hablaros de puestas de sol interminables, de noches eternas, de amaneceres increíbles, de tormentas silenciosas, de nevadas inesperadas, de cielos estrellados, de ríos desbordados y de mares desiertos por la avaricia humana.
Podría hablaros de bancos de peces que saltan bajo la luz de la luna, de delfines soñadores que añoran a los humanos, de gacelas saltarinas que se burlan juguetonas de leones en reposo, de elefantes despistados que se enamoran de rinocerontes, de árboles centenarios que desaparecen bajo las llamas de un incendio provocado, de águilas soñadoras, de erizos valientes y de tortugas corredoras.
Podría hablaros de tantas cosas…
Pero hay cosas de las que no os puedo hablar, porque nunca sucedieron. Aunque precisamente por eso, tal vez exactamente por eso, debería hablaros de ellas.
En la foto, un arcoiris (y un poco más) del otro día. Cuando llueve y hace sol, pasan estas cosas.
martes, 17 de marzo de 2015
La caja de las muestras
Creo que lo he contado alguna vez: empecé a tejer dos semanas de defender mi tesis doctoral, como método para relajarme, para olvidarme de lo que se me venía encima, de no pensar al menos durante un ratito cada día que estaba a punto de jugarme mis últimos diez años de trabajo investigador en sólo un par de horas. Fue una terapia alucinante, que me enganchó a las agujas y me descubrió todo un mundo que me encanta, aunque mucha gente no lo entiende (sin ir más lejos, conozco a una gafapasta por ahí que me puso por escrito lo de “lo que tienes que hacer es tejer menos y salir más”. Sí, voy).
La cuestión es que de eso hace ya dos años y medio y, a pesar del poco tiempo transcurrido, creo que he evolucionado mucho como tejedora. Al principio fui impaciente, quería acabarlo todo ya. Empezar un proyecto y tenerlo en mis manos listo en un plis. Y eso es imposible en el mundo de las agujas. Está claro que hay proyectos más largos que otros, pero siempre, siempre requieren una cierta dosis de paciencia, de saber encontrar los tiempos, de saber esperar a ver completado un proyecto. No siempre es posible tejer todo lo que una quisiera, ni a la velocidad deseada.
Como decía, antes era impaciente y, al principio, nunca hacía una muestra. Una muestra es simplemente probar la lana que vas a usar con las agujas que vas a trabajar y compararla con la muestra que describe el patrón. Es una manera de asegurarte que, si sigues un patrón de una talla determinada, conseguirás el resultado esperado. Al principio, en realidad, no las necesitaba: para tejer bufandas y cuellos, se puede improvisar sin problema. Pero con el tiempo, me di cuenta que tejer la muestra me servía de mucho, no sólo para comprobar que las cosas van a salir bien, sino para familiarizarte con la lana y los puntos. La cuestión es que, a lo tonto, empecé a tejer muestras (que es lo que toca) y las tenía por ahí dispersas. Un día pensé que sería mejor tenerlas todas juntas. Primero pensé en engancharlas en un cuaderno, hacer uno personalizado, del tamaño y tipo de páginas adecuado, en plan scrapbooking. Pero yo de eso no sé nada y necesitaba algo más inmediato. Luego recibí como regalo un libro y mi cuaderno de deseos dentro de una caja floreada (del tamaño de una caja de zapatos) y, pocos días después, decidí que la caja era perfecta para guardar muestras.
Así que fui buscando las muestras que tenía por ahí y… bueno, no son tantas, pero ya tengo algunas. A cada una le he ido enganchando una etiqueta de la lana con la que están tejidas y otra etiqueta con información sobre la muestra (número de puntos, número de vueltas y tipo de punto). Primero las etiquetas fueron sólo hojas de papel. Después intenté conseguir algunas más bonitas, pero de lo que vi, nada me convenció. Así que, al final, me hice yo misma las etiquetas, con papel de carta azul que tenía por casa y washitape. La caja, además, cabe perfectamente en mi mueble del comedor, así que me parece un elemento decorativo maravilloso.
Tengo ganas de ver cómo se va llenando la caja. En las fotos, la caja. Y las muestras.
La cuestión es que de eso hace ya dos años y medio y, a pesar del poco tiempo transcurrido, creo que he evolucionado mucho como tejedora. Al principio fui impaciente, quería acabarlo todo ya. Empezar un proyecto y tenerlo en mis manos listo en un plis. Y eso es imposible en el mundo de las agujas. Está claro que hay proyectos más largos que otros, pero siempre, siempre requieren una cierta dosis de paciencia, de saber encontrar los tiempos, de saber esperar a ver completado un proyecto. No siempre es posible tejer todo lo que una quisiera, ni a la velocidad deseada.
Como decía, antes era impaciente y, al principio, nunca hacía una muestra. Una muestra es simplemente probar la lana que vas a usar con las agujas que vas a trabajar y compararla con la muestra que describe el patrón. Es una manera de asegurarte que, si sigues un patrón de una talla determinada, conseguirás el resultado esperado. Al principio, en realidad, no las necesitaba: para tejer bufandas y cuellos, se puede improvisar sin problema. Pero con el tiempo, me di cuenta que tejer la muestra me servía de mucho, no sólo para comprobar que las cosas van a salir bien, sino para familiarizarte con la lana y los puntos. La cuestión es que, a lo tonto, empecé a tejer muestras (que es lo que toca) y las tenía por ahí dispersas. Un día pensé que sería mejor tenerlas todas juntas. Primero pensé en engancharlas en un cuaderno, hacer uno personalizado, del tamaño y tipo de páginas adecuado, en plan scrapbooking. Pero yo de eso no sé nada y necesitaba algo más inmediato. Luego recibí como regalo un libro y mi cuaderno de deseos dentro de una caja floreada (del tamaño de una caja de zapatos) y, pocos días después, decidí que la caja era perfecta para guardar muestras.
Así que fui buscando las muestras que tenía por ahí y… bueno, no son tantas, pero ya tengo algunas. A cada una le he ido enganchando una etiqueta de la lana con la que están tejidas y otra etiqueta con información sobre la muestra (número de puntos, número de vueltas y tipo de punto). Primero las etiquetas fueron sólo hojas de papel. Después intenté conseguir algunas más bonitas, pero de lo que vi, nada me convenció. Así que, al final, me hice yo misma las etiquetas, con papel de carta azul que tenía por casa y washitape. La caja, además, cabe perfectamente en mi mueble del comedor, así que me parece un elemento decorativo maravilloso.
Tengo ganas de ver cómo se va llenando la caja. En las fotos, la caja. Y las muestras.
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