martes, 11 de noviembre de 2014

Películas


Hoy tocan unas cuantas películas que he visto en los últimos tiempos, hay un poco de todo, son películas que he encontrado al azar (o no) viendo la tele. Nada de cine en los últimos meses, qué pena.

No había visto hasta ahora “Tú la letra y yo la música” de Marc Lawrence. Comedia romántica (o lo que sea) con Hugh Grant y Drew Barrymore, sobre un cantante de pop cuyo momento de gloria ha pasado que se dedica a componer canciones para otros y una chica que aparece en su vida y compone con él. Nada especial, una película sin pretensiones, para ver en una tarde tonta. No me ha cambiado la vida, pero se deja ver.


De “Y entonces llegó ella” de John Hamburg no puedo decir mucho más, si acaso algo menos. Ben Stiller es un recién casado cuya mujer le pone los cuernos en el viaje de novios y, de vuelta a su vida normal sin esposa, se reencuentra con una vieja amiga, Jennifer Aniston, con la que empieza a verse frecuentemente. Intenta ser algo más que la comedia romántica tradicional al uso, con algún toque rozando el surrealismo (intentando imitar a “Algo pasa con Mary”) pero no me acaba de parecer que funcione.

“Winter’s bone” de Debra Granik no la pillé de casualidad, vi que la hacían en la tele y la quise ver. No sabía ni que existía esta película, pero me pareció interesante, tenía buena pinta y aparece Jennifer Lawrence, que me parece una gran actriz, mucho más allá de la Katniss Everdeen de “Los Juegos del Hambre”. Es la historia de una adolescente en la América profunda que se encarga de cuidar de sus hermanos pequeños y de su madre enferma y de la búsqueda de su padre, que debe aparecer si no quieren quedarse en la calle. Una historia sencilla, dura y algo gris, pero bien contada e interpretada. Y ver a Garret Dillahunt, el alocado abuelo de “Hope” en la serie del mismo nombre, haciendo de sheriff una peli tan seria me ha hecho mucha gracia.


“El secreto de los MacCann” de Tim McCanlies. La pillé empezaba y creía que no iría más allá de un simple divertimento, pero es una gran película. Un jovencito, Haley Joel Osment, se ve obligado a pasar un verano lejos de su madre, en la granja de sus tíos, los estupendos Michael Caine y Robert Duvall, que pronto empiezan a contarle sus maravillosas (y probablemente fantasiosas) aventuras cuando viajaron por África. Película sencilla pero recomendable, muy agradable y entrañable. Y encima sale un ratito Josh Lucas, como el protagonista ya adulto, un tipo muy interesante.



“Unidos por un sueño” de Sebastian Grobler es una película alemana protagonizada por mi adorado Daniel Brühl. Basada en hechos reales, es la historia de un profesor que empieza a trabajar en un internado alemán a finales del siglo XIX, enseñando inglés. Lo que en un principio debían ser unas clases de inglés acaban siendo también clases de fútbol, un deporte que pronto tachan sus superiores de anti-alemán. Es una película maravillosa, con un toque a “El club de los poetas muertos”, estupendamente hecha y redonda. Me gustó mucho, mucho, mucho. Y eso que el fútbol, a mí, plín. Da gusto ver películas tan bien rodadas y que cuentan tantas cosas importantes de manera tan sencilla. Muy recomendable.



Creo que había visto varios trozos de “Sucedió en Manhattan” de Wayne Wang alguna vez. A mí, Jennifer López ni me cae bien ni mal, me deja sumamente indiferente. Pero Ralph Fiennes me encanta mucho, bueno, me encantaba cuando tenía pelo (su hermano también me parece un tipo 10). Así que la vi para disfrutarlo un poco y por poder decir que he visto la película entera. Comedia romántica sin más pretensiones, agradables hasta casi lo infantiloide, pero bueno, lo que me esperaba, no engañan a nadie.

Pillé “Enamorarse” de Ulu Grosbard también empezada, pero como la he visto ya varias veces, tampoco pasa nada. Esta película me encanta siempre, me encanta Meryl Streep (es de esas actrices que me creo todo lo que hace) y me encanta Robert de Niro (ídem). La historia de dos adultos casados que se conocen por casualidad y, casi sin darse cuenta, se enamoran. Es una película preciosa, casi dolorosa. No me canso de verla. Y creo que me estoy haciendo mayor porque Robert de Niro me ha parecido en esta película terriblemente interesante.

“Postdata: te quiero” de Richard LaGravenese también la pillé empezada y también la he visto mil veces, pero no me importa. Me encanta. Mucho. Es la historia de una joven viuda (Hilary Swank) que trata de superar la pérdida de su marido (Gerard Butler, con cierta tendencia a ir sin camiseta, hmmm) mientras recibe cartas enviadas por éste antes de su muerte. Me encanta la película tanto por la historia como por los actores, incluyendo un montón de maravillosos secundarios (Lisa Kudrow, Harry Connick Jr., Gina Gershon, Jeffrey Dean Morgan, Kathy Bates). Y, encima, sale Irlanda. Estupenda.


lunes, 10 de noviembre de 2014

Responsabilidades

En el segundo festival de primavera de este año, pasó una cosa que afectó a terceras personas.

Llamémoslo el incidente de las galletas.

El incidente fui algo así: iba yo de copiloto por mitad del festival de primavera cuando, sin querer, pasamos por encima del stand que tenía las galletas. Yo no conducía el camión (un camión muy, muy grande) y como el stand era muy pequeñito, no lo vi, pero ni el conductor jefe ni su ayudante tampoco vieron el stand. Como consecuencia, nos llevamos por delante el stand, las galletas y hasta el horno. Como consecuencia de nuestros actos una persona se quedó sin poder hacer (y vender) galletas durante un tiempo.

Para solucionar el problema, tuve que hacer un informe sobre el incidente de las galletas. Me ha llevado más tiempo del que debería, por mil y motivos que no vienen al caso, pero la cuestión es que me ha sorprendido la respuesta que ha tenido mi informe. Ya la primera persona que se lo mostré me dijo que me inculpaba demasiado. En el informe, asumía mi responsabilidad por no haber comunicado al conductor que el stand de las galletas podría estar allí. Llevo ya varios años organizando el festival de primavera y sé que, cada año, el stand de las galletas está más o menos en el mismo lugar. Al menos sé que por la zona suele haber stands como el de las galletas, pequeñitos y difíciles de ver. Cada año compruebo que con el camión no pasamos cerca para no tener problemas pero este año me despisté. Eso, unido a que era la primera vez que este camión y su conductor venían al festival hizo que aquello acabara como el rosario de la aurora. Pero yo asumía que había sido culpa mía, porque yo debería haber avisado.

La cuestión es que acabé suavizando el informe, diciendo que era mi culpa, pero no insistiendo tanto. Envié el informe al jefe de todos los festivales (los hay de primavera, de verano y ¡hasta de otoño e inverno!) y le pareció estupendo, excepto lo de que asumiera la responsabilidad. Al final, me dijo algo así que antes de enviarlo a los grandes jefes de la capital del Reino (que a su vez se lo tienen que enviar a otros grandes jefes de la misma capital), lo hiciera más descriptivo, sin asumir la responsabilidad claramente, porque en realidad, en el camión iba más gente que tenía que haber estado pendiente del stand de las galletas.

Yo, que soy muy obediente, hice caso, claro. Y aunque no sé cómo acabará esta historia, esto me ha enseñado una cosa tan real y habitual en este país nuestro como ésta: aquí nadie asume las responsabilidades. Ni el último mono ni el más alto político. Nadie es capaz de entonar un mea culpa y asumir que una decisión tomada ha sido errónea. No sólo eso. Si alguien levanta la mano y dice “Sí, he sido yo”, todo el mundo se sorprende. Y hasta está mal visto. Parece que a nadie le gusta que se encuentren culpables de los fallos y los errores, parece que ofende que alguien acepte que se equivocó, que hizo algo mal y ese error tuvo consecuencias en otras personas. Y me flipa, me flipa mucho, porque lo de tirar balones fuera me parece de cobardes y de incompetentes. Y, por lo visto, de esos los hay por todas partes.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Noviembre 2008

Sábado, 1 de noviembre de 2008.

Creta (Grecia).

Sopla viento sur. Las temperaturas son inusualmente altas para la época del año.

Conduzco un pequeño coche rojo. Quedan tres semanas para que abandone Creta y aprovecho que ya ha acabado la temporada veraniega para alquilar un coche durante ese tiempo a un precio razonable. “Es rojo, ¡siempre he querido un coche rojo!”, le había dicho el día anterior al tipo que lleva meses alquilándome un diminuto coche amarillo algunos fines de semana, con el que he recorrido casi toda la isla. “Si me lo llegas a decir antes, te doy uno rojo en vez del amarillo”, me dice.


He salido de casa temprano. De ese diminuto apartamento a unos 15 Km al este de Heraklion rodeado de olivos y con vistas al mar que ha sido mi hogar durante los últimos meses. En el maletero, la toalla de la playa, algo de comida y ropa para pasar dos días fuera. Aún no sé dónde dormiré esa noche.

Me dirijo al oeste. Y luego al sur. Atravieso un túnel escarbado en la roca, de un solo carril y con un semáforo que regula el tráfico. Cruzo pueblos desiertos, casas abandonadas e iglesias blancas y azules. Conduzco durante horas. Y llego a un monasterio junto a aguas cristalinas, Chryssokalitissa. Me paro, aparco y paseo por su silencio.










Sigo hacia el sur, sabiendo que mi destino está próximo. Y, por fin, llego a la playa de aguas cristalinas y arenas rosadas. Elafonissi. He oído hablar tanto de ella… Está nublado, hay algo de viento, pero el viento sur es cálido y en seguida me lanzo al agua. Por supuesto. Soy casi la única visitante de la playa. Ya no hay turistas, ya es temporada baja y estoy conociendo una Creta mucho más sosegada y calmada que la de meses atrás. Paseo, nado, hago fotos y espanto lagartijas que quieren comerse mi comida.







Y sale el sol. Y la playa reluce en todo su esplendor. Sí. Aguas cristalinas. Arenas rosadas. Cielos azules. La infinidad del mar, del cielo. He llegado al fin del mundo, al final de la isla y he parado a contemplarlo.







Por la tarde, sigo mi camino, por esas carreteras cretenses cuyas señales en griego ya hace mucho que entiendo perfectamente. Mi piel, oliendo a crema solar y sal marina, dice que es verano, los árboles de hojas amarillas dicen que es otoño. Más pueblos semidesérticos, más casas abandonadas. Y, de nuevo, esas señales confusas que indican al mismo lugar por dos caminos diferentes. Ah, los cretos me confunden.
 




Llego al lugar donde pasaré la noche, Palaiochora, un pequeño pueblo en una diminuta península. Al oeste, una playa de arena, sobre la que veo ponerse el sol. Al este, playa de rocas y la inmensidad de las montañas del sur. Alquilo una habitación con vistas al mar y me voy a dormir pronto. Me duele mucho la cabeza.





Por la mañana, reemprendo mi camino de vuelta al norte, más pueblos abandonados, más casas desérticas. Veo letreros en griego y alemán, que no entiendo muy bien qué pintan allí. Aún no he visitado el museo de Chania, así que aún no conozco bien la batalla de Creta y aún no estoy flipada con la historia de esta isla, pero me queda poco para estarlo. Ovejas y cabras se cruzan en mi camino. Llego a otra playa mítica por aquí, Phalasarna, pero está muy nublado y el viento sur no calienta por aquí. La playa está desierta. Me pego un baño y decido aventurarme hacia Gramvousa. Dicen que es un paraíso. Pero el viaje es un auténtico desastre, el camino es totalmente impracticable para mi diminuto vehículo y vuelvo por donde he venido, maldiciendo haber dejado pasar la oportunidad de visitar Balos en verano. Así que cambio de planes y me dirijo a la península de Akrotiri, que está junto a Haniá. Me paro en un monumento que hay, con vistas a la ciudad. Me pego un último baño en Stravros, la famosa playa en la que Anthony Quinn se marca un baile al final de "Zorba el griego". A mi lado, unos militares americanos, supongo que destinados en la cercana base militar, hacen lo mismo. Visito varios monasterios y flipo, flipo con su magia, con su silencio, con su paz, con su belleza desconchada, con un gato que acompaña mi paseo y que, como mínimo, debe ser el espíritu de algún hombre santo. Me hago un par de fotos (entonces aún no se llamaban selfies) y el gato, no sé muy bien cómo, se cuela en todas ellas.
 













De camino a casa, se me hace de noche, claro. Oscurece ya muy pronto en Creta. Demasiado. Vuelvo con las retinas llenas de imágenes y lugares, con la memoria de la cámara de fotos llena (más de 600 hice ese fin de semana) y con la sensación de que estoy un poquito más enamorada de esta isla.

Me alucina lo rápido que olvido algunas cosas y lo nítidos que son mis recuerdos de otras. Aunque hayan pasado ya seis años.

Las fotos, hechas con la cámara compacta que tenía entonces, una auténtica todo terreno, son algunas de aquellas más de 600.

viernes, 31 de octubre de 2014

Palabras feas

Pólipos. Ecografía. TAC con contraste. Inyecciones. Heparina. Preoperatorio. Coagulación. Cirugía. Láser. Sonda. Biopsia. Carcinoma. Grado tres. Agresivo. TAC con contraste. TAC sin contraste. Gammagrafía. Placa de tórax. Estenosis carotídea. Tiempo de Quick. Cistectomía parietal de cúpula. Linfadenectomía. Drenaje. .Sonda. Espasmos. Fiebre. Urgencias. Absceso. UCI. Sepsis. Hipotensión. Drenaje. Visitas restringidas.

Hay mogollón de palabras feas ahí fuera.

Y un día, de repente, aparecen en tu vida y, a pesar de lo terroríficas que suenan, se convierten en algo habitual de tu día a día. Incluso las pronuncias con una normalidad que te parece apabullante.

Hace ya un par de meses que muchas palabras feas se colaron en mi día a día y hace ya unos días que me he vuelto experta en pinchar heparina en tripas ajenas, identificar dolores nuevos y vaciar bolsas de recogida de orina. Y de dejar de hacerlo, para que otros se dediquen a cuidados más intensivos. Y, aunque la situación dista aún mucho, mucho de estar normalizada, necesito poner un poco de orden a mi día a día, necesito volver a una cierta normalidad, necesito volver a trabajar, leer, escribir, tejer, bailar, salir. Necesito cargar pilas, ignorando si hace falta el cansancio y el dolor de garganta que me ronda. E intentar seguir sonriendo porque, al fin y al cabo, de eso es de lo que se trata la vida.

domingo, 19 de octubre de 2014

Octubre

Octubre. Domingo 19.

Temperaturas máximas por encima de 30º.

Así que, como reza un proverbio que me he inventado esta mañana, “Si Octubre te trae temperaturas por encima de 30º, vete a la playa”.

Y eso he hecho.







Buen inicio de semana.