En estas casi dos semanas rulando por el mundo, he echado de menos algo más que mis plantas: mis agujas. No soy una gran tejedora, no sé demasiado, pero hubo algún día que me hubieran venido muy bien tenerlas a mano, para relajarme y ocupar mi mente sólo en agujar y lanas.
Así que esta tarde de lluvia, series y fútbol, víspera de vacaciones (sí, mañana me cojo libre y en esta terra poco incognita donde vivo es festivo jueves, viernes y lunes), he cogido de nuevo las agujas después de mucho, mucho tiempo y he tejido hasta que me han dolido los dedos. Y no sólo eso: he acabado un proyecto. Bueno, en parte.
Es una falda.
Bueno, es casi una falda.
Tengo dos mitades más o menos simétricas, más o menos de la misma longitud que aún no hacen una falda, pero casi.
Están hechas con lana de Borgo de Pazzi, de su modelo Bubbolo multicolor. Es una lana que descubrí en la mercería de mi barrio y la usé, en tonos morados, para hacer mi primer cuello. Es también la lana que se me acabó a medio hacer la primera mitad de la falda y tuve que comprar más por internet, porque en mi tienda ya no quedaba. Y es la lana con la que, sabiendo que (ahora sí) me sobraría, tejí el gorro de perdidos al río, que el próximo invierno podrá hacer juego con la falda.
Pues aquí está, mi casi falda.
Sólo tengo que comprar tela para hacerle un forro y una cremallera. Y convertir todo eso en una falda de verdad. Para el invierno que viene.
Deseadme suerte.