jueves, 6 de febrero de 2014

Budva, la aventura

A pesar de llevar en Montenegro más de una semana, de momento he visto entre poco y nada del país. El trabajo nos consume y encima estamos encerrados en un hotel que tiene todo lo que necesitamos (trabajo, comida, ¡internet!, ¡¡gimnasio!!, ¡¡¡piscina!!!). Así que las salidas al exterior han sido escasas y fundamentalmente nocturnas. Sólo el domingo nos aventuramos a ir más allá de la recepción del hotel, salimos de la zona de confort y nos lanzamos al exterior.

La idea era ir a Kotor, una ciudad por lo visto espectacular, pero cuando llegamos a la estación de autobuses, descubrimos que quedaban dos horas para el siguiente bus. Así que decidimos cambiar el destino e ir a Budva, una ciudad más cercana. Menos mal. Tardamos una hora en recorrer los menos de 40 quilómetros que separan Bar (nuestra base de operaciones) de Budva. Ir y volver a Kotor hubiera sido una aventura fascinante y me hubiera hecho llegar tarde a la reunión nocturna que teníamos programada.

Budva como ciudad está bien, pero lo verdaderamente apasionante en este viaje fue precisamente eso, el viaje. El autobús de la ida (la línea se llamaba Magic Lines, sólo digo eso) era pequeño y antiguo, pero lo sorprendente es que la mayoría de letreros estaban en español: “Salida de socorro”, “cómo actuar en caso de emergencia” y la placa con la información del autobús, ésta:





¿Veis algo raro? Sí, la matrícula. Obviamente, no es la matrícula que ahora lleva, es su matrícula anterior, una matrícula española, de las Islas Baleares concretamente. O sea ¡un autobús en Montenegro que en su vida previa trabajó en mi pueblo!

La vuelta fue también en un autobús cochambroso, me recordaba a los que iba yo en el cole, en mi infancia ochentera. El pobre chófer tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para meter las marchas, la puerta no cerraba bien y tenía que frenar con suficiente antelación para realmente parar (menos mal que tenía reflejos, sino nos hubiéramos llevado por delante un perro).


 La costa montenegrina es escarpada y rocosa, muy similar a la costa croata que conocí hace algo más de un año. Lástima de día nublado. Pasamos por algunos pueblos bonitos, en especial Sveti Stefan, con la ciudad antigua en un islote en mitad del mar, unida a tierra firme por un puente y una playa.


Y Budva, bueno, es que en comparación con pasar una semana encerrados en un hotel, todo es precioso. (Es que no quiero decir que Bar es feo, pero muy bonito no es). Pero bueno, tampoco volvería voluntariamente. A Sveti Stefan sí que me gustaría ir. La ciudad antigua tiene su encanto: callejones empedrados en un laberinto de casas. Un paseo, una comida y de vuelta a nuestra aventura motorizada en autobuses ochenteros. Y al hotel. A trabajar. Que para eso estamos aquí. O estábamos. Porque esto ya se ha acabado.







4 comentarios:

  1. ¡Qué gonito! A pesar del día nublado.

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  2. Jajajajaja. Me parto y no te ofendas que no tiene que ver con tu entrada.
    LLevo retraso leyendo blogs y ahora me he puesto al día.
    Pero llevaba unos días que veia las estadísticas de mi blog y vi que alguien me leía desde Montenegro. Y a veces me encontraba pensando: "¿Quiém me leerá desde allí? He estado en los Blacanes, pero en Montenegro no he estado". Y así una intriga mental que hoy se ha resuelto. Jajajaja

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    1. Jajaja, ¡qué bueno! Puedes hacer un track de mis viajes viendo de dónde te leo, jeje.

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