lunes, 27 de enero de 2014

Roma

La última vez que estuve en Roma, nevó. Pero no fue nieve de esa difusa, un aguanieve absurdo por lo frío y poco espectacular, no. Fue una nevada en toda regla, de esas históricas de las que todo el mundo se acuerda. Una nevada espectacular. Aquel día, también nevó en mi ciudad. Todo el mundo recuerda aquel día, todo el mundo recuerda lo que hizo en ese inusual día en el que mi ciudad se tiñó de blanco. Cuando alguien me dice aquello de “¿Te acuerdas de aquella nevada?”, yo sólo puedo decir “No. Yo no estaba. Yo estaba en Roma. Pero allí también nevó”.

La última vez que estuve en Roma, hacía frío, mucho frío. No recuerdo demasiado, como ya comenté aquí. Sé que estaba enferma. Sé que estuve en una reunión. Y sé que, a la vuelta, estuve casi una semana de baja, por un virus que me subió la fiebre a temperaturas que ya ni recordaba posibles, que me dejó destrozada y que me hizo perder varios quilos.

La última vez que estuve en Roma, llegué un domingo por la tarde, tal día como hoy, el último domingo de enero, hace exactamente dos años. Entonces, venía de pasar un fin de semana en Barcelona con amigos. Hoy, también he volado desde Barcelona y también debía haber pasado el fin de semana allí con ellos, pero esta vez decidí quedarme en casa. Me esperan por delante dos semanas fuera de casa, y necesitaba estar allí estos últimos días, para acabar de organizarme. Aquel domingo, no nevó. De hecho, no nevó hasta el viernes siguiente, cuando ya acababa la reunión. Nevó mucho esa tarde de viernes. Y esa noche. Al día siguiente, las calles romanas estaban blancas, blancas de nieve.

Podría contar muchas cosas de la última vez que estuve en Roma pero, como ya me pasó entonces, no sé por dónde empezar, no supe por dónde empezar, no sabría por dónde empezar. Roma es una ciudad fascinante, bella, increíble bajo la nieve, increíblemente triste.

Hace pocos días, por casualidad, encontré las fotos de aquella Roma nevada. No pude verlas. Parece que hace tanto tiempo, parece que han pasado tantas cosas. Y en realidad, apenas hace dos años y apenas ha pasado nada.

Hoy he vuelto a Roma. Estoy sólo de paso, sólo unas horas de camino a mi destino final, una ciudad a orillas del Adriático. Una escala patrocinada por las habituales malas conexiones aéreas entre países de la cuenca mediterránea. Ha sido extraño volver a Roma. Pero ha sido también bonito. Bonito para quitarme ese toque triste, amargo, que recordaba de la Roma nevada. O, si no eliminarlo, al menos dejarlo allí, en esos días de nieve de hace dos años. Roma sigue siendo igual de bella, igual de fascinante, igual de fría a finales de enero. Pero esta vez sin nieve. Esta vez sin apenas tiempo. Esta vez sin nada más que disfrutar de un par de horas en la ciudad, como si nunca antes hubiera estado.

Hoy he vuelto a Roma y ha sido una visita relámpago. Deambular por sus callejuelas, admirar algunos de sus monumentos, saborear su comida y hasta convencer a mis compañeros de escala para dar un paseo después de cenar, con temperaturas que apenas sobrepasan los cero grados, hasta mi lugar favorito, la Fontana di Trevi. Se me ponen los pelos de punta, cada vez que la veo. Incluso sin nieve. Nunca olvidaré lo que sentí la primera vez que la vi, hace ya más de ocho años, en el que fue mi primer viaje de trabajo internacional, allí, la cosa más espectacular e inesperada, en medio de unas callejuelas intrincadas. Aquella vez, hacía calor, mucho. Luego volví a verla bajo la nieve. Y, de nuevo, hoy. Sólo unos minutos, unos instantes.

Hoy he vuelto a Roma. Ya lo he dicho, ha sido bonito y extraño. Cada paso me ha hecho pensar en otros pasos, cada esquina me ha hecho pensar en otros momentos, cada rincón me ha hecho recordarlo bajo la nieve.

Recuerdos. Eso es todo lo que queda de aquella Roma bajo la nieve.

Pero hoy, no ha habido nieve.

Ni muchas otras cosas.

Sólo estaba ella, Roma.

Mágica. Sublime. Inmensa. Impresionante. Bella.

Y algunas fotos.







8 comentarios:

  1. Cuando te pones en plan melancólico no te gana nadie... Endevé. Menos mal que no te he comprado un libro de amoríos en Barcelona.
    Por cierto, ¡quiero ir a ROMA!

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    1. Bah, yo soy así.
      A ver si me toca pronto una reunión allí y os venís conmigo. Tengo ganas de volver a pasearla y disfrutarla.

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  2. Me acabo de acordar de que tengo que volver a Roma YA, PRONTO, CUANTO ANTES.

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    1. Yo también quiero volver. Podría volver siempre. HAY que volver siempre.

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  3. Yo también quiero apuntarme a las ganas de ir (huir) a Roma.
    No he estado nunca pero con la semana chunguísima que tengo, fantasear con la posibilidad de un paseo nocturno por Roma después de degustar una auténtica pizza y un buen vino, es... lo más.

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    1. A Roma hay que ir al menos una vez en la vida. Y si son más veces, mejor. Yo cada vez que he ido, he descubierto una nueva Roma, cada vez la he visto y vivido diferente. Es como si hubiera estado en distintos lugares. Altamente recomendable.

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  4. He visto la foto de la pizza y me acordado de mi primera pizza en Roma. Que llevaba salchicha. Y que buena estaba.
    Cuando volví a España intenté reproducirlas, pero la salchicha no sabía igual.
    Fui en mayo pasado y aún me acuerdo de lo buenas que estaban esas pizzas, con lo sencillas que eran.

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    1. Eso es lo que yo también veo: las pizzas allí son sencillas, no tienen tomate y queso ahí a saco, hasta el mismo borde de la masa. Tienen un poco, como por casualidad. Me chiflan. Algún italiano me ha dicho que la clave es hacerlas en horno de leña... algo que no está a nuestro alcance, claro.

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