lunes, 25 de enero de 2016

“Leviatán o la ballena” de Philip Hoare

Éste es el segundo libro que me leo de Philip Hoare, aunque está escrito antes que el otro que me leí, “El mar interior”. Al igual que aquel, Hoare muestra claramente su amor por la naturaleza, en especial su fascinación sobre las ballenas, pero también por la literatura, con Herman Melville y su “Moby Dick” como parte muy importante de la historia.

Todo lo que cuenta sobre la biología de estos cetáceos me ha parecido muy interesante (deformación profesional, supongo), pero toda la parte de la historia de la caza de ballenas me ha encantado, porque desconocía muchas cosas. Me ha recordado en cierto modo al libro sobre la historia del bacalao que también leí hace tiempo, me ha parecido igual de fascinante, aunque más cruel y dolorosa. Al fin y al cabo, es inevitable sentirse más cerca de las ballenas, mamíferos como nosotros, que de los peces, supongo que por eso creo entender tan bien a Hoare y su fascinación por las ballenas (“Las ballenas sabían utilizar la libertad que les brindaba prescindir de la Tierra”). Y, por supuesto, la parte de Moby Dick, la historia de Melville, la historia detrás de la novela de la ballena blanca (que por cierto, voy leyendo poco a poco), la descripción de los lugares por los que pasó. Ay, qué ganas de visitarlos me han entrado.

Por ponerle un pero, me ha parecido un libro más frío que “El mar interior”. Hoare es un gran conocedor de lo que ama (las ballenas y todo, todo lo que las rodea) y sabe comunicarlo muy bien. Pero en este libro me ha parecido más contenido, más ceñido a lo que quiere contar, manteniendo al margen sus sentimientos, excepto en el último capítulo, donde se atisba ese componente más personalizado que es mucho más profundo y marcado en “El mar interior”. Me gusta esa faceta de Hoare. Y me gusta como escribe.

“Si el pasado es una contracción de lo que ya ha acontecido, entonces el futuro sólo existe si sabemos imaginarlo”.

miércoles, 20 de enero de 2016

Noche...

… de hogueras con llamas que rozan el cielo, de humo que se te impregna en la ropa y en el pelo, de calles llenas de gente como nunca has visto, de música en directo, de bailes tradicionales y no tan tradicionales, de conversaciones profundas después de un par de cervezas, de frío que te quita el aliento, de patear la ciudad, de discutir sobre el concepto de felicidad y su (para algunos) sobrevaloración, de encontrarte con gente que hace mucho que no ves, de estar con los amigos que ves cada semana, de dispersaros y reencontraros, de pasar más tiempo del esperado en un bar hablando sin parar, de reír por las más absurdas tonterías y por cosas no tan tontas, de conversaciones en la cola del baño sobre el tiempo medio de micción de los mamíferos, de luces navideñas encendidas en mitad de enero que compitiendo en luminosidad con las llamas de las hogueras, de bailar cosas que parecen imposibles de bailar, de casi treinta persona entrando en un bar más allá de las dos de la mañana para tomar la última, de volver a casa con las piernas cansadas de horas y más horas caminando y el frío golpeando en la nariz, de meterte en la cama pensando en que ya queda menos para la revetlla del año que viene.

Ah, qué gran noche la de ayer.

Visca Sant Sebastià!

En la foto, el fuego, anoche.

jueves, 14 de enero de 2016

Luces

Esta mañana, de camino a la oficina, estaba parada en un semáforo en rojo, bajo unas luces navideñas en forma de bolas, tres bolas de distintos tamaños que atravesaban la calle. Estaba ahí, contemplando las luces apagadas y pensando que en sólo unos días se iban a volver a encender, por una única noche, en vísperas del patrón de nuestra ciudad, para acompañar a las miles de personas que salen a disfrutar de esa velada especial en la calle, llena de hogueras y conciertos por las plazas del centro de la ciudad. Sonreía, porque este año sí voy a estar aquí (el año pasado me pilló en Roma, aunque los dos años anteriores sí que la disfruté) y mentalmente me iba organizando ya la noche, porque ayer me estudié el programa de fiestas, el horario de los conciertos de los grupos que quiero ver en las distintas plazas. Y estaba así, sonriendo cuando, de repente, las luces se han encendido. No en toda su potencia o al menos no lo parecía bajo esa luz clara de poco después del amanecer, pero ahí estaban, encendidas. He parpadeado, pensando que tal vez mi tonta emoción matutina me hacía ver visiones pero ahí estaban, encendidas. Ha durado sólo unos instantes, unos segundos y en seguida se han vuelto a apagar. El semáforo se ha puesto en verde y he seguido mi camino, sonriendo aún más.

Supongo que era alguna prueba que hacían, alguna cuestión técnica que desconozco, pero no puedo evitar pensar que esas luces encendidas inesperadamente durante unos instantes son algo positivo y esperanzador. Una señal de algo, de lo que sea, pero he querido pensar que traerán cosas buenas.

O eso creía yo esta mañana. Pero este mediodía me he enterado que ha muerto Alan Rickman y ya no sé muy bien qué pensar.

La foto, luces navideñas en mi ciudada. La foto, terrible, es de hace unos días, pero son luces.

martes, 12 de enero de 2016

Mis plantas

Ayer iba a escribir una entrada sobre lo que pasó en Nochevieja en Alemania, o sobre machismo y feminismo, o sobre mis dos anteriores noches toledanas, provocadas por cosas de esas de mujeres. Pero tenía tanto sueño que no escribí nada. Hoy iba a escribir sobre esos mismos temas o sobre lo que ha pasado hoy en Estambul. Pero he pensando, no, no, no y no. He acabado el día a las 10 de la noche y no tengo ganas de enfadarme, enfurruñarme o alterarme por nada. Los días laborales son largos, los inviernos oscuros y en el mundo hay suficientes reflexiones sesudas sobre temas de actualidad y temas interesantes.

Así que me he dicho, voy a escribir sobre las cosas que me hacen feliz y me relajan. Como mis plantas. Ay, mis plantas. Las tenía tan abandonadas que hace más de un mes fui a comprar algunas y ni siquiera las había trasplantado. Y alguna se murió, mi fresal y otra que había comprado. Con el relax de las vacaciones navideñas no había tenido tiempo (qué contradicción) de hacer nada con mis plantas, así que el sábado pasado decidí que era hora de trabajar mis tierras. Me refiero a las macetas de mi balcón, claro.

Por fin las buganvillas han florecido, bueno dos de las tres plantas. Hay muchas flores, muchas, muchas.

He trasplantado un miniclavel que me regalaron hace mucho. A ver si en su nueva maceta me da más flores esta primavera.

He decidido volver a intentarlo con los guisantes. El año pasado no fue del todo mal, a ver qué tal este.

Tengo un nuevo fresal, a ver si éste me acuerdo de regarlo y no lo dejo morir de sed.

He trasplantado el jardín de ginkgos a una maceta un poco más grande. En el proceso, intenté separar los tres árboles, sobre todo el pequeñito que nació hace dos años. Imposible. La masa de raíces es tan robusta que no me atreví a hacerle daño. Los ginkgos han perdido ya las brillantes hojas amarillas que tenía hace un mes y son unos tristes palitos desnudos. Pero en cualquier momento crecerán yemas y tendremos una explosión primaveral. Bueno, en cualquier momento no. En dos meses más o menos.

He trasplantado los bulbos de los narcisos, tanto los que guardaba desde el año pasado (ya viven su tercer año) como los nuevos que compré este otoño. A ver si vuelven a florecer.

Además, he sembrado zanahorias y unas semillas de flores variadas que me regalaron en la Expo de Milán.  De eso no hay foto. Son muy sosas las macetas que sólo contienen tierra.








jueves, 7 de enero de 2016

Jersey de pico

Compré la lana de este jersey hace dos inviernos. La vi y me fascinó. Entonces, novata yo, sentía una clara fascinación por las lanas de colores y las lisas me parecían aburridas. Ahora las lisas me parecen aún más fascinantes que las coloridas, porque puedes lucir más algunos puntos que, en lanas de colores pueden pasar desapercibidos.

La cuestión es que me gustó la lana y la compré pensando en un patrón determinado que había visto en una revista. Han tenido que pasar dos años hasta que me he animado a tejerlo. Es un proyecto sencillo, no he tardado mucho en tejer este jersey de pico, aunque tuve que deshacer la espalda porque calculé mal y cabían dos yos. Me ha quedado más corto de lo que tenía planeado y las mangas son muy anchas, sobre todo por la parte de arriba; son casi mangas abullonadas (un horror, vamos). Igual me animo y las deshago y las vuelvo a hacer, aunque me da un poco de pereza, viéndolo así, tan acabadito él.

De momento aquí lo tengo, un jersey de lana gruesa de colores, demasiado gruesa para este invierno que no acaba de ser invierno. Es muy calentito, así que sólo lo he usado una vez, la noche de Reyes, que creo que ha sido el único momento en el que la temperatura bajó de 10ºC. Como siga este tiempo cálido, tendré que dejar de tejer lana en invierno y pasarme al algodón durante todo el año.

De este jersey me encanta el cuello. Era mi reto en este proyecto porque nunca había tejido un cuello de este tipo y encima con agujas circulares. Pero salí bastante airosa y creo que es lo que más me gusta del jersey.

Y como es jueves, aprovecho y enlazo en RUMS. :)

miércoles, 6 de enero de 2016

Concurso de Reyes

Ya que hoy es el día de Reyes, he decidido haceros un regalo. Es algo que tenía planeado desde hace mucho (mucho) tiempo pero que, por unas cosas y otras, lo he ido dejando pasar.

Hoy es el día. Hoy esto va de concurso.

Todo empezó con otro concurso de Quercus Books en el que gané una copia autografiada de “Runaway” de Peter May, unos meses antes de que el libro saliera a la venta. Como ya conté aquí, también gané un libro sobre las islas Hébridas y cinco copias de un libro suyo que yo escogí, “The Blackhouse”. Y después de repartir algunos de estos libros (y quedarme yo uno, porque sólo lo tenía en castellano), voy a sortear una de las copias. Así que, niños y niñas, el premio de este concurso es un libro. Un libro en inglés.

“The Blackhouse” es casualmente el primer libro sobre el que escribí en este blog, “La isla de los cazadores de pájaros” se llamó aquí. Si queréis leer lo que escribí en su momento podéis pinchar en este enlace. “The Blackhouse” es además el primer libro de una trilogía, la Trilogía de Lewis. Del segundo libro “The Lewis Man” (“El hombre sin pasado”) podéis leer la reseña que hice aquí. Y el tercero “The Chessmen” (“El último peón”) lo estoy leyendo ahora mismo, así que estoy casi despidiéndome ya de un personaje que me encanta, Fin Macleod.

¿Qué dice sobre “The Blackhouse” su contraportada? Esto:

A brutal killing takes place on the Isle of Lewis, Scotland: a land of harsh beauty and inhabitants of deep-rooted faith. Detective Inspector Fin Macleod is sent from Edinburgh to investigate. For Lewis-born Macleod, the case represents a journey both home and into his past. Somethiing lurks within the close-knit island community. Something sinister. As Fin investigates, old skeletons begin to surface and soon he, the hunter, becomes the hunted.
No lo voy a traducir, porque si no lo entendéis, ¿para qué querríais el libro? Insisto, está en inglés.

¿Qué hay que hacer para participar?
Muy fácil. Simplemente comentar esta entrada. Eso sí, dejad claro quién sois, porque si firmáis todos como “Anónimo” vamos a tener lío.

Y para hacerlo más divertido, voy a dar puntos extras a quien siga el blog, me siga en twitter y en instagram. Es decir, cada concursante tendrá una participación en el sorteo por comentar, pero puede llegar a tener hasta cuatro participaciones si además sigue el blog (+1), me sigue en twitter (+1) y me sigue en instagram (+1).

¿Queda claro?

¿He dicho ya que el libro es en inglés? Que luego no quiero reclamaciones.

Tenéis para participar hasta el 31 de Enero. Anunciaré el ganador la primera semana de Febrero en esta misma entrada –tanto en la entrada como en un comentario, por lo que os recomiendo pinchar en “seguimiento” al comentar.

Así que si queréis participar, comentad, comentad, malditos.

Actualización 12/02, habemus ganador! El ganador es...

  • Consuelo

viernes, 1 de enero de 2016

Día 1

Me encanta el día 1 de Enero. Me encantan los principios de año. Todo es nuevo, todo es posible, un folio blanco que tenemos delante para rellenar.

Hay por ahí quien dice que los cambios no se dan de un día para otro, que cada día es un nuevo comienzo, que las cosas no tienen por qué cambiar el 1 de Enero. Aguafiestas.

Vale, sí, tienen razón, al menos en parte, pero ¿qué más da? Hay que aprovechar cada oportunidad, cada comienzo, cada nueva posibilidad que se abre ante nosotros para cambiar lo que no nos gusta de nuestra vida, para mejorar lo que queremos mejorar, para ver las cosas de otra manera.

Por eso me gustan los principios de año. Y éste aún más, porque tenemos un día extra para disfrutarlo (o sufrirlo, ya se verá).

Ya dije ayer que mi 2015 ha sido bueno. Lo razonable sería ahora desear que 2016 sea igual que 2015. Pero, como le dije a alguien alguna vez, quiero más. Yo lo quiero todo.

Así que mi reto es que 2016 sea mejor que 2015. Yo voy a intentarlo, aunque está claro que no todo lo que nos ocurre depende exclusivamente de nosotros. Pero yo pondré todo de mi parte.

¿Y propósitos de Año Nuevo? No voy a hablar de los propósitos de cosas que me gustan (tipo disfrutar de la vida, etc, etc) porque eso sé que lo voy a hacer sí o sí. Hablo de hacer cosas que me cuestan un poco. Como ponerme en forma y quitarme algunos quilos. Y dedicarle algo más de cariño a mi casa, arreglando un par de habitaciones que están cercanas al caos y decorar algunas paredes que siguen vacías.

Y ya.

Sed felices. Y que el 2016 os traiga todo lo que deseáis.

En la foto, el pollo que hoy nos hemos comido. Igual no es una foto muy bucólica para empezar el año pero es la única que he hecho hoy. Y en mi familia, comer pollo a l’ast el primer día del año es tradición.