viernes, 20 de enero de 2017

Fuego y agua

La noche del 19 de Enero, las calles de mi ciudad se llenan de gente, de fuego, de humo, de olor a embutidos asados, de luz, de música, de fiesta.

Es una noche fría, siempre, y lluviosa casi siempre. Pero no importa, ni el frío ni la lluvia impide a los llonguets, a los palmesanos, llenar el centro de la ciudad, convertido por una noche en peatonal, en un gran escenario al aire libre en el que se mezcla lo social, lo cultural, lo gastronómico y lo tradicional. Es una noche de patear la ciudad, de ir de aquí allá, de desear desdoblarse para ir a varios conciertos que se solapan, de bailar en una plaza, de improvisar dónde cenar, de ver a la gente de siempre, de ver a gente que casi nunca ves, de tomar unas herbes aquí y una caña allá, de acercarte a las hogueras para disfrutar de la luz y del calor del fuego, de bailar en un hueco diminuto en los bajos de un bar, de disfrutar de las luces de Navidad que iluminan la ciudad recordando que ya, en cualquier momento, desaparecerán, de cantar hasta quedarte sin voz, de hablar hasta que te duele la garganta, de reír hasta olvidar qué te ha hecho reír, de pasearte con un paraguas bajo el brazo, de cruzar los dedos para que esas gotas que caen no vayan a más, de volver a casa a pie, cansada, pensando que ya está, que ya ha pasado otra revetla y que, una vez más, ha sido única e irrepetible.

Y después de esa noche mágica, llega la mañana fría y lluviosa, de truenos y rayos, de lluvia y granizo, y poco a poco toda la luz, toda la alegría, todo el fuego de la noche anterior se va difuminando, va desapareciendo dejando un poso dulce y alegre; la lluvia apaga el fuego, las hogueras, las llamas, pero queda ese poso, las brasas que, aunque parecen dormidas, están ahí e sobrevivirán hasta el año que viene, hasta el próximo 19 de Enero en el que, de nuevo, el fuego gobernará.

Y así, un año más, anoche fue fuego. Y hoy, agua.

Visca Sant Sebastià!

En la foto, el fogueró, la hoguera, de la Plaza Mayor.

domingo, 15 de enero de 2017

"La chica del tren" de Paula Hawkins

Cuando estrenaron la película basada en esta novela, me entraron ganas de leerla, sin haberla visto. No sólo eso, sino que directamente pensé “Ah, qué ganas de leerla, menos mal que la compré hace tiempo”. Así que cuando acabé el libro que estaba leyendo entonces, fue a mi estante (que en realidad son ya dos) de libros sin leer y, oh, sorpresa, allí no estaba. No sé muy bien cómo, había confundida esta novela con esta otra que sí, efectivamente, tengo en mi poder.

La cuestión es que yo seguía con ganas de leer “La chica del tren” así que estando en el aeropuerto de Barcelona, volviendo de algún viaje, vi el libro en inglés en formato bolsillo y así fue como finalmente me lo agencié. Lo empecé a leer de camino a Roma y fue pisar la ciudad y pasar por delante de un cine en el que daban la película (como ya conté aquí).

El libro cuenta la historia de Rachel, una joven alcohólica incapaz de asumir su divorcio que cada día ve, desde el tren que la lleva a la ciudad, a una pareja que vive en una de las casas que se halla junto a la vía. Desde su visión externa, tiene idealizada a la pareja hasta que, cuando la mujer desaparece, acaba entrando a formar parte de la historia que hasta entonces veía en la distancia.

Me leí este libro en dos semanas en Noviembre, entre los viajes a Roma y a Burgas. Es un libro ameno, de intriga, entretenido y que se lee rápidamente. Me gustó mucho, lo disfruté y me alegro de haber insistido hasta encontrarlo para leerlo. No he visto la película, aunque seguro que la veré en algún momento. Siento curiosidad.

Y aquí se acaba la primera de cuatro reseñas que tengo pendientes. O he leído mucho últimamente o actualizo poco. Creo que debe de ser esto último.

Buen inicio de semana. Por aquí de fiestas grandes. Con frío, claro.

jueves, 12 de enero de 2017

Plantas en invierno

Hace mucho, mucho que no hablo sobre mis plantas. La verdad es que durante el año pasado, les hice muy poco caso. En las últimas semanas, he tratado de resolver este fallo, ordenando un poco el balcón, eliminando la tierra de las macetas en las que alguna vez hubo algo (aunque ya no recuerde el qué), rescatando las plantas que aún sobrevivían y empezando a pensar en la primavera que (aún) no llega.

Ha quedado todo más organizado, más decente y me han entrado ganas de hacerles un poco de caso a las plantas otra vez. A ver si consigo que mejoren un poco.

Le he hecho una limpieza tan, tan en profundidad al aloe, que le he dejado sólo tres hojas. Ay, pobre.

Las buganvillas empiezan a florecer, tímida y tristemente; sólo una ha dado flores, pocas flores además.

La planta de Navidad medio sobrevive, sólo medio. Pero la he transplantado a una maceta más grande, con la esperanza que me sobreviva más allá del 15 de Enero. (Para planta de Navidad bonita, la de mis padres de las navidades pasadas –no las últimas, las anteriores-: está preciosa, toda verde y rojo oscuro. Ay, qué envidia sana).

He plantado de nuevo los bulbos de narcisos que guardaba del año pasado. Y ya se asoman muchas hojas. A ver si pasa como el año pasado, que sólo echaron un par de florecillas (preciosas, pero escasas).

He plantado habas. Porque es la época y son muy buenas para preparar la tierra y plantar después tomates. Se intuyen algunas florecillas entre sus hojas.

He comprado dos capuchinas, de dos colores. Sí, ya sé que es una planta invasora, que se ha asilvestrado en muchas zonas (como aquí), pero hacía mucho que tenía ganas de tener una. Y la alegría de sus flores amarillas y naranjas creo que es perfecta para este invierno frío.

Y mis ginkgos, ay, mis ginkgos. Ahí están, con sus hojas cambiando de color día tras día. Si los observas detenidamente, casi puedes ver cómo sus verdes se vuelven ocres, casi puedes oír el sonido de sus hojas al desprenderse de sus ramas. Es cuestión de días que se conviertan en sólo palos, todo madera. Hasta que vuelvan sus hojas como una auténtica explosión. Pero eso ya será en primavera.









domingo, 1 de enero de 2017

Uno de enero

Año Nuevo, agenda nueva.

El 1 de Enero es un día maravilloso. Dormir hasta tarde, el concierto de Año Nuevo y pollo a l’ast. Si no haces nada de provecho en todo el día, no pasa nada. Como máximo, el 1 de Enero puedes empezar a planear, organizar o desear cómo será tu año. Porque, a estas alturas, el año que empieza, los 365 días que tenemos por delante, puede ser cualquier cosa. Y, aunque sólo dependa de uno mismo en parte, hay que intentar que ese “cualquier cosa” sea maravilloso.

Pero yo había venido aquí a hablar de mi agenda.

Uno de Enero, cambio de agenda, agenda nueva.

Y yo, que soy muy de quedarme en mi zona de confort, repito agenda: pequeña, semana vista en la página izquierda y hoja a rayas en la página derecha, que utilizo para hacer listas de cosas pendientes, en plan bullet journal. Es una agenda Moleskine. La del año pasado la compré en el aeropuerto de Roma. La de este año la encontré en el aeropuerto de Hamburgo, cuando aún ni me había planteado cómo quería mi agenda de 2017. Pero la vi y decidí que la quería, me gustaba mucho tener “El Principito” en la portada de mi agenda 2016 y me parecía una buena idea volver a tenerlo de nuevo en 2017. Además, esta vez la portada lleva una frase de la dedicatoria del libro que me encanta, “Todas las personas mayores han sido primero niños. Pero pocos lo recuerdan”. Y creo que no está mal para recordarla cada día, por si algún día durante este 2017 se me olvida.

Así que allá vamos, 2017, con agenda nueva y energías nuevas, a por todas. Que 365 días pueden dar para mucho.

En la foto, mi agenda de 2016 (izquierda) y la de 2017 (derecha). Fabulosas ambas.