jueves, 12 de enero de 2017

Plantas en invierno

Hace mucho, mucho que no hablo sobre mis plantas. La verdad es que durante el año pasado, les hice muy poco caso. En las últimas semanas, he tratado de resolver este fallo, ordenando un poco el balcón, eliminando la tierra de las macetas en las que alguna vez hubo algo (aunque ya no recuerde el qué), rescatando las plantas que aún sobrevivían y empezando a pensar en la primavera que (aún) no llega.

Ha quedado todo más organizado, más decente y me han entrado ganas de hacerles un poco de caso a las plantas otra vez. A ver si consigo que mejoren un poco.

Le he hecho una limpieza tan, tan en profundidad al aloe, que le he dejado sólo tres hojas. Ay, pobre.

Las buganvillas empiezan a florecer, tímida y tristemente; sólo una ha dado flores, pocas flores además.

La planta de Navidad medio sobrevive, sólo medio. Pero la he transplantado a una maceta más grande, con la esperanza que me sobreviva más allá del 15 de Enero. (Para planta de Navidad bonita, la de mis padres de las navidades pasadas –no las últimas, las anteriores-: está preciosa, toda verde y rojo oscuro. Ay, qué envidia sana).

He plantado de nuevo los bulbos de narcisos que guardaba del año pasado. Y ya se asoman muchas hojas. A ver si pasa como el año pasado, que sólo echaron un par de florecillas (preciosas, pero escasas).

He plantado habas. Porque es la época y son muy buenas para preparar la tierra y plantar después tomates. Se intuyen algunas florecillas entre sus hojas.

He comprado dos capuchinas, de dos colores. Sí, ya sé que es una planta invasora, que se ha asilvestrado en muchas zonas (como aquí), pero hacía mucho que tenía ganas de tener una. Y la alegría de sus flores amarillas y naranjas creo que es perfecta para este invierno frío.

Y mis ginkgos, ay, mis ginkgos. Ahí están, con sus hojas cambiando de color día tras día. Si los observas detenidamente, casi puedes ver cómo sus verdes se vuelven ocres, casi puedes oír el sonido de sus hojas al desprenderse de sus ramas. Es cuestión de días que se conviertan en sólo palos, todo madera. Hasta que vuelvan sus hojas como una auténtica explosión. Pero eso ya será en primavera.









domingo, 1 de enero de 2017

Uno de enero

Año Nuevo, agenda nueva.

El 1 de Enero es un día maravilloso. Dormir hasta tarde, el concierto de Año Nuevo y pollo a l’ast. Si no haces nada de provecho en todo el día, no pasa nada. Como máximo, el 1 de Enero puedes empezar a planear, organizar o desear cómo será tu año. Porque, a estas alturas, el año que empieza, los 365 días que tenemos por delante, puede ser cualquier cosa. Y, aunque sólo dependa de uno mismo en parte, hay que intentar que ese “cualquier cosa” sea maravilloso.

Pero yo había venido aquí a hablar de mi agenda.

Uno de Enero, cambio de agenda, agenda nueva.

Y yo, que soy muy de quedarme en mi zona de confort, repito agenda: pequeña, semana vista en la página izquierda y hoja a rayas en la página derecha, que utilizo para hacer listas de cosas pendientes, en plan bullet journal. Es una agenda Moleskine. La del año pasado la compré en el aeropuerto de Roma. La de este año la encontré en el aeropuerto de Hamburgo, cuando aún ni me había planteado cómo quería mi agenda de 2017. Pero la vi y decidí que la quería, me gustaba mucho tener “El Principito” en la portada de mi agenda 2016 y me parecía una buena idea volver a tenerlo de nuevo en 2017. Además, esta vez la portada lleva una frase de la dedicatoria del libro que me encanta, “Todas las personas mayores han sido primero niños. Pero pocos lo recuerdan”. Y creo que no está mal para recordarla cada día, por si algún día durante este 2017 se me olvida.

Así que allá vamos, 2017, con agenda nueva y energías nuevas, a por todas. Que 365 días pueden dar para mucho.

En la foto, mi agenda de 2016 (izquierda) y la de 2017 (derecha). Fabulosas ambas.