domingo, 18 de noviembre de 2012

Macarons

No sé cuándo, cómo ni dónde descubrí los macarons [*], la verdad. La cuestión es que durante mucho tiempo no me llamaron la atención: me parecían un dulce hortera y sumamente empalagoso. Sin haberlos probado, claro. Este verano, estando por tierras francesas de reunión, me decidí a probarlos. Y me sorprendieron. No sólo me parecieron preciosos, con todos sus colores y posibilidades, sino también deliciosos.

Así que decidí que tenía que intentar hacerlos. Lo he intentado ya dos veces. Dos fracasos absolutos. No es que sea una cocinera estupenda, pero creo que soy mañosa y que las cosas que me propongo hacer, me salen. Pero los macarons no, al menos de momento no.

El primer intento quedó así:


Patético. Eso sí, ricos estaban. Pero no se parecen en nada a unos macarons. Pero en nada de nada.

El segundo intento fue igual de patético, o hasta peor. Me sentí tan triste que ni les hice foto.

Luego decidir parar. Tenía que leer más, investigar más, hasta dar con la solución a mi fracaso macaronil.

Y un día de celebración de la tesis (sí, he celebrado el fin de la tesis ya muchas, muchas veces), durante una parada de emergencia a los baños de un MacDonalds a una hora tardía ya (muy tardía) de la noche, descubrí con una amiga que vendían macarons. Así que compramos uno para cada una. El mío era rosa, aunque en la foto no sólo se ve desenfocado, sino gris:


Sí, era otoño, como se ve en las hojas enfocadas del suelo.

Y en mi último viaje, en una de las escalas que tuve que hacer, buscando algunos chocolates para entretener la espera, descubrí esto:


Y no pude evitar comprármelos. Porque no los sabré hacer, no. Y comprar macarons en el aeropuerto de Munich probablemente no sea una buena idea, no. Pero no me pude resistir. Tan preciosos, con todos esos colores. Aaaah, ¡¡quiero hacer macarons!!

Lo volveré a intentar.

Lo prometo.

[*] Para quien no lo sepa, los macarons son unos pastelitos de origen francés, muy bonitos y coloridos y muy dulces.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Libros o libros

No tengo un criterio claro para comprar libros. Me gusta pasearme entre estanterías llenas de libros, sea en una librería convencional, un centro comercial cualquiera o un aeropuerto. Me gusta mirarlos por encima, sin buscar nada concreto y acercarme a uno que me llame la atención, bien por su portada, bien por su título. O porque alguien me ha hablado de él o he leído algún comentario en algún sitio. Tengo épocas que compro bastantes libros y los voy acumulando en un estante de libros sin leer. Tengo épocas que no compro casi ninguno y acudo a ese estante en busca de mi siguiente lectura. Leyendo soy como un adicto al tabaco: cuando acabo uno, busco el siguiente para leer.

Tampoco tengo un criterio claro en cuanto al orden de leer los libros. Cojo del estante el que me apetece, no me importa si es la última incorporación o uno que compré un par de años antes. Simplemente, leo el que en ese momento me llama. A veces he pecado de ordenada y he intentado leer un libro que había comprado hace mucho, para que los nuevos no le ganaran la batalla. Fracaso total. He empezado libros que he dejado a medias hasta que realmente ha llegado su momento. Hay un momento para cada libro y cuando le toca, le toca. Ni antes, ni después.

Todo este rollo viene porque creo que algo está cambiando en mi caos lector. Tengo un lector de libros electrónicos. Ha sido un regalo sí (¡alguna ventaja tiene hacerse doctora después de muchos años!), pero es un regalo que yo pedí. Aún no tengo una opinión formada sobre mi lector. Me gustan los libros, mucho. No sólo leerlos. Me gusta tocarlos, notar su peso, sentir sus lomos y ojear las portadas y contraportadas. Me gusta mirar si el tamaño de la letra y el tipo de papel me será agradable a la vista y al tacto. Me gusta cuando están tan nuevos que tienen las páginas apretadas y cuando ya los he leído y se abren solas en abanico. Me gusta colocarlos desordenadamente en sus estanterías, sin seguir ningún criterio ni de autores, ni tamaños, ni idiomas. Me gusta esa parte tan cálida y física que tienen en comparación con cualquier cachivache electrónico de los (muchos) que hoy en día usamos.

Por eso no entiendo muy bien por qué quise un lector. No parecía necesitarlo, no debería, pero me apetecía. Y en el mes y pico que hace que lo tengo, creo que me gusta, y mucho. El lector tiene algunas ventajas respecto a los libros. Es pequeño, manejable y poco pesado. Cuando viajas con relativa frecuencia, se agradece. Y se agradece sobre todo si tienes varios libros en marcha, cosa que odio, pero a la que me veo obligada al compaginar la lectura de mi clase de inglés con mi lectura por ocio. O si tienes un libro que sabes que acabarás en el primer vuelo de tu viaje. Llevas 2, 3, 5 ó 100 libros en el espacio que ocupa menos que uno en papel.

Otra ventaja es conseguir libros que no encuentras, libros que buscas y no aparecen o, simplemente, libros que no has buscado suficiente. Vas a Internet y ahí están. También está el precio. Hay muchos libros gratuitos, muchos legales y muchos ilegales. Puedes conseguir libros por los que sientes cierta curiosidad pero por los que nunca pagarías 10 ó 20 €. Los consigues y los lees. Te pueden gustar o no. Pero no te arrepientes de haber mal invertido esos 20€.

Además, tengo la sensación de que con el lector leo más. No sé si por curiosidad o porque ahora tengo más tiempo después de la tesis, pero sí que leo más. También puede ser porque estoy empezando a superar mi animadversión a compaginar varios libros. Nunca me ha gustado, pero me he descubierto a mí misma con no dos, sino tres libros diferentes en marcha: uno en papel de ocio, el de inglés y uno en el lector. Sonará extraño, pero tengo la sensación de que al ser soportes y/o idiomas diferentes no son incompatibles, qué chorrada, ¿no?


La principal desventaja que de momento he descubierto en el lector es que, cuando vuelas, no puedes leer durante el despegue y aterrizaje. Sí, no es un gran trauma, pero cuando los vuelos son cortos, el tiempo real de lectura en un avión se reduce considerablemente. Sí, siempre hay otras cosas que hacer: mirar por la ventana, leer las revistas del avión, revisar algunos papeles de trabajo o simplemente, nada. Curiosamente, en mi último viaje, el primero con mi nuevo lector, suplí esta carencia sin casi planteármela: en el aeropuerto de salida, vi un libro que me tuve que comprar. Inevitablemente. Lo vi y pensé “tengo que comprarlo”. Me resistí un poco, algo así como treinta segundos. Lo cogí, leí la contraportada y supe que ya era mío.
Resumiendo, tengo un lector de libros electrónicos nuevo, rojo, precioso y lleno de libros por leer, regalo de mi hermana. Y tengo una funda nueva, roja y maravillosa para el lector, regalo de mis amigas. ¿Qué más se puede pedir?

En las fotos, mi lector y mi funda. Preciosos, ¿verdad?

lunes, 12 de noviembre de 2012

"El haiku de las palabras perdidas" de Andrés Pascual

La primera ver que vi este libro y me llamó la atención, no me lo compré. Hacía poco que me había leído un libro relacionado con el Japón y no me parecía el momento de reincidir en el tema. Sin embargo, poco después lo volví a ver y decidí que no era cuestión de ignorar su llamada.

Curiosamente, presenta una estructura muy similar al que me leí justo antes: está contando a varias voces y en varios tiempos. Por un lado, narra la historia de Kazuo, un niño holandés, huérfano de padres y adoptado por un médico japonés en el Nagasaki pre-bomba atómica, su adoración por Junko una niña japonesa y como la guerra y la bomba cambian toda su vida. Y por otro, narra la historia actual de Emilian un arquitecto defensor de la energía atómica y ve como su proyecto de creación de una isla energéticamente autosuficiente se ve frustrado en el último momento, a la vez que conoce a una fascinante japonesa, Mei. Ambas historias están relacionadas por la propia Mei: su abuela es Junko, aquella niña que enamoró al joven holandés y que ahora, anciana y muy enferma, quiere intentar averiguar qué pasó con aquel muchacho.

Es una historia muy amena, interesante y que relata de manera clara unos hechos históricos tan dolorosos como aparentemente lejanos. No me gustan las novelas históricas, la historia en general no me interesaba demasiado en mi época de estudiante, pero me gustan las novelas con trasfondo histórico, que integran la historia que cuentan en la Historia (así, con mayúsculas). Me gustan porque despiertan mi curiosidad y me descubro a mi misma navegando por Internet y releyendo pasajes históricos que estudié en mi adolescencia y que tengo ya olvidados. Me encanta. Y me encanta cuando están bien enlazados con la historia (en minúscula), cuando ésta te engancha y tienes ganas de saber más y más, como en el caso de este libro. Muy recomendable.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Un pez en Split

Estoy en Croacia. Croacia está fuera de la Unión Europa. Eso significa que me han puesto un sello en mi pasaporte. Así:


Los viajes laborales en esta época del año son especialmente duros: no sales de la reunión hasta que es noche cerrada. Así, te acostumbras a los paisajes nocturnos de las ciudades. Qué remedio.

Pero a pesar de las horas de encierro, de la oscuridad y del frío, todo tiene su parte buena. Aumentar mi colección de Harrys Potters internacionales (de la que ya hablaré algún día). Reencontrarte con colegas y amigos. Llegar con agua hasta dentro de las orejas después de correr bajo la lluvia y unos truenos y relámpagos espectaculares. Comprar algunos recuerdos anti-típicamente turísticos. O descubrir un pez ahí, colgado en una pared, en tierra firme, al que no puedes quitarle el ojo. Me lo hubiera llevado en la maleta, sí señor.


jueves, 1 de noviembre de 2012

Cambio de armario

Hoy he hecho el cambio de armario. Ya me daba pena ver mis faldas y vestiditos veraniegos, mis chanclas y sandalias. Ya me había casado de bucear en las maletas de ropa de invierno para encontrar algo que ponerme y no morir de frío. Así que he decidido pasar este maravilloso día soleado (y templado) para esconder el verano y dar paso al otoño-invierno.

Mientras doblaba la ropa de verano, me he dado cuenta de lo triste que es pasar de todos esos tejidos finos, alegres, con mil colores, a los tonos grises, oscuros y monótonos de mi ropa de invierno. Es un contraste espantoso, la luz y alegría del verano con la oscuridad y tristeza del invierno. He de admitir que el otoño tiene cosas maravillosa. Dormir calentita bajo el peso del nórdico. Oír llover. La luz especial de los atardeceres. Pero siempre es extraño reencontrarme con la ropa invernal y desterrar de mis armarios y cajones la ligereza del verano.

También me ha hecho plantearme en cómo será mi vida cuando vuelva a sacar la ropa de mil colores de las maletas naranjas en las que la guardo, en el altillo de uno de los armarios empotrados. ¿Cómo será mi vida la primavera, el verano que viene? ¿Seguiré con el mismo trabajo o me aplicarán la nueva ley? ¿Me querrá a alguien? ¿Querré yo a alguien? ¿Estará toda mi familia bien? La vida es extraña, la vida es sorprendente. De repente, está metiendo tu verano en una maleta y, de repente, te das cuenta que de aquí al próximo verano faltan muchos meses, pueden pasar muchas cosas y me he encontrado a mí misma pensando, deseando que no estaría tan mal seguir exactamente como hasta ahora. Con sus cosas malas, con sus cosas buenas. Todo puede ir a mejor sí, pero también peor. Así que crucemos los dedos, carguémonos de energía, propóleo y buen rollo e intentemos disfrutar al máximo de las bonanzas de estos meses oscuros.
Adiós verano. Nos vemos pronto.

En la foto, ropa de colorines, antes de despedirme de ella hasta el verano que viene.

lunes, 29 de octubre de 2012

Mi hermana es una gafapasta


Porque sólo ella es capaz de coger un avión para hacer una visita relámpago  a Madrid para ver fútbol y ponerse a leer en el Santiago Bernabéu en mitad del partido.

La foto está retocada (por ella) y convenientemente cortada (por mí) para preservar su intimidad.

domingo, 28 de octubre de 2012

Organizando

Cuando te pasas años, muchos años, intentando compatibilizar un trabajo, un doctorado, actividades extraescolares y un poco de vida social, aprendes a organizarte tu vida, sobre todo tu tiempo libre, minuto a minuto. Y con antelación. Sin lugar a la espontaneidad, ni a los planes inesperados.

Hoy es viernes. No tengo planes esta noche. Genial, haré tesis y me iré a dormir pronto. Mañana me levantaré pronto y seguiré. Luego iré a ensayo con el grupo. Después de comer, trabajaré un rato más, porque por la noche tengo una cena. Intentaré que no se haga muy tarde, así aprovecho la mañana del domingo. Luego se hace tarde, claro, y te levantas a las tantas. No pasa nada, aprovecho las dos horas que quedan de mañana para hacer los deberes de inglés y limpiar el baño. Después de comer me pongo otra vez. Y esta tarde no quedo con nadie, así aprovecho más.

O…

Hoy es viernes. Tengo cena. Bueno, no saldré. Bueno, saldré pero no beberé. Bueno, saldré, beberé, pero poco. Bueno, tampoco pasa nada si mañana por la mañana no hago nada. Bueno, me levanto pronto aunque tenga sueño, trabajo por la mañana y ya hago la siesta después de comer. No, mejor que no salga hoy. Bueno, venga, sí que salgo, pero el sábado no, que el domingo tengo excursión y estaré todo el día fuera. Pero volveré de la excursión pronto y trabajaré un rato. Pero no mucho, que si el domingo me voy a dormir tarde, el lunes no soy nadie en el curro.

Y así hasta el infinito.

Ahora, en este estado de extraña felicidad postdoctoral, he descubierto que soy incapaz de olvidar esta rutina de organizar mi tiempo libre al milímetro. Lo voy consiguiendo sí… al menos a ratos. Pero me descubro a mí misma en plan…

Hoy es viernes. Viene gente a casa. Ayer no tuve tiempo de ir a Carrefour. No pasa nada. Después de comer, bajo los papeles y plásticos para reciclar, voy al Mercadona y luego me pongo a preparar la cena. El sábado por la mañana recogeré la casa y haré la siesta, porque estaré cansada del viernes. Y tengo planes para el sábado por la noche. Ir a tomar algo. ¿Cena antes? Tal vez sí pero… ¿por qué no hemos quedado ya para cenar? ¿Por qué lo tenemos que decidir en el último momento? Y el domingo hará malo. No pasa nada. Limpio la casa. Arreglo las plantas. Hago deberes de inglés. Me tumbo en el sofá a hacer el vago. Escribo un poco. ¿Y por la tarde? ¿No tengo planes para el domingo por la tarde? Hm... debería leer el libro de inglés, que voy algo retrasada. Y tengo que poner una lavadora.


Algún día seré una persona normal. Eso espero.

O no.

La foto, hecha con el móvil el otro día en el Palma aquarium, donde fue a una conferencia. Es interesante la vida que existe después de la tesis.


sábado, 27 de octubre de 2012

Sábado

Después de una semana laboral especialmente larga, especialmente complicada y espacialmente estresante, he decidido descargar tensiones con una de esas mañanas maravillosas en las que acabo con tierra hasta detrás de las orejas.

Por fin he sembrado las lechugas. De dos variedades. Pero ya no me acuerdo cómo se llaman (soy una hortelana chapuza).

He separado varios planteles del fresal y puesto en agua otros, para que las raíces crezcan más rápido. Algunos buscan familia adoptiva.

He decidido quedarme un par de fresales, por si la planta-madre sufre alguna desgracia y así no tengo que perseguir a todos los que he donado fresales-hijos para que me los devuelvan.

He sembrado semillas de zanahoria en dos macetas. A ver qué pasa.

He trasplantado el tomillo. Su olor me recuerda a esas maravillosas infusiones antitusivas que me hago cuando estoy mala de la garganta (o sea, ininterrumpidamente del 1 de noviembre al 1 de marzo).

Y he trasplantado un pequeño aloe vera. Una vez esté enraizado, también lo pondré en adopción.

¡Buen fin de semana!









sábado, 20 de octubre de 2012

Proyectos

Cuatro macetas. Vacías. Limpias.


Unos planteles de lechugas. Unas semillas de zanahoria.


Menudo reto.

jueves, 18 de octubre de 2012

Felix

Felix.

Ese señor que el otro día que se lanzó de la estratosfera a la Tierra.

Qué barbaridad.

Lo vi. Sí, lo vi. Lo acabé viendo. Y sólo pensaba “Éste se mata, éste se mata, éste se mata”.

Y no sé mató.

Menos mal.

Se ha dicho bastante sobre Felix. Pero lo mejor que he visto ha sido este video.

Genial.

domingo, 14 de octubre de 2012

En un domingo otoñal cualquiera

Hoy tenía que llover. Las previsiones eran lluvia, lluvia y lluvia. Pero no. En cualquier caso, he aprovechado la tranquilidad de un domingo otoñal cualquiera para organizar el jardín, perdón, el balcón.

He recolectado los últimos pimientos. Y he tirado las 6 plantas que, como buenamente han podido, han crecido en cuatro macetas.

He limpiado el fresal, eliminando hojas muertas y aniquilando todas las cochinillas que he encontrado. Llevo fatal esto de descubrir bichos en mis plantas. Pero fatal. También he revisado los planteles, listos para repartir y he preparado algunas macetas más con nuevos planteles. Es precioso este fresal mío.

He plantado en macetas redondas algunos de los pequeños cactus que cayeron (y/o arranqué) del cactus enorme (y a menudo florido). No sé si sobrevivirán, pero tenía que intentarlo.

He empezado a imaginarme qué voy a plantar este mes de octubre. ¿Quién ha dicho que no hay vida en un huerto urbano en otoño? La hay. Y tengo cuatro macetas enormes vacías. Sueño con zanahorias y lechugas…





viernes, 12 de octubre de 2012

Lluvia

Me encanta el verano. Y siempre me cuesta un poco despedirme de él. Pero oír la lluvia caer con intensidad, oler su aroma fresco y verla rebotar en suelos y tejados es, sin duda, maravilloso.

En la foto, lluvia cayendo esta mañana.

Bienvenido otoño.

jueves, 11 de octubre de 2012

"La isla de los cazadores de pájaros" de Peter May

“La isla de los cazadores de pájaros” es una de las novelas más interesantes que he leído en mucho tiempo. Aúna intriga, tradición y dramas familiares y personales. Es una novela negra, que se inicia con un asesinato en la remota isla escocesa de Lewis, a la que se traslada el detective Fin Macleod. Pero para él no es únicamente un caso de asesinato: acaba de perder a su hijo, su matrimonio se desmorona y el asesinado era un compañero de colegio en su infancia. Así, viajar a Lewis es para él volver a la isla que le vio crecer, toparse de nuevo con su pasado, reencontrarse con viejos amigos, antiguos amores y algunos enemigos, con una comunidad cerrada y tradicional, en un escenario de naturaleza dura y cortante.

Bien pensado, no tengo muy claro que sea una novela negra. Sí, la trama principal es un asesinato, pero esta trama se bifurca rápidamente en varias historias más, en historias del pasado y del presente, en esos dramas familiares y personales que contaba, en el papel que las tradiciones ancestrales juegan en el mundo moderno y en cómo las decisiones que se toman van modelando nuestras vidas.

Me ha gustado todo de esta novela. Los personajes, totalmente creíbles. La descripción de la naturaleza, cruel y atractiva. La historia contada a dos voces y en dos épocas, en capítulos alternos: la época actual, en tercera persona, desde el punto de vista del detective; el pasado, en primera persona por el detective, siendo niño. La manera casi sutil que la historia se tambalea entre el misterio y el drama. También me ha gustado descubrir una tradición totalmente desconocida para mí: el viaje anual que un grupo de hombres de la localidad de Ness realiza a un islote deshabitado, Sula Sgeir, para cazar crías de alcatraz o gugas. Me ha gustado mucho la manera en que esta tradición es tratada: sin obviar las polémicas ecologistas que la rodean, el autor describe no sólo la caza sino la dureza del viaje y de las condiciones de manera absolutamente franca y fascinante. Y no sólo eso: hace que la caza de gugas sea un escenario más de su novela, con una naturalidad aplastante. Después de leer esta novela, estuve buscando información sobre este tema y descubrí la existencia de un documental de la BBC sobre la caza de gugas. No he conseguido verlo, pero hay mucha información interesante aquí.

Por lo visto, éste es el primero de los libros de una trilogía sobre la isla de Lewis. Tengo que conseguir los otros dos. Éste es el blog de Peter May. Y ésta una entrada preciosa sobre la niña real que inspiró el personaje de Marsaili, el amor infantil del protagonista.

lunes, 8 de octubre de 2012

Bruselas

Ya comenté el otro día por aquí que estuve en Bruselas unos días por motivos laborales. La visita me sirvió no sólo para reconciliarme con la ciudad, sino también para reencontrarme con viejos amigos (me sigue sorprendiendo la cantidad de gente que conozco que vive en Bruselas) e incluso hacer un ratito de turista. Un paseo la ciudad, visitando de nuevo Le Grand Place y el Mannenken Pis, algunas compras y unas cuantas fotos.








sábado, 6 de octubre de 2012

Plantas

Estos días, en mi huerto urbano…

Las pequeñas plantas de fresas invaden el balcón, me he quedado ya sin macetas para plantarlas. Algunos estolones han alcanzado otras macetas y alguna que otra plantita comparte maceta con los pimientos. Ha llegado el momento de cortar los estolones y repartir los planteles entre los amigos.

De manera accidental, mientras barría la terraza, el otro día uno de los pequeños cactus cayó de la planta madre. Menuda sorpresa. Con algo de ayuda, cayeron muchos más. Aún tengo que trasplantarlos todos. Confío en que sobrevivan, los cactus son plantas fuertes.

La mayoría de pimientos están ya rojos, así que por fin ha llegado la primera recolección. Doce, ¡doce!, de dos plantas diferentes.


Cuatro mini-rosas adornan el mini-rosal.

Las primeras señales del otoño ya han llegado a mi bosque de Ginkgos. Oh, ¡mis lindos arbolitos! En cualquier momento empezarán a perder sus hojas.

El aloe tiene un pequeñín que debería trasplantar un día de estos.

Y flores, oh las flores, ¡qué bonito regalo! ¡Gracias!












sábado, 29 de septiembre de 2012

El final de la cuenta atrás

Tengo el blog a medio gas.

Es algo totalmente consciente y voluntario.

Estoy en pleno final de la cuenta atrás.

Quedan 4 días, cuatro, para que acabe.

Años y años de trabajo por las tardes, por las noches, los fines de semana y las vacaciones van a dar, por fin, su fruto.

En cuatro días defiendo mi tesis doctoral.

Curiosamente, lo que más me ilusiona de este final no es que me vaya a convertir en doctora (aunque no de las que pinchan y recetan medicamentos). Lo que más me ilusiona es que a partir de ahora mi tiempo libre tomará una nueva dimensión. Podré pasarme una tarde entera tumbada en el sofá vegetando sin sentirme culpable. Las vacaciones cobrarán un nuevo sentido para mí. Aún me parece alucinante.

La banda sonora hoy la pone Europe y su “The Final Countdown”. No puedo imaginarme una banda sonora mejor. Encima, fue el primer casete que me compré en mi tierna juventud.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Reconciliándome con Bruselas

Llevo unos días en Bruselas, por cuestiones de trabajo, pululando por la Commission Européenne.



(Sí, suena a importante y todo, pero no lo es tanto como parece).

Es mi segundo viaje a Bruselas. Hace un año ya estuve por aquí y me fui sin parar de decir “No me gusta Bruselas”.

Y yo, que soy de naturaleza positiva, he decidido que tenía que cambiar de opinión. No puedo pensar algo así, yo no. Así que, a pesar de que este viaje se está desarrollando en el (probablemente) período menos adecuado de mi vida, he decidido reconciliarme con Bruselas.

Entre reunión y ratos de trabajo extra en el hotel (¡pongo a Dios por testigo que no volveré a quedarme en un hotel después de una reunión a currar en la tesis!), lo he conseguido.

Dos horas. Compras. Chocolate. Fotos. ¡Incluso sol!


Me he reconciliado con Bruselas.

Ahora sí puedo decir que me gusta esta ciudad.

Continuará.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El pueblo unido jamás será vencido

De un tiempo a esta parte, gente variada que conozco me ha empezado a hablar mal de los funcionarios o, mejor dicho, de los empleados públicos.

[Inciso. Aunque la gente no lo tiene claro, no es lo mismo un “funcionario” que un “empleado público”. Los “funcionarios” son gente que ha aprobado exámenes varios y tienen una plaza fija en la administración pública. Los “empleados públicos” son gente que trabaja para el Estado o para otro organismo público (Ayuntamientos, Comunidades Autónomas), incluyendo a los funcionarios pero también a mucha otra gente que tiene contratos temporales, que ha conseguido por exámenes, concurso de méritos o enchufes –de todo hay-. Es importante aclarar esto. Siempre se habla de “recortes a los funcionarios” cuando realmente los recortes se hacen a todos los “empleados públicos”. Lo sabré yo, que tengo un contrato temporal pero me han afectado todas las medidas que supuestamente afectan a los “funcionarios”. Fin del inciso.]

Decía que mucha gente me ha empezado a hablar mal de los trabajadores públicos. Que si claro, es normal que les recorten porque no hacen nada, que si se han aprovechado mucho estos años, que si hay mucho enchufado. Que sí, que no digo que no. Yo que trabajo en la administración pública he visto mucha gente que no trabaja, mucho enchufado y mucho derroche de dinero pero, ¿quién no ha visto enchufados también en la empresa privada? ¿Quién no conoce al típico caradura que no hace nada, pero que aparente ser el más trabajador en algunas empresas? Porque yo eso también lo he visto.

Mis reflexiones de los últimos tiempos, unidas a lo que he visto hoy en “Salvados” (“Ciudadano Klínex”) me llevan a concluir varias cosas.

En la administración pública (hablo en general) ha habido muchos años de derroche, de crear plazas porque sí, de enchufar al primo del amigo del sobrino de la amante, de mala gestión. ¿Cómo se arregla eso? Pues se arreglaría con un buen control y seguimiento de personal, con una gestión de trabajo que implique un control real y objetivo, trabajando, por ejemplo en base a objetivos marcados y no a “cuántas horas estoy sentado delante del ordenador”, con racionalizar la función pública: qué se necesita, qué hay y qué sobra. Una buena limpieza en la administración pública es muy necesaria, lo ha sido siempre, pero ahora especialmente. Creo que eso sería mucho, pero que mucho más efectivo que cualquier recorte.

El asunto de los moscosos, esos días “de asuntos propios” de los que disfrutamos. Menudo asunto. Claro, a la gente que no trabaja en la administración pública, les parece fatal que los disfrutemos. Lo que no saben es su origen. Se creó en su momento para compensar la pérdida de poder adquisitivo. Creo que fue en el año 82. El IPC subió tanto (creo que un 12%) que el Estado no pudo asumir la subida. A cambio, concedió a sus trabajadores más días libres. Pongamos una persona A que trabajaba en ese año en una empresa privada y una persona B que trabajaba en el sector público, ambos con el mismo sueldo. A tuvo un aumento de sueldo de acorde con el IPC ese año (¡¡¡un 12%!!!). B no. Ni lo tuvo entonces ni, en los años siguientes, se le “devolvió” ese aumento nunca pagado. A día de hoy, A estaría cobrando bastante más que B (¡recortes aparte!). Pero eso nadie lo cuenta…

Con las pagas extras más de lo mismo. Conozco gente que en empresas privadas tienen hasta cuatro pagas extras. En el sector público se tenía (hasta ahora) dos. Hay quien dice que no pasa nada que las quiten, total a mucha gente no se las dan. No es cierto. El sueldo que tenemos todos es un sueldo anual y cada empresa lo divide como decide. Puede decidir pagar una cantidad al mes y luego dar una o más pagas extras, o tener la paga extra prorrateada. Es decir, una persona que no cobra las pagas extras como tal puede tener perfectamente un sueldo anual más alto que una que tiene cuatro pagas extras. Una paga extra no es un regalo, es dividir el sueldo entre más nóminas al año.

Mucha gente está de acuerdo con que le bajen el sueldo a los empleados públicos. Y he oído hasta risas cuando los ven protestar. Bueno, la bajada de sueldo a los trabajadores públicos afecta a todos. Pongamos un trabajador público cualquiera al que le han recortado el sueldo. ¿Consecuencia? Gasta menos. Debería pintar el comedor, pero decide esperar otro año más. En vez de salir a cenar fuera una vez por semana, sale una vez al mes. En vez de ir a la peluquería una vez al mes, va 2 veces al año. En vez de comprarse un coche cada cinco años, arregla el viejo para que dure unos años más. Y no sólo eso: ni siquiera lo lleva al taller a arreglarlo, sino que se lo deja a su cuñado, que es un manitas y luego, a cambio, le invita a cenar. En casa, claro, que salir a restaurantes es ya demasiado caro. Es decir, muchas por no decir todas las empresas privadas se ven de manera directa o indirecta afectadas por los recortes a los trabajadores públicos. La diferencia es que los trabajadores públicos se atreven a protestar, porque no tienen miedo a que les echen (ahora un poco sí). Y, ¿sabéis una cosa?, protestan por todos.

Tampoco deberíamos olvidar quiénes son los empleados públicos. Sí, es ese señor con cara de mala uva que justo se va al bocadillo cuando te tiene que atender a ti. Sí, son esos profesores que tienen más días al año de vacaciones que tú y yo juntos. Sí, es esa señora que te hace rellenar ocho impresos diferentes para luego darse cuenta de que con uno bastaba. Sí, son todos esos. Pero también es ese médico que salvó a tu padre el día que le dio un infarto. Es ese bombero que sacó a tu abuela en brazos de su casa ardiendo. Es ese profesor que aguanta a tu hijo adolescente, y a treinta más como él, simultáneamente, más horas al día de las que tú mismo ves. Es ese guarda forestal que murió en el incendio provocado por una negligencia. Es ese administrativo que te arregló los papeles en tres minutos para que pudieras pedir la ayuda para arreglar la casa. Es esa profesora que ha conseguido que tu niño con una discapacidad grave, te diga “te quiero” con el lenguaje de signos. Es esa enfermera que limpia los vómitos de tu hijo enfermo. Es ese policía que acompañó a tu hija a casa después de aquel accidente del que no tuvo la culpa. Es ese investigador que descubrió una sustancia que hace que las quimios de tu tía no sean tan duras. Es esa psicóloga que atendió a tu amiga después de que la violaran. Es ese buceador que recuperó el cadáver de aquella niña de tu pueblo que alguien mató y tiró al río. Es ese científico que se pasa varios meses fuera de casa para intentar encontrar soluciones a la contaminación atmosférica. Es ese guarda urbano que salvó el otro día a una niña con parada cardiorespiratoria. Es esa científica que ha descubierto que la enfermedad de tu hijo es incurable, pero que eliminando ciertos componentes de su dieta, podrá hacer vida normal. Y, ¿sabes otra cosa? La mayoría de ellos ni siquiera son funcionarios, tan solo empleados públicos con un contrato temporal (¡o con una beca!) que pueden irse cualquier día a la calle, como tú.

Mi conclusión final es que, en los últimos tiempos, se ha criminalizado al empleado público. ¿Por qué? Sencillo. Divide y vencerás. Porque el pueblo unido jamás será vencido. Y mientras que trabajadores del sector público y trabajadores del sector privado no entendamos que estamos en el mismo lado, nos habrán vencido. Y hasta que no seamos capaces todos de unirnos y luchar por lo que (¡todos!) nos merecemos, habremos perdido la batalla.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Somebody that I used to know

Me encanta esta canción.



Aunque me encanta aún más esta versión.



Pero la que realmente me chifla es esta parodia de la versión.

Just great.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Sobreviviendo a la semana


A principios de este año, en el trabajo cambiaron la máquina de fichar: ya no teníamos una tarjetita, sino que había que fichar con el dedo. Una de las gracias del nuevo método, es poder acceder a la web donde para ver no sólo cuántas horas trabajas, sino también la hora de entrada y salida. Es bastante útil para comprobar si te has olvidado de fichar (cosa relativamente habitual en mí) y para hacer el seguimiento de horas diarias, cuando (como es mi caso) tienes que además rellenar otra aplicación con qué tiempo dedicas diariamente a cada cosa (un coñazo).

La cuestión es que este método me ha permitido descubrir una cosa que ya intuía: la semana se me hace cuesta arriba. Se ve claramente en la foto adjunta (arriba, las horas; a la izquierda, los días): en las últimas dos semanas, el lunes es el día que entro más pronto y la hora de entrada se va haciendo cada vez más tardía según avanza la semana. El viernes pasado me cogí libre. Y los últimos dos días de esta semana también.

En mi defensa diré que el miércoles 12 se hizo más tarde por culpa del chapoteo en el parking, pero esa ya es otra historia. Pero eso no quita una verdad como una casa. Y a las pruebas me remito. La semana me mata, y según avanza, la voy sobreviviendo como puedo.




jueves, 13 de septiembre de 2012

Reventón


Ir al parking a primera hora de la mañana y encontrártelo tan inundado que no puedes llegar al coche sin empaparte los pies. Volver a casa a por las botas de agua y pasártelo pipa chapoteando un buen rato antes de ir a trabajar... Aaah, la felicidad de las pequeñas cosas!




miércoles, 12 de septiembre de 2012

Terra incognita

Terra incognita. Del latín. "Tierra desconocida". Territorio aún no explorado por el hombre.

Actualmente, no existen territorios que no haya explorado el hombre.

O tal vez sí.