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lunes, 21 de abril de 2014

De concierto

El sábado estuve en un concierto de Jorge Drexler.

Vaya por delante que no soy una fan absoluta de Drexler. Es decir, no tengo todos sus álbumes y no me sé todas sus canciones. Pero me gusta. Lo descubrí hace unos años, gracias a una amiga que sí que es fan absoluta. Me pasó un día una canción que cuadraba perfectamente con mi estado de ánimo en esos momentos y empecé a bucear en su música. Y a engancharme.

En realidad lo conocía de antes, de la época en que ganó un Óscar por la canción “Al otro lado del río”, primera (y creo que hasta ahora) única canción en español candidata y ganadora en esta categoría. Ah, me encanta esta historia. Lo nominan al Óscar a la mejor canción original pero deciden que él no es lo suficientemente famoso como para cantarla en directo. En su lugar, lo hacen Antonio Banderas y Carlos Santana. Él, aunque la decisión no le parece adecuada, lo acepta y va a la gala. Y gana. Y cuando sale al escenario y recoge el premio de manos de Prince, pasa una de las cosas más bonitas que he visto yo en la entrega de los Óscars: canta un trozo de su canción a capela. Y nada más. Se me pone la piel de gallina sólo de recordarlo.

Creo que ese gesto define perfectamente lo especial de este hombre, su magnetismo sobre el escenario. Un tipo tranquilo, pero cargado de buena energía.

Lo vi en directo por primera vez en verano de 2010. Fue un concierto maravilloso, a pesar de los problemas técnicos que lo convirtieron casi en un concierto acústico. Cuando mi amiga-fan me dijo que Drexler volvía este año, me apunté sin dudarlo. Debo admitir que después me arrepentí un poco, por el precio y porque no había escuchado ni siquiera su último disco. Pero esa sensación de “igual no debería haber venido” desapareció cuando, ya sentada en primera fila, Drexler entró en el escenario. En ese momento, ya supe que sería un concierto genial. No sé, este hombre tiene una energía especial, que llena el escenario con sólo su presencia.

Y, en efecto, fue un concierto genial. Rodeado de media docena de músicos estupendos, el concierto tuvo una primera parte de presentación del disco, una segunda él sólo con su guitarra, recordando canciones de otros discos, a petición del público y una parte final más marchosa, en la que disfrutamos mucho bailando. Y los bises, claro. Qué grande.

Pero hubo más.

Mi amiga-fan quería que le firmara el disco (creo que los tiene todos firmados) así que empezó nuestro periplo (junto a una veintena de personas más) de averiguar si Drexler saldría, por dónde saldría y cuándo saldría. Después de un buen rato (y algún gesto bastante despectivo por parte de algún miembro del equipo), el mismo Drexler nos invitó a bajar donde estaba y allí estuvimos hablando con él, haciéndonos fotos y nos estuvo firmando autógrafos. Estupendo.

Pero aún hubo más.

Nos dijeron que iban a irse a tomar algo a un pub de la ciudad y, bueno, allí fuimos, pensando que, obviamente, no iban a venir. Y vinieron.

¿Habéis visto alguna vez jugar al futbolín a un ganador de un Óscar?

Yo sí.

Ya he dicho que sobre el escenario es un tío grande, que emite una energía increíble. Pero en las distancias cortas, Drexler es un tipo normal, con pinta del vecino de al lado, bastante callado, con una mirada calmada, incluso un poco triste, un tipo que no llama la atención. Así que en el pub pasaba totalmente desapercibido. Creo que, aparte de los seguidores que fuimos al local después del concierto y su equipo, nadie más en el pub recayó en su presencia.

Y allí estuvimos, hablando con él, tomando cañas, jugando al futbolín, riendo.

Qué cosas.





miércoles, 9 de abril de 2014

El Greco

En 2008, viví 4 meses en Creta, en un diminuto apartamento en mitad de campos de olivos, con una terracita con vistas al Mediterráneo. Estas vistas.




Fueron meses fabulosos, en los que mi vida era muy simple. De lunes a viernes, trabaja a tiempo completo en mi tesis, en un centro de investigación construido en mitad de una base militar americana abandonada. Los fines de semana, recorría la isla, utilizando el (no especialmente eficaz) sistema de autobuses o alquilaba un pequeño coche amarillo (que fue rojo en las últimas semanas. Mi primer coche rojo, mucho antes que CocheCapricho).

Pocos días después de llegar, cuando aún me costaba leer los letreros en griego, visité el Museo del Greco, en Fodele, un pueblecito que se jacta de ser el lugar de nacimiento del pintor (aunque parece que no está claro). Me dirigía a una playa al oeste de la capital, donde había quedado con una amiga y decidí que Fodele me quedaba de camino. Más o menos. Así que allí iba yo, conduciendo ya como una auténtica cretense, es decir, con la mitad del coche por el arcén. Así.


En la radio sonaba el Chiquichiqui. Que sí.


Después del Chiquichiqui, la carretera se convirtió en una pista de tierra, en la que fue mi primera experiencia surrealista por carreteras cretenses (después vinieron muchas más). No sé cómo, pero conseguí volver a la civilización y llegué a Fodele.

El Museo era una pequeña casita en el campo, del que apenas guardo algunas fotos borrosas de reproducciones de la obra del pintor y algunos dibujos (creo que) originales. Junto a la casa, una de las numerosísimas iglesias que se encuentran desperdigadas por la isla. No estuve mucho tiempo en el museo, no había mucho que ver, más allá de algunas curiosidades, incluyendo un recorte de un periódico español. Éste.


Ahora que se acaban de cumplir 400 años de la muerte del Greco, me ha parecido bonito recordar aquellos días, aquella visita, aquella vida en Creta, tan inusualmente sencilla, tan sencillamente inusual. Y rendir mi pequeño homenaje al Greco. Y rescatar algunas de aquellas fotos.




Y para compensar el Chiquichiqui, una canción de la banda sonora de “El Greco” de Vangelis, que me compré durante aquellos meses en Creta. No he visto la película. Tal vez debería.


domingo, 6 de abril de 2014

Bailando

Ya lo dijo Murakami, hay que bailar, bailar, bailar sin parar, para hacer que el mundo siga rodando, para que todo siga su camino.

Así que yo hago caso y bailo, bailo, bailo.

Lo que me echen.

Tanto música tradicional mallorquina (ball de bot) en el 50 aniversario de S’Estol des Gerricó (hace ya un par de semanas, cinco horas y media de música y baile. Totalmente irrepetible), como swing (lindy hop) en la inauguración de una escuela de baile, Tandem club, con los Monkey Doo o al sol en una mañana de domingo, en la terraza del museo Es Baluard, con Swing and Shout.

La cuestión es bailar.

Y que el mundo siga rodando.




martes, 18 de marzo de 2014

Ritmos africanos

Estando en Namibia, estuve en un concierto de música africana. Ya había estado en un concierto allí en Septiembre, un concierto que me encantó, en el que hubo un poco de todo, desde música africana a música clásica, pasando por corales de varios tipos. Aquel concierto fue en una escuela de primaria que me pilla de camino al curro, así que un día de esa semana pasé por allí a ver si había algo esos días. ¡Bingo! Vi este cartel de ese concierto y decidí que iría a verlo.


El mismo día del concierto, volví a pasar para confirmar la hora y entonces me di cuenta de que yo conocía al chico que sale en la foto, J., el de en medio. No me sorprendió mucho, era el profesor de percusión de la colega española que estaba por aquí hasta hace poco (yo misma fui a una clase con él) y además ya lo había visto cantar y tocar en el concierto del año pasado. Está metido en todos los berenjenales, musicalmente hablando. Así que allí me fui yo, un viernes por la noche, de concierto en Swakopmund.

Me encantó, me lo pasé muy bien, salvo en el momento en el que me sacaron a bailar allí en medio. Pero bueno, incluso entonces me reí mucho y me regalaron una pulsera, así que no me quejo, jejeje. Y reencontrarme con J. fue estupendo. Su cara de alucine fue maravillosa, qué divertido.

Ésta es parte de una de las canciones que tocaron, geniales todas.


A la mañana siguiente, mientras paseaba por el centro comprando algunas cositas, me sorprendió un grupo de chavales tocando marimbas y otros instrumentos de percusión. Me quedé allí clavada un buen rato, escuchándolos. Daba gusto oírlos tocar.


Así es Namibia. En cualquier momento, en cualquier lugar, puedes deleitarte con sus ritmos, con sus músicas. Namibia, un país en el que se saca música hasta de las piedras. Que sí.


África es pura música.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Entre dos aguas

Octubre de 2010. Estoy sentada en la terraza de un restaurante en Estambul. Es de noche y hemos llegado hasta allí en un microbús. Es el día de la cena de grupo, ese día en las reuniones en las que todos salimos a cenar juntos, la social dinner la llaman los guiris. A mi lado, una colega italiana que siempre me trata con infinito cariño me cuenta lo mayor que (dice ella) es y lo poco que le queda para jubilarse. Enfrente, un colega griego al que acabo de conocer, criado en Alemania y con trabajo en España, se sorprende de que conozca una película griega que a los dos nos entusiasma, “Un toque de canela”. A su lado, una colega alemana que trabaja en Malta charla con él en alemán, poniéndose al día porque hace muchos años que no se ven, tal vez contándole sus vaivenes sentimentales. En algún momento de la noche, me encuentro con una colega (y amiga) francesa en el baño. Nos reímos. “He bebido mucho vino”, dice una. “Y yo”, dice la otra. Seguimos riendo. Nuestra conversación se desarrolla en ese inglés perfecto que tenemos todos después de unas cuantas copas de vino. Reímos de lo bien que nos lo pasamos cuando nos encontramos, hablamos de lo maravilloso del lugar, decidimos quiénes son los chicos más guapos de la reunión.

Es una noche mágica, como mágica es toda Estambul. Estambul es puro sentido, es vista, es olfato, es oído, es gusto, es tacto. Estambul es la visión de los minaretes de sus mezquitas, el olor a especias, el sonido del canto del muecín llamando a la oración, el gusto del zumo de granada, el tacto de sus piedras.

Estoy allí, en esa terraza en Estambul y oigo cómo un músico toca una guitarra española dentro del restaurante. Toca varias canciones. De repente, suena esto:


Sí, “Entre dos aguas”. Sólo que yo aún no sé que se llama “Entre dos aguas”. Es sólo una canción que me suena. Pero el chico griego la conoce muy bien y me habla de la canción, de Paco de Lucía y de que él también toca la guitarra. Así, en Estambul, descubro que esa canción que me suena es de Paco de Lucía y que se llama “Entre dos aguas”, gracias a un griego criado en Alemania.

Esa noche, alguien da una noticia de que otro colega ha conseguido un trabajo con una colega griega presente en esa cena. Ella está feliz, entusiasmada. Esa noche, volviendo al hotel en taxis, un colega francés se deja una mochila en uno. Él no se preocupa demasiado, porque no había nada de valor dentro.

No sé por qué recuerdo todos aquellos pequeños detalles de esa noche.

Noviembre 2010. Cadaqués. Estoy cenando con el colega griego y varios compañeros suyos de trabajo en el que es su campo base mientras realizan unos muestreos en la zona. Estoy recorriendo la costa catalana, en plena road movie, yendo por los puertos, reuniéndome con pescadores, responsables de cofradías, muestreadores. Esa misma mañana, he recibido una llamada desde Bruselas y me han ofrecido ser la silla de una reunión por tres años y aún no sé muy bien qué decidir. Y ahí estoy, en mitad de un grupo de gente que no conozco, disfrutando de una ya fría noche de otoño. Yo he llevado productos típicos de mi tierra (sobrassada, aceitunas, queso mahonés) y un italiano cocina platos de pasta maravillosos. En algún momento de la noche, vuelve a sonar “Entre dos aguas”, la pone el chico griego en su portátil y hablamos de Estambul, del trabajo, de música, de guitarras, de cine. Tras la cena, salimos a tomar algo (café, infusión) en el Casino. Dan fútbol por la tele. Juega el Barça. Champions creo.

Febrero 2014. Mi hermana la gafapasta envía un correo que dice “¿Habéis oído lo de Paco de Lucía?”. Entro en twitter pero ya me imagino que es “lo”. De repente viene todo esto a mi mente. Estambul, las guitarras, los colegas, Cadaqués. Pienso en el chico griego, que ahora trabaja en Alemania y sé de él a través de otros, porque hace tiempo que no nos escribimos. Pienso en toda esa gente que compartió conmigo aquellos días. En cómo me he ido cruzando con unos y otros, aquí y allí, en los que ya se han jubilado pero aún siguen al pie del cañón, en los que veo muy de tanto en tanto pero con los que mantengo esa complicidad que sólo el tiempo da, en los que ya no se hablan entre ellos, en los que aún no se han jubilado, en los que me he encontrado de nuevo pero no he sabido ubicar. Y trato de recordar cuándo volví a escuchar “Entre dos aguas”. No oírla así como si nada, sino cuándo la he vuelto a escuchar de verdad, consciente de ello, como la escuché en Estambul y en Cadaqués. Y no lo recuerdo. Casi juraría que, desde entonces, no la había vuelto a escuchar. ¿Es posible? Sí.

No sé nada de música y no sé nada de de flamenco. Así que esto es todo lo que puedo contar sobre Paco de Lucía.

La foto, Estambul, octubre 2010.

miércoles, 14 de agosto de 2013

November was white, December was grey

Descubrí esta canción de Say Hi hace poco, viendo una serie que también descubrí no hace mucho, "Shameless".

Me encanta.




The fire, it cracks
And the flakes snow on
November was white
and December was grey

Well, someday soon
When the spring brings the sun
I'll finally sleep, I'll finally
feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone

Oh these three months
I've been inside the house
My pacing has worn
All of the carpet out

Just give me a breeze
The rebirth of the life
I'll finally pine, I'll finally
Feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone

I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone

jueves, 11 de julio de 2013

Con música

Ya expliqué el otro día que en mis días de mar he vivido prácticamente sin libros. En cambio, la música ha estado muy presente todos los días: por las noches, cada día, me ponía el iPod shuffle (se llama Blauet) en modo aleatorio y escuchaba música hasta que me casi-dormía. Eso sí, si aparecía alguna canción de “Les Miserables”, abría los ojos inmediatamente y no me ponía a cantar a grito pelado por los pelos. Hay varias canciones que me entusiasman, entre ellas “ABC Café/Black and White” o "One Day More":


Además de mi música para dormir (o no), durante el día escuchar música en el puente era algo aunque no frecuente, tampoco extraño. Un día, por ejemplo, celebramos la mañana de la música gallega (toda la tripulación era gallega, era domingo y tocaba pulpo para comer): grupos varios en modo aleatorio, cortesía del Capitán. Además de canciones y grupos que ya conocía (como Carlos Núñez o Luar na Lubre) descubrí a un gaitero del que no había oído hablar: Xosé Manuel Budiño. Me encantó, me apunté el nombre y dejo aquí una canción suya, aunque el video tiene unos cuantos (bastantes) años. Pero me encanta.



Pero la música gallega no es la favorita del Capitán, eso ya lo sabía de años anteriores, en los que ya habíamos compartido puente. Él adora el heavy. Yo no sé nada de heavy, así que él, junto a un compañero también heavy, decidieron que la mejor manera de introducirme al mundillo era con una canción que incluyera gaitas (por eso de que soy gaitera), así que me pusieron el “It’s a Long Way to the Top (If You Wanna Rock’n’Roll” de AC/DC. No soy yo muy de heavy, pero admito que el sonido de las gaitas le viene genial a la música.


Y un día, subiendo por la tarde al puente, me encontré al primer oficial tarareando una canción que me sonaba, pero no sabía cuál era. “¿Qué tarareas?”, le pregunté. “Ni idea”, contestó, “una canción cualquiera”. Aún estuve varias horas dándole vueltas al tema hasta recordar que la canción que tarareaba era “Norwegian Wood (This Bird Has Flown)” de The Beatles, canción que descubrí leyendo el libro de Haruki Murakami.



Estilos varios, un poco de todo en esos días de mar. Con música.

viernes, 5 de abril de 2013

"High Hope" de Glen Hansard

No puedo parar de escuchar esta canción. Serán las anginas. Será la lluvia. Será… yo qué sé.


I'm workin' on the high hope
And if it all works out, you might just see me
Or hear from me in a while

I'm gonna make it across this tight rope
And I'm comin' for my prize
No more I'll be waitin' 'round
While life just passes by

Maybe when our hearts realign
Maybe when we've both had some time
I'm gonna see you there

I'm gonna see you there, lay
Where we can be natural, lay

'Cause I've been livin' in the half life
Not sure which way to turn
Why must a man lose everything
To find out what he wants

I'm gonna wait until it feels right
And when that time has come
Wild horses won't keep me back
From where you have gone
Maybe when we're both old and wise
Maybe when our hearts have had some time
I'm gonna see you there

I'm gonna see you there, lay
Where we can be natural, lay
After all we've seen
We can do anything, lay
Where your heart is strong
Where we can go on and on, lay
Where your good times gone
Where we are forever young, lay
Where your heart is strong
Where we can go on and on, lay, lay!

I wanna see you there

jueves, 7 de febrero de 2013

Hoy, sólo música

Lo nuevo de Delafé y las Flores Azules, "De ti sin mí".



Y su versión alternativa, "De mi sin tí".



Me quedo con la segunda. Sin duda.

Si te vas, porque creo que lo harás, volverá la tristeza con la misma energía que llegó desde el este tu luz a mi vida, aquella mañana tranquila.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El final de la cuenta atrás

Tengo el blog a medio gas.

Es algo totalmente consciente y voluntario.

Estoy en pleno final de la cuenta atrás.

Quedan 4 días, cuatro, para que acabe.

Años y años de trabajo por las tardes, por las noches, los fines de semana y las vacaciones van a dar, por fin, su fruto.

En cuatro días defiendo mi tesis doctoral.

Curiosamente, lo que más me ilusiona de este final no es que me vaya a convertir en doctora (aunque no de las que pinchan y recetan medicamentos). Lo que más me ilusiona es que a partir de ahora mi tiempo libre tomará una nueva dimensión. Podré pasarme una tarde entera tumbada en el sofá vegetando sin sentirme culpable. Las vacaciones cobrarán un nuevo sentido para mí. Aún me parece alucinante.

La banda sonora hoy la pone Europe y su “The Final Countdown”. No puedo imaginarme una banda sonora mejor. Encima, fue el primer casete que me compré en mi tierna juventud.


sábado, 15 de septiembre de 2012

Somebody that I used to know

Me encanta esta canción.



Aunque me encanta aún más esta versión.



Pero la que realmente me chifla es esta parodia de la versión.

Just great.