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jueves, 21 de agosto de 2014

Un gorro

Hace unos meses, un día decidí que quería aprender a coser con máquina de coser. Mi madre tiene una y sabe, así que me dio un par de lecciones y pasé un buen rato dándole al pedal (eléctrico). Desde entonces, tenía ganas de hacer algo, algún proyecto de novata total, para perderle el miedo a la máquina. Así que cuando vi en el blog de Miso un gorrito, me pareció el proyecto ideal: hecho con telas recicladas, sencillo y útil. Yo soy muy de gorrito en la playa y aunque tengo un sombrero maravilloso que me encanta, también tengo un gorro (bueno, dos) de este estilo que me gusta.

Así que ahí me puse, con un pantalón viejo de mi hermana la gafapasta y una camiseta vieja mía (que tenía ya agujeros, pero me daba pena tirar), me lancé a la aventura siguiendo el patrón. Y gracias a la inestimable ayuda de mi madre (el que ideó cómo poner el hilo en una máquina de coser supongo que estará ardiendo en el infierno, qué complicación), en unas pocas horas conseguí este gorro reversible.

¡Tachán!



 


Tiene fallos, mucho. El primero la elección de la tela: es muy fina, de camiseta barata, pero es taaaan bonita que no la podía tirar. Además, es un gorro de prueba y, para ser mi primer proyecto con la máquina de coser, ha salido medianamente decente. Sólo usé una pernera de un vaquero. Tengo tres perneras más que aprovechar, así que creo que habrá más gorritos. Eso sí, dentro de un tiempo, que coser a máquina es agotador y necesito un descanso. Jeje.

Ayer ya lo estrené en la playa. Día de cielos grises y mares verdes.


Y como es jueves, ¡me voy a RUMS!

jueves, 10 de julio de 2014

Mint tee

Ya he hablado de We are knitters antes, en concreto aquí, cuando enseñé el primer jersey que tejí, hace un par de meses. Hasta ahora, no había comprado ninguno de sus kits para tejer, pero cuando descubrí el Mint tee decidí que tenía que ser mío. Me gustaba mucho la combinación de colores que aparecía en su web, pero a mí el color mint, vamos, el verde clarito, no creo que me quede especialmente bien, así que los invertí. Soy más de colores cálidos y fuertes que de colores fríos y tonos pastel.

Y ahí me puse, a tejer con las agujas. Y no puedo estar más orgullosa del resultado: mi camiseta perfectamente imperfecta. Porque sí, cada vez que la veo le encuentro algunos fallitos, pequeñas trampas y cosas que debería haber hecho un poco mejor. Pero no puedo olvidar que la he hecho yo. Y sólo por eso me encanta. Además, creo que es cuestión de tiempo, cada vez me irán saliendo mejor estas cosas. Espero.

En teoría, la talla del kit era una 38/40 y compré un ovillo de más por si acaso. Lo he utilizado en parte y sin modificar nada en el patrón, así que supongo que salió mi talla (42) porque tiendo a tejer bastante suelto. En cualquier caso, me va perfecto, holgadito.

Me ha gustado mucho la calidad del algodón, ha sido un placer trabajar con él. Los colores también son preciosos y las agujas de madera (las primeras que tengo) me han resultado muy agradables de usar, además de que son muy bonitas. El único pero es el precio de estos kits: son caros, sí, por eso no me compraré un kit cada día, ni cada mes, pero de vez en cuanto hay que darse algún capricho.

Y como es jueves, me voy a RUMS, por primera vez en este blog. ¡Espero que no sea la última!




martes, 15 de abril de 2014

Mi primer jersey

Por fin he tejido un jersey.

¡Aleluya!

Ya estaba bien de bufandas, gorros y mantas, tenía que dar el paso, lanzarme.

Según cómo se mire, tejer este jersey me ha llevado muchos meses o sólo un par de semanas.

Yo quería tejer un jersey, en concreto éste. Pero…

Pero era demasiado difícil para mi nivel. Y se me fue de las manos. Sí, casi lo acabé, tenía todas sus partes: parte delantera, espalda, mangas. Hasta la capucha y parte del bolsillo delantero. Pero no era lo que yo quería, no era el jersey que yo quería. Tenía muchos, muchos fallos de principiante. No hablo de puntos erróneos o puntos perdidos, aunque de eso también tenía. Pero no había escogido la lana adecuada para este patrón. No había calculado bien los tamaños. No había tomado las medidas correctas. Así que tenía un jersey gigantesco, que pesaba algo así como una tonelada, con muchos fallos que hacían que me dolieran los ojos y que sabía que no me iba a poner nunca. Y tenía que tomar una decisión: o lo acababa o lo deshacía. Y así estuvo, casi acabado, pero sin rematar, durante muchas semanas. Qué digo semanas. Yo creo que pasaron meses. Y un día dije: “Hasta aquí. Bye, bye primer jersey imposible”. Y lo deshice. Porque sabía que hasta que no acabara con él, hasta que no lo deshiciera, no empezaría con otro, no podría dar un paso más.

Y lo deshice.
De eso hace apenas dos semanas. Y en estas dos semanas, transformé en esos metros y metros de lana en un jersey.

En sólo dos semanas.

Tenía claro lo que quería: necesitaba algo fácil de hacer, algo que no me complicara la vida, algo que pudiera acabar en un plazo razonable de tiempo (pero… ¡¡dos semanas!!) para sentirme capaz de retos tejedores mayores.

Así que me sumergí en el libro de We are knitters (“All the happiness in a book”) que me trajeron los Reyes Magos y busqué un patrón sencillo y que me gustara. Y me puse manos a la obra, saltándome otros proyectos que tengo empezados, otras cosas que eran más urgentes.


Y, dos semanas después, salió esto:


Mi primer jersey tejido.

Flipo.

No sólo me cabe, sino que encima me va bien de talla. Ni gigantesto ni diminuto. Me va bien.

Vale, no es perfectísimo. Vale, tiene algunos fallos. Pero son cosas que mejoraré en próximos jerséis, en próximos proyectos.

Ahora está listo, finiquitado, acabado.

Ah, y adoro el punto de arroz. ¿Por qué hasta ahora no había tejido nada con él? No lo sé, pero me encanta. Mucho, mucho.


El jersey sólo tiene una pega: tendré que esperar a que vuelva el invierno para ponérmelo. Y quedan muchos meses. Pero qué remedio.

martes, 25 de febrero de 2014

Regalos

Me estoy volviendo un poco loca con esto de hacer bufandas. Lo bueno es que no son para mí, así que puedo hacer tantas como quiera. Lo malo es que me centro en hacer algo que sé que me va a salir (más o menos) bien y no me lanzo a hacer lo que realmente debería: jerséis. Tengo uno pendiente de deshacer y rehacer y otros dos con la lana comprada. Pero no me pongo a ello, no. Me centro en pequeños proyectos que sé que son más manejables. Supongo es el miedo a embarcarme en proyectos más grandes.

Bueno, sea lo que sea, lo que está claro es que últimamente le estoy dando mucho a tejer bufandas. Estas dos las acabé ya hace tiempo, pero no ha sido hasta estos días cuando se las he dado a sus nuevos dueños. Y aquí están, dos nuevas bufandas, una con flecos y otra sin.






lunes, 6 de enero de 2014

Tejiendo

He estado varios días de vacaciones. Qué digo varios días, dos semanas. (Ya veréis qué risas mañana cuando suene el despertador antes de las 7). Y en este tiempo me he tirado de cabeza a las agujas, a tejer con una posesa. Pero no he avanzado en ninguno de los proyectos que tenía en mente, no, qué va, me he embarcado en pequeños nuevos proyectos como regalos. Desde que me atreví con la mantita de M., ya me lanzo a tejer para regalar. Así, estos días he tejido:

Unos calientapiernas blancos.




Una bufanda gris.

Y un cuello granate.


Y todos han sido regalos, o para Navidad o para hoy, día de Reyes. Espero que sus nuevos dueños los disfruten.

Feliz día de Reyes. Que os hayan traído todo lo que queríais. Y que os traigan salud, algo de dinerito y mucho amor.

lunes, 9 de diciembre de 2013

La mantita de M.

M. aún no ha nacido, pero le he tejido una mantita. Empecé a tejerla al poco de enterarme de que su madre la esperaba (y fue bastante pronto). Aún así, he tenido que acabarla casi, casi corriendo, porque M. está a punto de venir al mundo, cualquier día de estos. Y quería que, si me pillaba de viaje, la mantita ya estuviera en su casa. M. no lo sabe, pero su mantita ha viajado conmigo varias veces. Y bastante lejos. Ha viajado conmigo a Namibia, donde tejí mucho. Ha viajado conmigo a Marsella, donde tejí poquito. Ha viajado conmigo a Copenhague, donde no tejí nada.

M. es una niña que no sé si será rubia o castaña, con ojos marrones o azules, alta o baja, llorona o tranquila. Pero lo que sé es que va a ser una niña muy, muy querida. Bueno, ya lo es. Y que tendrá una mantita de colorines. Una mantita que ha viajado a Namibia, Francia y Dinamarca. Algún día se lo contaré.

Me ha hecho mucha ilusión tejer este proyecto. Aunque tejer regalos siempre es delicado (¿Le gustará? ¿No le gustará? ¿Quedará bien? ¿Quedará mal? ¿La acabaré a tiempo?), creo que tengo que hacerlo más a menudo. Me gusta sí.

El patrón lo encontré aquí. Lo seguí de la misma manera que sigo las recetas de cocina: tomo lo que me parece y modifico lo que me apetece. No tengo a mano la referencia de la lana, ya editaré la entrada y la actualizaré otro día.

En las fotos, la mantita de M.



sábado, 16 de noviembre de 2013

Funda de portátil

En mi último viaje a Namibia, compré varias telas en una tienda que ya había querido visitar en los viajes anteriores pero no había tenido ocasión. La mayoría las compré sin un objetivo claro, no sabía qué iba a hacer con ellas (y aún no lo sé), sólo sabía el destino de (parte de) una de ellas: una funda de portátil.

Hacía tiempo que quería una funda para mi portátil del trabajo: tengo un maletín que me encanta, pero cuando viajo, a menudo uso una mochila como equipaje de mano en la que meto tanto el portátil como la réflex, pero no tenía una funda para protegerlo dentro de la mochila. Y tenía ganas de hacer algo personalizado, casero. Así que entré en aquella tienda buscando una tela adecuada para una funda. La encontré y, de paso, me llevé algunas más.

Mi plan era maravilloso, salvo por una pega: aunque últimamente le doy a las dos agujas, no soy una buena costurera precisamente. Así que tomé como aliada a mi madre y la embarqué en la aventura de la funda del portátil (como en su día la embarqué en el proyecto “delantal a partir de una toalla” del que alguna vez tendría que hablar). Así que ella en el papel de costurera y yo en el papel de ideóloga del proyecto y cortadora de tela, nos pusimos a ellos.

Además de la tela namibia, utilizamos parte de una funda de tabla de planchar vieja (para que el portátil estuviera más protegido, con la funda acolchada), restos de forro verde oscuro que tenía mi madre por casa y una cremallera reciclada. Y así conseguimos el objetivo: una funda de portátil estupenda.

Y me encanta.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Por fin una falda

Sí, tengo una falda. Por fin.

Y digo por fin porque era en marzo cuando ya tenía casi una falda. Casi ocho meses he tardado en acabar el proyecto falda. Han sido varios los motivos, pero el fundamental es que, con la llegada del buen tiempo, no sentía necesidad de acabar una falda de lana. Porque sabía que faltaban muchos meses hasta que me la fuera a poner.

Al final me acobardé y tuve que pedir ayuda a mi madre para acabarla: hacer un forro y ponerle una cremallera. Después de una planificación conjunta, no ha sido difícil (para ella) acabarla, así que en pocos días estuvo lista.

Así que, por fin, tengo una falda (ahora sí). Sólo falta que empiece a hacer frío y estrenarla. A juego con mi gorro de perdidos al río (al que, por cierto, me siento tentada de añadirle algún pompón).



lunes, 14 de octubre de 2013

Locura temporal transitoria

Esta tarde, en un arranque de locura temporal transitoria, le he hecho caso a mi madre y he pasado por la mercería de mi barrio en la que me surto habitualmente de lanas. “Tienes que ir.”, me dijo ayer al poco de aterrizar en la isla, “Tienen muchísimas cosas nuevas y preciosas”.

Y he ido.

Y tenían muchísimas cosas nuevas. Y preciosas.

Y se me ha ido totalmente la cabeza.

Porque tengo aún varios proyectos en marcha inacabados y, hasta que no estén listos, no quiero empezar ninguno más. Pero había unas lanas taaaan bonitas y había visto ya un par de patrones tan (aparentemente) sencillos, que me he lanzado.

Así que además de los proyectos que tengo en marcha (dos) y los que tenía ya en mente (otros dos), tengo otros dos nuevos proyectos a la cola.

Lo dicho, locura temporal transitoria.

Menos mal que es eso, transitoria.

En la foto, mis nuevas lanas.

Si es que son taaaan bonitas.

martes, 26 de marzo de 2013

Casi una falda


En estas casi dos semanas rulando por el mundo, he echado de menos algo más que mis plantas: mis agujas. No soy una gran tejedora, no sé demasiado, pero hubo algún día que me hubieran venido muy bien tenerlas a mano, para relajarme y ocupar mi mente sólo en agujar y lanas.

Así que esta tarde de lluvia, series y fútbol, víspera de vacaciones (sí, mañana me cojo libre y en esta terra poco incognita donde vivo es festivo jueves, viernes y lunes), he cogido de nuevo las agujas después de mucho, mucho tiempo y he tejido hasta que me han dolido los dedos. Y no sólo eso: he acabado un proyecto. Bueno, en parte.

Es una falda.

Bueno, es casi una falda.

Tengo dos mitades más o menos simétricas, más o menos de la misma longitud que aún no hacen una falda, pero casi.

Están hechas con lana de Borgo de Pazzi, de su modelo Bubbolo multicolor. Es una lana que descubrí en la mercería de mi barrio y la usé, en tonos morados, para hacer mi primer cuello. Es también la lana que se me acabó a medio hacer la primera mitad de la falda y tuve que comprar más por internet, porque en mi tienda ya no quedaba. Y es la lana con la que, sabiendo que (ahora sí) me sobraría, tejí el gorro de perdidos al río, que el próximo invierno podrá hacer juego con la falda.

Pues aquí está, mi casi falda.

Sólo tengo que comprar tela para hacerle un forro y una cremallera. Y convertir todo eso en una falda de verdad. Para el invierno que viene.

Deseadme suerte.

miércoles, 13 de febrero de 2013

De perdidos, al río

Me voy diez días fuera. Es un viaje de trabajo pero también de ocio. Es un viaje preparado un poco a trompicones, casi diría que improvisado. Me voy un poco estresada, con muchos trabajos pendientes para la vuelta (y para la ida, y para la estancia), pero también con ganas de desconectar unos días. Y me voy sabiendo que me estresaré, porque es una de esas reuniones en las que tengo que llevar parcialmente la batuta y eso siempre me agobia. Y no debería estresarme, porque me dijo el dentista el otro día que me muerdo los dientes, que fuera con cuidado con los nervios, que me iba a cargar todo el esmalte. Pero esa ya es otra historia.

Y como voy a un sitio que hace (aún) más frío que aquí, me he hecho un gorrito con la lana que sé que me va a sobrar de la falda que me estoy haciendo (y que, a este paso, no podré utilizar hasta el invierno que viene). Y como le estoy cogiendo gustillo a ponerle un apodo a los proyectos que hago con las agujas, éste es, sin dudarlo ni un segundo, el gorrito de perdidos al río.

Espero actualizar en algún momento en estos días. O no. No sé, ya veremos.

sábado, 9 de febrero de 2013

Contradicciones

Normalmente, lo que quieres hacer y lo que tienes que hacer se contradicen.

Por ejemplo, yo este fin de semana quería irme a pasarlo a un refugio cerca del mar con amigos. Pero tengo una lista de 15 “deberes” laborales que tengo que dejar listos antes del miércoles. O, mejor, del lunes.

A mi pesar, me he despertado (involuntariamente) temprano esta mañana, aún sintiéndome algo idiota por renunciar a un fin de semana de diversión y amistad por unas responsabilidades laborales que, en realidad, son más que laborales, extra-laborales diría yo. De esas que me gusta hacer y que me enganchan de vez en cuando, por voluntad más o menos propia. Como decía, me sentía aún un tanto idiota y con ganas de salir corriendo hacia el norte de la isla (a pesar del frío, del viento y las nubes) cuando he cometido la tontería de revisar el correo del trabajo. Y allí estaba. Un mensaje del jefe:

“Nisi, deberías revisar este informe antes del lunes por la mañana”.
¡Antes del lunes por la mañana!

Y se me ha ido un poco la idiotez, pensando que he hecho bien en quedarme, que tengo que dejar la lista de 15 (+1) deberes listos. Y que tengo que hacer además deberes de inglés (redacción incluida) para el martes.

Y aquí estoy, en un sábado frío de febrero, avanzando en la lista de deberes.

Se hará largo, este fin de semana.

Pero, entre tanto, voy haciendo algunas otras cosas para relajarme y positivizarme (he estado algo negativa esta semana). Como acabar el gorrito de la foto (con pompones incluidos), que me parece bastante mono, pero que no me queda demasiado bien. Serán los colores. (Otra contradicción para el fin de semana). O volver a mi proyecto falda, después de haber conseguido (¡¡sí!!) más lana que se me estaba acabando. O descubriendo el placer de volver a pintar, más bien colorear, del que ya hablaré por aquí otro día.

Hoy mi sábado, mi fin de semana, está lleno de contradicciones. Pero tal vez ahí esté la fuente de nuestras energías.

¡Feliz Sábado!

lunes, 28 de enero de 2013

Un gorro y un cuello

Con las agujas me está pasando lo mismo que me pasó con el pudin y con las plantas: no sabía que me gustaban tanto.

De repente, soy una adicta a las agujas (a las plantas lo sigo siendo; mi pasión por el pudin la tengo más controlada). Tengo tres proyectos en marcha y uno en mente. Esto es un sin vivir. Tejería todo el día. Se me ocurren cosas para hacer, descubro lanas nuevas que me chiflan y quiero aprender (porque, lo admito, aún soy novata nivel 1.0).

Mi último descubrimiento ha sido los telares circulares (como estos). Los descubrimos (mi madre y yo) en la mercería del barrio, la de toda la vida, donde además me proveo de hilos nuevos para tejer (bueno, también de los restos viejos que encuentro por casa de mis padres y que mi madre me cede gentilmente). Como decía, allí los descubrimos. Los vimos, nos miramos y dijimos “¡queremos eso!”. Y como vienen 4 de distintos tamaños y vivimos tan cerca que puedo ir en pijama a su casa, los compartimos.

Mi proyecto terminado más reciente es un conjunto de gorro y cuello de color azul, regalo para mi hermana la gafapasta. En azul porque es uno de sus colores favoritos. Con hilo que no pique, porque todo le pica. El cuello con hilo simple, el gorro con hilo doble. Y aunque aún están por casa, ya se los ha probado y le quedan así de bien.


martes, 22 de enero de 2013

Cuello

Tres meses para acabar la bufanda del fin del mundo. Y sólo tres semanas para acabar mi primer cuello.

Yo lo veo grande, muy grande. Le doy dos vueltas al cuello. Y ancho, muy ancho. Pero no sabía cuándo acabar, ¡no quería acabar! También es suave, muy agradable al tacto. Y calentito. Y me encantan sus colores.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Fin

Con esto que hoy se acababa el mundo, he decidido dejar listas algunas cosas.

La primera ha sido sacar la sombrilla de la playa del maletero del coche y guardarla en casa. Una acción muy adecuada para el primer día del invierno.

La segunda ha sido desembalar las alfombras y colocarlas. También muy adecuado para un día como hoy.

La tercera ha sido montar el árbol de Navidad y colocar las cuatro cositas de decoración navideña que tengo por casa.

La cuarta ha sido acabar la bufanda que empecé hace tres meses. Tres meses. Si tardo tres meses en hacer una bufanda, no sé cuánto tardaría en hacer un jersey. Puedo poner excusas. En este tiempo he defendido una tesis doctoral, he pasado cuatro semanas fuera de casa y he cogido más de veinte aviones. Pero ponga las excusas que ponga, no ocultan una realidad: he tardado tres meses en acabar una bufanda.

En cualquier caso, estoy orgullosa de haberla acabado. Durante algún tiempo, pensé que nunca lo haría. Y ahora, por fin, está lista. Llena de imperfecciones, sí, pero acabada.

Y no sólo eso. Ya tengo un nuevo proyecto en marcha y otro en mente. Este mes intentaré que no me vuelva a pillar el fin del mundo para decidir acabarlo.

En la foto, mi bufanda del fin del mundo.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Con las agujas

Siempre he visto a mi madre coser y tejer. Desde que tengo uso de razón, la he visto arreglarnos ropa y tejer bufandas y algunos jerseys de lana que nunca remataba del todo pero que siempre utilizábamos para abrigarnos en casa. Me llamaba la atención que dedicara su tiempo a eso, pero nunca sentí ninguna atracción por las agujas.

Mi primera experiencia fue en algún momento en el colegio, cuando en alguna asignatura de esas de manualidades (o como diantres se llamara) nos hicieron hacer una bufanda. Fue un infierno. Era incapaz de darle la presión adecuada y por unos lados los nudos estaban muy apretados y por otros sueltos. No recuerdo como acabó aquella desastrosa bufanda. Tal vez mi madre me la acabó para intentar que al menos no me suspendieran, aunque la verdad es que no lo recuerdo.

Y de repente, el pasado septiembre, sentí la necesidad de tejer. Así que cogí unas agujas de mi madre y una lana vieja de color gris que estaba por su casa y me puse a ello. Después de algunas pruebas, hasta que me decidí por el punto que quería (tampoco sé muchos: al derecho, al revés y sus combinaciones), empecé a hacer una bufanda. Al principio con terror: creía que volvería a hacer una cosa penosa como la de mi adolescencia, pero yo misma me sorprendí viendo que aquello tomaba forma. Así que le empecé a dedicar tiempo, poco, un rato después de cenar, para relajarme después de un día de trabajo y antes de ponerme a rematar la presentación de la tesis, que me tuvo ocupada muchas noches de finales de verano.

Y ahí estoy, con una bufanda casi acabada (¡creo que me aterra acabarla!). Mi primera bufanda. No sé mucho, pero ya tengo algunos proyectos sencillos en mente: un cuello rojo del que aún no tengo la lana y un pañuelo estrecho y largo de colores verdes, de tacto suave y primaveral, con un hilo que compré durante mi viaje croata. Porque sí, he descubierto un nuevo souvenir que traerme de mis viajes: hilos para tejer. No sé cuánto durará mi afición, ni lo que seré capaz de hacer, pero tampoco me preocupa mucho. Lo hago por puro placer. Y tengo por delante todo un mundo por descubrir.

En las fotos, mi bufanda gris, en pleno proceso, y el hilo verde croata (que en realidad es turco, pero es mi recuerdo de Croacia).